Sandrine Rousseau interesa a todo el mundo. Las declaraciones de esta diputada del grupo ecologista a menudo son el detonante de debates políticos durante días. A favor o en contra, pero todo el mundo escucha.
Basta una frase suya pronunciada en una mesa redonda sobre consumo y cambio climático para iniciar una polémica que llega hasta el New York Times. “Tenemos que cambiar esa mentalidad en la que comer un filete a la barbacoa es un símbolo de virilidad”, dijo Rousseau en septiembre en un coloquio organizado por su partido, Europa Ecología-Los Verdes (EE-LV).
La frase provocó entonces un aluvión de reacciones. Estaban los que hablaban de “delirios ecologistas” y los que recordaban, cifras en mano, que los hombres consumen más carne que las mujeres.
Las respuestas negativas no vinieron solo de políticos de la derecha y la extrema derecha. “Se come carne según lo que se tiene en la cartera, no en los calzoncillos”, declaró entonces el primer secretario del Partido Comunista Francés (PCF), Fabien Roussel, uno de los críticos recurrentes de Rousseau.
A pesar de que ambos forman parte de la coalición progresista Nupes en la Asamblea Nacional, es habitual que la ecologista y el comunista expongan sus desacuerdos en los medios de comunicación. Por ejemplo, cuando Roussel acusó a una parte de las fuerzas progresistas de “no defender el trabajo” y de ser “la izquierda de las subvenciones y las prestaciones sociales”, Rousseau fue la primera en criticar al diputado comunista por utilizar un argumento habitual de la derecha.
Y fue más allá, al reivindicar el “derecho a la pereza”, expresión recibida con espanto por voces conservadoras. “Yo digo que tenemos derecho a la pereza, que tenemos derecho a la transición entre empleos, que tenemos derecho a hacer pausas en nuestras vidas”, dijo Rousseau en el matinal de la radio France Info. “Y, sobre todo, necesitamos recuperar el tiempo, el sentido de compartir cosas y la semana de cuatro días”.
Los debates que provoca Sandrine Rousseau ponen en primera línea cuestiones fundamentales sobre la ecología y el feminismo. En dos años, la diputada se ha convertido en una de las personas más atacadas por la derecha y más escuchadas por la izquierda. “Tengo la sensación de que en cuanto abro la boca, medio país se pone en posición lateral de seguridad para evitar atragantamientos”, ironizaba Rousseau en declaraciones a Le Monde.
La extrema derecha y el lobby de los cazadores la han convertido en su bestia negra, acusándola de derivas progres y radicales. En las pasadas elecciones legislativas, un partido afín a la caza, el Movimiento de la Ruralidad, presentó en sus listas a una mujer también llamada Sandrine Rousseau en su misma circunscripción con el objetivo declarado de confundir a los votantes y perjudicar a la candidata ecologista (la estrategia no funcionó y Sandrine Rousseau –la ecologista– ganó con facilidad el escaño).
Ecofeminismo y #metoo
Economista de formación y miembro de Europa Ecología-Los Verdes (EE-LV) desde su creación en 2009, Rousseau ocupó la vicepresidencia del Consejo Regional de la región Nord-Pas-de-Calais (2009-2015) gracias a una alianza electoral entre EE-LV y el Partido Socialista.
En 2016, era portavoz nacional cuando ella y otras tres compañeras de partido acusaron públicamente de agresión y acoso sexual a Denis Baupin, vicepresidente de la Asamblea Nacional y miembro de la formación ecologista. Baupin negó los hechos, pero dejó el puesto y el partido. Los testimonios dieron lugar a una investigación judicial que acabó archivándose por prescripción de los hechos.
Tras el affaire Baupin, desencantada con la política y con algunos compañeros de partido, Rousseau optó por alejarse de la escena nacional y volvió a la enseñanza en la Universidad de Lille. Pasó tres años alejada de la política y creó En Parler, una asociación que anima a las víctimas de violencia sexual a hablar y denunciar sus casos, y publicó un libro sobre el tema.
Las primarias organizadas por su partido en 2020 para elegir el candidato a las presidenciales marcaron su regreso, con una nueva forma de hacer política en el fondo y en las formas. Rousseau defiende el ecofeminismo, concepto teorizado por la filósofa Françoise d'Eaubonne y que asocia la dominación patriarcal, el capitalismo y la emergencia climática.
“Al ser la única persona que ha hecho suyas estas ideas en la política francesa, Sandrine Rousseau se ha convertido también en su encarnación”, explica Magali Trelohan, profesora e investigadora en marketing social en la Universidad de Reims Champaña-Ardenas. “El ecofeminismo es portador de ideas revolucionarias sobre la dominación capitalista y patriarcal y portarlo en solitario en los medios de comunicación es una pesada carga. Pero vistas las reacciones –entusiastas o violentas– a las declaraciones de Sandrine Rousseau, se puede decir que la corriente se está abriendo paso, que no deja indiferente a nadie”.
Difícil convivencia en el partido
Rousseau emerge así como figura nacional. Las propuestas de retratos y las invitaciones para aparecer en los platós de televisión se multiplican y sus actos de campaña atraen cada vez a más gente. “Una emergencia que está muy ligada a la aparición de un nuevo feminismo que se identifica con el #metoo y con los debates culturales alrededor de lo progre, pero también a su capacidad para generar interés, gracias a su manera de expresarse, que atrae mucho a los medios de comunicación”, explica Daniel Boy, profesor emérito en el Instituto de Estudios Políticos de París y especialista en el movimiento ecologista.
De cara a la carrera presidencial de 2022 los ecologistas eran optimistas. El partido acababa de salir de unas elecciones municipales históricas –con victorias en las alcaldías de Lyon, Burdeos y Estrasburgo– y un muy buen resultado en las europeas. Pocos pensaban que Mélenchon llegase sus cifras de 2017 y los socialistas seguían en caída libre. Mientras tanto, los favoritos de las primarias, Yannick Jadot y Eric Piolle, se esforzaban por convencer de la capacidad de los ecologistas para gobernar. Rousseau, sin embargo, optó por otra línea: no dudó en hablar de radicalidad. “La situación es grave, lo hemos visto durante todo el verano, con grandes catástrofes climáticas en todo el mundo, así que hoy, la radicalidad es una forma de protegernos, de proteger a nuestros hijos”, afirmó entonces.
Finalmente, Yannick Jadot fue designado como candidato de los ecologistas a las elecciones presidenciales por muy poco (51% frente al 49% de Rousseau). En las siguientes semanas, la atención mediática que generó la rivalidad Jadot-Rousseau se convirtió en un problema para la campaña. Los dos finalistas no lograron un acuerdo para hacer frente común, los artículos hablando de sus diferencias se multiplicaron y se especuló con que Rousseau pudiera romper con el partido y apoyar a Mélenchon.
Un artículo de Le Parisien publicó unas declaraciones supuestamente pronunciadas en privado que reflejaban la frustración de Rousseau con la campaña de Jadot. “Todos esos ‘grandes estrategas políticos’ son unos inútiles, se equivocan en todo... es un desastre”. A raíz de la publicación de estas palabras (que ella negó haber pronunciado) Rousseau fue apartada de la campaña, que acabó con un resultado decepcionante para el candidato ecologista, con un 4,63% del voto.
Desde entonces sus relaciones con la dirección del partido son tempestuosas. “Algunas de las polémicas que desencadena son problemáticas, porque no se expresa en nombre del partido, sino que se representa a sí misma”, asegura Boy, el politólogo.
Caso Bayou
El 19 de septiembre en el plató del programa 'C à vous' de la cadena pública France 5, Rousseau fue invitada a hablar sobre Adrien Quatennens, coordinador de Francia Insumisa apartado de su cargo tras admitir haber dado una bofetada a su esposa. La presentadora leyó una pregunta formulada en redes sociales en relación a una investigación interna sobre el secretario de los ecologistas, Julien Bayou. Entonces Rousseau habló de “un comportamiento susceptible de quebrantar la salud moral de las mujeres” de Bayou con su expareja, una mujer con la que Rousseau se había entrevistado y que, según explicó la diputada, había intentado suicidarse.
Poco después de la entrevista, Bayou dimitió de la dirección del grupo ecologista y de la dirección del partido, y acusó a Rousseau de “ir demasiado lejos” y de utilizar su vida privada para ajustar cuentas con un rival dentro del partido. “Debe haber una presunción de respeto a la palabra [de las mujeres que denuncian acoso]”, explicó Rousseau unos días después en la radio pública. “La revolución que se está produciendo implica partir del respeto [con las denunciantes]; considerar que 'si ella lo dice, hay que escucharlo'. Aunque eso no significa siempre que [la mujer] tenga razón”.
“La cuestión del feminismo sigue siendo difícil para los partidos franceses”, dice Trelohan, la profesora e investigadora. “Estamos en una fase en la que tienen que transformar palabras e intenciones en acciones y en prácticas en el interior de los partidos y estamos viendo que no es fácil. Francia Insumisa, por ejemplo, mostró buenas intenciones durante la campaña presidencial, pero ahora tienen que posicionarse internamente sobre el tema de la violencia doméstica y se están dando cuenta de la complejidad del problema”.
A principios de diciembre los ecologistas eligieron a una nueva secretaria general para sustituir a Bayou. En una votación reservada a los afiliados, Marine Tondelier fue elegida con un 90,8%, muy por delante de Mélissa Camara, apoyada por Rousseau y Sophie Bussière, candidata cercana de Yannick Jadot.
Tondelier es ajena a las disputas entre Jadot y Rousseau y ahora tiene la tarea de reconciliar las diferentes sensibilidades del partido con las elecciones europeas en el horizonte. Rousseau, por su parte, no oculta sus intenciones para las presidenciales de 2027, pero su convivencia con otras tendencias dentro de la formación ecologista es compleja y las diferencias en varios frentes, cada vez más frecuentes.