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Rusia y los talibán: EEUU lleva años acusando a Putin de apoyar a los insurgentes fundamentalistas

Combatientes talibán celebran el acuerdo con EEUU en la provincia de Laghman

Javier Biosca Azcoiti

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“La historia de las recompensas rusas es otro cuento inventado por los medios falsos con el único objetivo de de hacerme daño a mí y al Partido Republicano”, denunciaba Trump la semana pasada. Aquel “cuento” es una serie de artículos publicados por The New York Times y confirmados por otros medios nacionales e internacionales en los que se asegura que la inteligencia estadounidense ha concluido que Rusia pagó recompensas a los insurgentes fundamentalistas por matar a soldados de la coalición internacional liderada por Washington.

El presidente de EEUU cree que el periódico “sufre el síndrome de obsesión de Trump”, sin embargo, Estados Unidos lleva años acusando abiertamente al Gobierno de Vladimir Putin de apoyar política e incluso económica y militarmente a los talibán, el movimiento insurgente que ha arrastrado a EEUU a la guerra más larga de su historia y con los que ahora Washington ha firmado un acuerdo para su retirada del país 19 años después. 

El último episodio de esta trama arranca hace aproximadamente seis meses en una redada en una base talibán en la que se encontraron 500.000 dólares en efectivo. Insurgentes detenidos poco después afirmaron en los interrogatorios que ese dinero lo habían recibido de Rusia a cambio de matar soldados de la coalición. Más tarde, según informa The New York Times, EEUU interceptó información electrónica de importantes transferencias financieras entre una cuenta controlada por la agencia de inteligencia militar de Rusia, GRU, y otra cuenta asociada a los talibán. Este descubrimiento apuntaló la teoría de las recompensas. El periódico estadounidense también ha confirmado la existencia de un informe reciente del director de inteligencia del país que reconoce que la CIA llegó a esta conclusión con un nivel medio de confianza, lo que significa que es creíble y plausible. 

Puede parecer un disparate, pero no es un comportamiento extraño entre los servicios de inteligencia. Así de claro se mostraba el exdirector de la CIA, Michael Morell en una entrevista en 2016. “Rusia tiene que pagar un precio por lo que está haciendo [en Siria]. Igual que hicimos a los rusos pagar un precio en Afganistán por lo que estaban haciendo [en los 80]”. “¿Les hacemos pagar el precio matando a rusos?”, pregunta el periodista. “Sí”, responde Morell. “Sí, pero de forma encubierta. No se lo dices al mundo. No te presentas en el Pentágono y dices que lo has hecho, pero te aseguras de que lo sepan en Moscú”, añade.

¿Qué ha cambiado en Rusia para que, según la inteligencia estadounidense, el Kremlin se acerque precisamente a los herederos de los combatientes religiosos en los que EEUU se apoyó en los años 80 para que Rusia “pagase el precio” de invadir Afganistán? Aquel conflicto fue un factor fundamental en el colapso de la Unión Soviética, calificado por Putin como la “mayor catástrofe geopolítica” del siglo XX.

Por aquel entonces no existía el movimiento talibán, formado oficialmente a principios de los 90 por muyahidines que combatieron contra los soviéticos. Durante la invasión soviética, EEUU financiaba directa e indirectamente a los que luego se convertirían en grandes líderes talibán, como Jalaluddin Haqqani, amigo de Osama Bin Laden. Su hijo, Sirajuddin Haqqani, es el actual número dos del movimiento talibán. Washington también adoctrinaba e incitaba a la yihad contra los comunistas soviéticos a través de libros de texto que años después utilizaron los fundamentalistas en sus escuelas durante su breve Gobierno. Los libros tenían imágenes de armas, balas, granadas, etc.

El asesor de seguridad nacional del entonces presidente Jimmy Carter (1977-1981), Zbigniew Brzezinski, subestimaba las consecuencias de la operación estadounidense en una entrevista con Le Nouvel Observateur en 1998 –todavía no se habían producido los grandes ataques yihadistas contra EEUU–: “¿Qué es más importante en términos de la historia mundial, los talibán o la caída del imperio soviético? ¿Unos islamistas excitados o la liberación de Europa central y el final de la Guerra Fría?”.

“Cuando a los rusos se les pregunta por el acontecimiento más importante de 1989 responden que fue la retirada de Afganistán. El resto del mundo dice que fue la caída del Muro de Berlín”, señala Mira Milosevic, especialista en Rusia del think tank Real Instituto Elcano.

Milosevic explica que además del fuerte significado de Afganistán para Rusia, existen otros factores que explican su política activa en el país. “Afganistán comparte frontera con los países de la esfera de influencia de Rusia y todo lo que pasa allí le influye, sobre todo en materia de radicalización”, explica. “Además, Rusia compite con EEUU en todos los lugares donde EEUU deja un vacío de poder. Esto ha quedado demostrado, por ejemplo, en Siria. En este sentido, los anuncios de Washington de abandonar Afganistán han afectado al comportamiento de Rusia de hoy”, añade.

Los atentados del 11 de septiembre

Tras la retirada soviética en el 89, Rusia acabó apoyando a uno de los grandes combatientes anticomunistas, Ahmad Shah Masud, y a su Alianza del Norte en la guerra que este grupo libraba contra los talibán antes de 2001.

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 orquestados por Al Qaeda, que por aquel entonces era invitado especial del régimen talibán en Afganistán, Rusia y EEUU acercaron posturas en la lucha contra el terrorismo. Rusia permitió a EEUU el uso de su espacio aéreo para transportar tropas y armas a Afganistán. Moscú y Washington compartían información de inteligencia y al Kremlin no le importó que EEUU estacionase parte de sus tropas en Uzbekistán y Kirguistán, dos Estados de la esfera de influencia de Rusia.

Con el paso de los años Moscú se fue acercando a los talibán. En diciembre de 2015, la portavoz del Ministerio de Exteriores, Maria Zakharova, aseguró que Moscú había establecido contacto con los talibán para compartir inteligencia en su lucha contra ISIS, un enemigo común de ambos. Putin temía que ISIS reclutase terroristas de países exsoviéticos. Un mes después, el representante especial de Rusia para Afganistán, Zamir Kabulov, lo confirmaba: “Los intereses de los talibán coinciden objetivamente con los nuestros. Los talibán han afirmado que no reconocen a ISIS ni a su líder y eso es muy importante. Tenemos canales de comunicación con ellos para intercambiar información”.

Pero EEUU va más allá y, aunque Rusia lo niega, Washington sostiene que el Kremlin lleva años prestando apoyo a los talibán. En 2017, el general John Nicholson, comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán entre 2016 y 2018 afirmaba: “Están legitimando a los talibán y promoviendo una narrativa falsa de que los talibán son los que están teniendo éxito en la lucha contra Dáesh, cuando en realidad es el Gobierno de Afganistán y las fuerzas antiterroristas de EEUU”. Un año más tarde, se mostraba aún más contundente: “Líderes afganos nos han traído aquí a esta base armas y nos han dicho 'esto se lo entregaron los rusos a los talibán'”.

“Según la Agencia de Inteligencia de Defensa, Rusia ve probablemente a los talibán como un elemento inevitable de un futuro Gobierno afgano y apoya su inclusión en un Gobierno interino”, sostiene el último informe del inspector general de EEUU sobre la misión en Afganistán publicado a mediados de mayo de este año. “Moscú ha negado las acusaciones de suministro de armas a los talibán, aunque reconoce apoyo político. Rusia también aboga por retirar a los talibán de la lista de sanciones de la ONU”, añade el informe.

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