Las elecciones europeas difícilmente podrían haber ido peor para los tres partidos de gobierno en Alemania: los socialdemócratas del SPD, los ecoliberales de Los Verdes y los liberal-conservadores del FDP a duras penas superan juntos el 30% de los votos. En las últimas elecciones federales de 2021, esa suma ascendió al 52%. En menos de tres años de legislatura, el tripartito ha dilapidado más de 20 puntos en las urnas. Una agenda política que no conecta con las principales preocupaciones de la población, las constantes rencillas entre los tres partidos y una fallida estrategia de comunicación –el socialdemócrata Olaf Scholz se presentó en campaña como el “canciller de la paz” mientras su país es uno de los mayores vendedores de armas de Israel y el segundo contribuidor militar de Ucrania– son las principales causas de la debacle.
El análisis por separado de los resultados de los tres partidos confirman el desastre. Los socialdemócratas no solo pierden las elecciones con el 13,9%, sino que además registran el peor resultado de su historia en unas elecciones europeas. Los Verdes, que antes de las últimos comicios alemanes aspiraban a situar en la cancillería al primer político ecologista en la historia de Alemania, pierden ocho puntos respecto a las últimas europeas de 2019. Y los liberales del FDP sobreviven en la miseria con un 5,2% de los votos. A estas alturas, se juegan la representación en el próximo Bundestag: en las elecciones federales alemanas, los partidos necesitan alcanzar la barrera de los cinco puntos o al menos tres mandatos directos en tres distritos electorales para estar en el Parlamento. Hoy esa meta no está asegurada para el FDP.
Victoria conservadora y avance ultra
A todo ello hay que sumar la inapelable victoria de la unión conservadora de la CDU-CSU con el 30% de los sufragios. Un triunfo claro, pero insuficiente teniendo en cuenta lo que asoma por su flanco derecho. La extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD) fue el domingo la segunda fuerza más votada por los electores alemanes con el 15,9%. Ello supone un avance de casi cinco puntos y un resultado de dos dígitos que demuestra que su espacio electoral es sólido a pesar de todas las polémicas que persiguen a la formación ultraderechista.
AfD encadenó en plena campaña una serie de escándalos que colocaban al partido en el peor de los escenarios: su cabeza de lista, Maximilian Krah, se enfrenta a una investigación de la fiscalía por conexiones de su oficina parlamentaria con el espionaje chino; Krah blanqueó además en una entrevista con el diario italiano La Reppublica a la organización nazi de las SS – “no todos sus miembros era criminales”, dijo –, unas declaraciones por las que AfD fue expulsada del grupo europarlamentario de Identidad y Democracia (ID), y que incluso fueron demasiado lejos para la dirección de un partido que está controlado de facto por Björn Höcke, un político de tesis etnonacionalistas que rayan con el neonazismo.
Ni toda esa ristra de escándalos ha conseguido frenar AfD, un partido capaz de avanzar electoralmente a pesar de una deriva radical que incluso incomoda a sus socios ultras europeos. Un dato desespera especialmente a los partidos tradicionales: en unas elecciones en las que los jóvenes de 16 años pudieron votar por primera vez en Alemania, AfD ha empatado con los conservadores de la CDU como la fuerza más votada entre los electores menores de 25 años, lo que desasosiega a la élite alemana respecto al futuro del país. Algunos analistas y políticos celebraban este lunes que la formación ultra se haya quedado lejos del 20% que le otorgaban las encuestas hace unos meses, un síntoma de la desorientación ante un partido que enfrenta a Alemania con los peores fantasmas de su historia.
¿Elecciones anticipadas?
La situación se hace cada vez más insostenible para el canciller Scholz, cuya posición política queda tocada. La oposición conservadora no ha dejado pasar la ocasión para pedir una moción de confianza parlamentaria y un eventual adelanto electoral –las próximas elecciones están previstas para septiembre del próximo 2025–. El presidente de la CDU, el derechista Friedrich Merz, no ha querido descartar una convocatoria electoral para este mismo año. El presidente de los socialcristianos de la CSU, los hermanos bávaros de la CDU, ha ido incluso un paso más allá. Markus Söder considera que “Scholz es un rey sin país” sin legitimación política ni confianza entre la población, por lo que los comicios anticipados son la única salida para él.
“La fecha electoral es en otoño del próximo año y así planeamos llevarlo a cabo”, ha respondido este lunes el portavoz del Gobierno alemán, Steffen Hebestreit, a preguntas sobre unas posibles elecciones anticipadas. Las palabras de Hebestreit son lo más cercano que ha habido a una reacción pública de Scholz a la debacle electoral de su partido y de su coalición de gobierno. El canciller evita de momento hacer comentarios públicos sobre la debacle electoral, lo que refuerza la sensación de que su figura política está en la cuerda floja.
Con peleas internas entre los partidos de la coalición tripartita –que incluso se airean en público entre los portavoces de los diferentes ministerios en las ruedas de prensa semanales– y la incapacidad de ponerse de acuerdo sobre el reparto de partidas presupuestarias y el nivel de gasto público, el único aliciente a estas alturas para socialdemócratas, verdes y liberales para agotar la legislatura es evitar unas elecciones federales que podrían empeorar aún más las cosas paras las tres formaciones.
El factor Wagenknecht
El problema para el Gobierno liderado por Scholz es que las urnas volverán a hablar en Alemania antes de las elecciones federales previstas para otoño de 2025. Tres estados federados orientales están llamados a votar después de este verano. Sajonia y Turingia celebran comicios regionales el próximo 1 de septiembre. A Brandeburgo, el estado que rodea la isla liberal y cosmopolita de Berlín en Alemania oriental, le toca hacerlo el 22 de septiembre.
En esos tres estados, la ultraderecha de AfD tiene muchas opciones de ser la fuerza más votada. A ello hay que sumar los buenos resultados que previsiblemente obtendrá la joven fuerza BSW, la escisión de los poscomunistas de Die Linke liderada por la controvertida y popular Sarah Wagenknecht. Con un discurso de izquierda en lo social y conservador en cuestiones identitarias y con la inmigración, la BWS amenaza con abrir otro frente político en una Alemania cada vez más fragmentada electoralmente y con un descontento creciente entre la población. Al Gobierno tripartito liderado por Scholz se le va a hacer largo el año y pico de legislatura que pretende agotar a toda costa.