El 'sacrificio' de Orbán: deja caer a dos mujeres clave para sofocar una crisis a cuatro meses de las elecciones locales y europeas

Irene Castro

Bruselas —

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La imagen de ositos de peluche tirados a las puertas del palacio presidencial tras la congregación de centenares de personas en protesta por el polémico indulto al subdirector de un centro que trató de encubrir el abuso sexual a menores perpetrado por su jefe reveló el talón de Aquiles del ultraderechista Viktor Orbán. El primer ministro húngaro, que dirige el país con mano de hierro y trae por el camino de la amargura a la UE con su deriva autoritaria, se ha visto obligado a sacrificar a sus dos mujeres fuertes para que el escándalo no le pase factura.

Autoerigido como el valedor de los valores de la familia tradicional llegando incluso a prohibir por ley que en las escuelas se hable de homosexualidad porque lo vincula con la pedofilia, Orbán se encontró entre la espada y la pared apenas cuatro meses antes de las elecciones locales y europeas del próximo junio. El perdón a un cómplice de abusos sexuales a menores, a los que coaccionó para tratar de salvar al director del centro ha sido un punto de no retorno para el primer ministro que lleva en el poder trece años.

La presidenta húngara, Katalin Novak, se vio obligada a volver de Qatar, donde asistía a un campeonato de waterpolo para presentar formalmente su dimisión. “Pido perdón de aquellos a quienes he herido”, expresó en un mensaje televisado apenas 24 horas después de que su residencia oficial fuera el centro de las protestas. Hasta entonces no le habían pasado factura sus comentarios homófobos o el indulto que concedió también, con motivo de la visita del Papa en 2023, a siete condenados por terrorismo, que lanzaron entre 2007 y 2009 cócteles molotov contra los inmuebles de varios políticos de izquierdas. Antisemitas y homófobos, también atacaron clubes y bares frecuentados por la comunidad LGTBI.

En Hungría, la potestad para conceder el perdón recae en la presidencia, que se elige en una votación parlamentaria, pero la tiene que ratificar el responsable de Justicia. Y ahí ha caído Judit Varga, que fue quien firmó el indulto para el cómplice del abuso sexual a los menores.

Es una pieza incluso mayor. Varga iba a ser la candidata del Fidesz en las elecciones europeas en un momento en el que ECR (el grupo del que forman los Fratelli d'Italia de Georgia Meloni y Vox, entre otros) está cortejando a Orbán y aspira a aumentar sustancialmente su representación en la Eurocámara. Varga no era una elección baladí: ha sido la principal cara visible en el duro enfrentamiento de Budapest con la Comisión Europea (o los “tecnócratas de Bruselas”, como los llama Orbán) por los incumplimientos del estado de derecho en Hungría, a raíz de la reforma del sistema judicial o las leyes que atentan contra los derechos de las personas LGTBI, por ejemplo.

“La decisión demuestra que Bruselas abusa de su poder. El fallo es una nueva presión contra nuestra patria, que en verano aprobó una ley de defensa de los menores”, dijo Varga sobre la norma que equipara la homosexualidad con la pedofilia tras el fallo del Tribunal de Justicia de la UE que avalaba el bloqueo de fondos a Hungría y Polonia.

“Asumo la responsabilidad política por haber firmado el indulto. Me retiro de la vida pública, renuncio como diputada [en el Parlamento húngaro] y al liderazgo de la lista al Parlamento Europeo”, afirmó Varga el pasado sábado.

El movimiento de Orbán de anunciar una modificación constitucional para prohibir los indultos a condenados por cometer crímenes contra niños no fue suficiente para aplacar las protestas y dentro del propio partido Fidesz el ambiente estaba caldeado contra las dos responsables últimas del perdón. “Su dimisión es la prueba de que los errores tienen consecuencias”, expresó posteriormente en portavoz parlamentario, Máté Kocsis.

Por su parte, el exmarido de Varga, Péter Magyar, que también estaba en el núcleo del poder del Fidesz, anunció su renuncia a los cargos que tenía en empresas estatales aprovechando para disparar contra el fuego amigo. “No quiero ni por un minuto formar parte de un sistema en el que los verdaderos responsables se esconden detrás de las faldas de las mujeres”, escribió en redes sociales, según recoge The Guardian.

Está por ver cómo sortea Orbán esta crisis, que ha explotado a las puertas de unas elecciones que suelen recoger el sentir aunque no sean generales, en un momento en el que el primer ministro húngaro va mostrando síntomas de rendición en su batalla con la UE: primero saliéndose de una sala para permitir la apertura de negociaciones de adhesión con Ucrania y luego cediendo en tiempo récord para aprobar la revisión del presupuesto europeo al que se había opuesto con retórica inflamada.

Y es que Orbán tiene muchos frentes. A los fondos bloqueados por su deriva autoritaria (unos 21.000 millones de euros) y a los procedimientos ante el TJUE, se sumó la semana pasada uno nuevo con la apertura de un procedimiento de infracción por la ley con la que supuestamente quiere combatir las injerencias extranjeras y que en Bruselas creen que es un mecanismo para arrinconar a la disidencia política.