En los últimos días, algunos han calificado el gabinete que dirige el canciller alemán Olaf Scholz como la “coalición torpe” de la Unión Europea (UE). Entre otras cosas, se le sigue reprochando falta de unidad al tripartito, integrado por el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), Los Verdes y la formación liberal del FDP. Esas diferencias internas han generado tensiones en el Gobierno.
En Berlín toca ahora debatir las cuentas del presupuesto del Estado para 2024 y el FDP del ministro de Hacienda y jefe de los liberales, Christian Lindner, no se lo pondrá fácil a los ecologistas y socialdemócratas. Para Lindner, un ordoliberal nada reacio a los recortes, no hay margen de maniobra para el gasto público.
Los ministros del Ejecutivo, sin embargo, están pidiendo a Lindner un gasto añadido para el presupuesto de 2024 de unos 70.000 millones de euros, según las cuentas que presentaba a principios de la semana pasada el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung. “Estamos en una situación difícil” y “tenemos un problema masivo de gasto”, ha afirmado Lindner a la televisión pública alemana ARD.
Son estas mimbres liberales las que sirven a Lindner para oponerse también a esa reciente propuesta de la Comisión Europea de reformar las reglas relativas al endeudamiento en la Unión para otorgar una mayor flexibilidad a los países. “Necesitamos volver a unas finanzas públicas estables y sostenibles”, ha dicho Lindner apuntando a la UE.
Este joven político liberal de 44 años y su FDP constituyen una de las principales fuentes de conflicto en el Ejecutivo de Scholz. El canciller es alguien, en principio, amigo del gasto público.
Cuando Scholz fue el último ministro de Hacienda de la canciller Angela Merkel, en lo peor de la pandemia de COVID, Alemania aceptó la idea de un endeudamiento común en la UE para lanzar el Plan de Recuperación para Europa. Frente a la crisis energética y la inflación derivada de la invasión de Ucrania, Scholz ha llegado a emplear 200.000 millones de euros públicos para ayudar a hogares y empresas de su país.
Conflictos entre ecologistas y liberales
Los crispados debates entre los liberales del FDP y Los Verdes también son una de las principales fuentes de tensión en la coalición. Varios temas distancian a los liberales de los ecologistas, como por ejemplo la energía nuclear. Aunque los Verdes aceptaron prolongar por tiempo limitado este año las tres centrales nucleares activas que quedan en el país y que tendrían que haber cerrado en diciembre de 2022, su objetivo es acabar con la energía nuclear en el futuro.
También hay integrantes de Los Verdes que están acusando al liberal Volker Wissing, ministro de Transporte y acérrimo defensor del motor de combustión de la UE de “caer en la ilegalidad”. Bruselas llegó el pasado fin de semana a un acuerdo con Alemania para acabar con los coches de combustión en 2035. La prohibición de coches contaminantes ya estaba acordada entre la Comisión Europea, los Gobiernos y el Parlamento, pero el pasado 2 de marzo Wissing bloqueó la medida.
“Wissing se desliza cada vez más hacia la ilegalidad si su Ministerio no se toma en serio de una vez la aplicación de las leyes sobre el clima”, había dicho Stefan Gelbhaar, político ecologista portavoz de Los Verdes para el tema de Transportes en el Bundestag, criticando la posición inicial de Wissing, que tras el acuerdo declaró: “Los vehículos con motor de combustión interna podrán seguir matriculándose después de 2035 si repostan exclusivamente con combustibles neutros en emisiones de CO2”.
En el actual debate presupuestario para 2024, la ministra de Familia, la ecologista Lisa Paus, ha pedido 12.000 millones de euros para su plan contra la pobreza infantil. La propuesta ha enfrentado una vez más a su formación con los liberales, especialmente con Lindner, que pretende reducir esa cifra.
Lindner también tiene que enfrentarse a las aspiraciones de aumentar el gasto del Ministerio de Defensa, en manos del socialdemócrata Boris Pistorius. El ministro llegó al cargo a principios de año, cuando la ministra de Defensa hasta entonces, Christine Lambrecht, se vio obligada a dimitir.
“Un momento en el que la coalición de Scholz pudo romperse fue cuando cayó Lambrecht. Porque, tras su dimisión, Scholz dijo inicialmente que quería mantener la paridad entre hombres y mujeres”, dice a elDiario.es Nils Diederich, politólogo y profesor de la Universidad Libre de Berlín. “Finalmente, Scholz eligió a Pistorius sobre la paridad en el Gabinete y nadie ha vuelto a discutir este punto porque todo el mundo veía que hacía falta una solución”, añade.
Diederich, veterano analista de la realidad política alemana, destaca que el canciller no es muy intervencionista y actúa casi estrictamente como lo determina la Ley Fundamental de Alemania, es decir, otorgando independencia a sus ministros. “Deja a sus ministros trabajar por su cuenta y luego, por otro lado, Scholz deja mucho espacio a que haya discusión pública sobre los temas”, señala.
“Esto da la impresión de que el funcionamiento del Gobierno alemán es caótico, pero no es así. Porque hablar es una cosa y tomar decisiones, otra”, sostiene el politólogo de la Universidad Libre de Berlin. Las decisiones importantes, en última instancia, recaen sobre la responsabilidad del canciller.
“Scholz está desarrollando de modo tranquilo su política. Lo hace a pesar de las críticas y dejando que en el debate público tengan lugar los cruces de declaraciones de miembros de distintos partidos, pero al canciller le esta funcionando esta estrategia”, dice Diederich.
Ejemplo de que esta estrategia funciona es cómo obligó Scholz a esperar a liberales y ecologistas en la entrega de carros de combate a Ucrania, ya que ambos defendían un envío rápido de estos equipos militares.
Scholz tardó en tomar la decisión del envío porque, entre otras cosas, quería que Washington acompañara a Berlín en el envío de carros de combate occidentales con destino a Ucrania. Y Scholz ganó esa apuesta, pues la Administración de Joe Biden terminó anunciando el envío de tanques estadounidenses Abrams.
En las encuestas, sin embargo, el SPD de Scholz lleva meses por detrás de la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU). El diario Bild, el más leído de Alemania, presentaba en sus páginas la semana pasada una encuesta en la que la CDU sería el partido más votado si se celebrasen ahora elecciones generales.
Dicho sondeo da a los conservadores un 28,5% de los votos, mientras que el SPD está en un 21,5%. El SPD, Los Verdes y el FDP no lograrían la mayoría en el Bundestag.