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Senegal se ahoga en plástico mientras África intenta unirse para luchar contra la emergencia climática

Varios jóvenes juegan al fútbol rodeados de basura en la playa de St. Louis al norte de Senegal

Soraya Aybar Laafou

Dakar (Senegal) —
8 de septiembre de 2023 22:26 h

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Un grupo de niñas avanza entre las calles de Mbour con unos barriles azules sobre la cabeza. Con la mirada al frente y un equilibrismo propio del continente, las jóvenes caminan hacia la playa con los últimos rayos del sol. Cuando el agua toca sus pies vierten el barril: papel higiénico usado, residuos de comida y decenas de micro plásticos. Algunos montones de basura se los llevará la corriente mar adentro. Otros permanecerán cientos de años en la orilla de esta playa del sur de Senegal. 

En St. Louis, al norte del país, Ibrahima regenta un pequeño comercio en el centro histórico de la ciudad, uno de los atractivos turísticos más importantes de Senegal. Decenas de barrenderos agrupan los restos de basura en las esquinas, pero nadie pasará a recogerlos. “Nos hemos acostumbrado a vivir rodeados de basura”, revela el joven. Con un pequeño recogedor, Ibrahima vierte en una bolsa de plástico esos restos que podrían permanecer para siempre en su calle, pero que prefiere desechar por su cuenta. “Si no lo hacemos nosotros, no lo hace nadie”, añade. 

En 2010, Senegal fue el vigesimoprimer mayor contribuyente a los desechos oceánicos del mundo, produciendo más de 250.000 toneladas de restos plásticos. 10 años más tarde, un estudio de la revista Science desveló que la cifra podía aumentar hasta las 738.000 toneladas en 2025. La ausencia de una infraestructura de recogidas de basura solida junto al historial de políticas medioambientales fracasadas en el país ha plastificado calles y playas de este país del África occidental. 

Desidia política y abandono medioambiental

“Las bolsas de plástico de un solo uso están prohibidas, pero todavía están por todas partes”, comenta Ibrahima. Su declaración choca con los intentos del Gobierno de Macky Sall, presidente del país desde 2012, por frenar la producción y utilización del plástico. Todo un reto político.

En 2015 Senegal aprobó una ley para regularizar la utilización de plásticos de un solo uso. El texto, que prohibía las bolsas de polietileno, nunca fue aplicado. Por aquel entonces, Sall dijo que el Gobierno volvería a presentar un nuevo proyecto de ley con el objetivo de prohibir una gama más amplia de plásticos. Cumplió con su palabra y cuatro años más tarde, en 2019, retomó la legislación. Volvió a fracasar. La falta de esfuerzos y recursos del Ejecutivo terminó por fiar la problemática a la responsabilidad ciudadana. 

Hasta un año después, en abril de 2020, la palabra plástico no volvió a asomarse entre los núcleos políticos del país. En este caso, la nueva ley prohibía la producción, importación, almacenamiento para la venta, la venta y el uso de cualquier forma de plástico de un solo uso o desechable. 

Aun así, y a pesar de los tres intentos, las vistas siguen siendo las mismas: calles y playas infestadas de basura. “Si el Gobierno quiere avanzar, debe de trabajar con fabricantes y minoristas para crear alternativas sostenibles y garantizar la implementación efectiva de sus legislaciones contra el plástico de un solo uso”, cuenta a elDiario.es Hellen Kahaso Dena, líder de la iniciativa de Greenpeace África 'Proyecto Plástico Panafricano'. 

Senegal es el noveno país más poblado de la región occidental con alrededor de 18 millones de habitantes. El crecimiento poblacional de los últimos años, una tendencia al alza en varios países de África, podría mermar su progreso medioambiental por varias razones. Primero porque ya se ha demostrado que la gestión de los residuos plásticos se ha convertido, sobre todo, en un desafío político. Y, segundo porque sin una base educativa sólida, las generaciones más jóvenes no dispondrán de recursos ni herramientas efectivas para combatir las amenazas climáticas, señalan fuentes de Greenpeace.  

Falta de infraestructuras

A las afueras de Dakar, un vertedero a cielo abierto se extiende a lo largo de 115 hectáreas. En su origen, el basurero de Mbeubeuss estaba planificado para ocupar solamente cinco hectáreas, pero la acumulación de desechos en el país ha multiplicado la previsión por 23. Al norte, en St. Louis, apenas hay tres centros de residuos para 250.000 personas. Allí todo termina en el vertedero de Gandón, a 15 kilómetros al sur de la ciudad. 

Senegal produce más de 2,4 millones de toneladas de residuos sólidos al año, de los cuales 1,08 no se recogen. “Senegal no tiene la infraestructura adecuada para hacer frente a los residuos. La mayor parte terminan en estos vertederos o en el medio marino”, señala Hellen Kahaso. Según datos del Banco Mundial, la tasa de recogida de basuras en Senegal es del 55%, por debajo de la media de África subsahariana, que sube hasta el 65%. 

Un déficit que, como apunta la representante de Greenpeace, afecta hoy y afectará en el largo plazo a las comunidades y a los trabajadores de los propios vertederos. Según la Organización Mundial de la Salud, un grado seguro de contaminación por partículas PM10 está cifrado en 20. En Dakar, los niveles medios llegan hasta los 146, siete veces más de lo recomendado. 

La cumbre del clima de África

Durante la celebración de la primera Cumbre del Clima de África en Kenia esta semana, una veintena de jefes de Estado y Gobierno han coincidido con un mismo discurso: África es independiente y puede autogestionar sus retos climáticos con soluciones propias. A pesar de que el continente africano contribuye al calentamiento global solo entre el 2% y el 3% del total de las emisiones globales, sigue siendo la región más vulnerable a los desastres naturales. 

“Los gobiernos africanos, incluido el de Senegal, tienen la oportunidad de reducir gradualmente la producción de plástico al reducir la inversión en combustibles fósiles hacia las energías renovables”, señala Kahaso. Actualmente, el 99% del plástico del mundo está producido con petróleo crudo y gas natural, entre los que destacan vastos focos de extracción en Nigeria, Angola, Argelia y Egipto. “Si cerramos el grifo del material utilizado para fabricar plástico, habremos solucionado este problema de una vez por todas”, sentencia la representante de Greenpeace. 

Activismo a través del plástico en Senegal

Cubierto por bolsas de plástico de los pies a la cabeza, el activista medioambiental Modou Fall lidera desde hace más de 20 años uno de los movimientos sociales contra el cambio climático con más eco en Senegal. Conocido como “el hombre del plástico”, este exmilitar no solo denuncia el desastre ecológico, sino también el despilfarro económico de grandes cumbres climáticas como la de Kenia. “Lo que hemos visto estos últimos días en Nairobi es una forma más de robar dinero al senegalés, que paga sus impuestos por unos servicios públicos salubres”, dice Modou a elDiario.es. 

“Por desgracia, el país ni siquiera quiere colaborar conmigo”, denuncia. El fundador de la organización “Senegal Prop” (Senegal Limpio, en español) critica la ausencia de una voluntad real por parte del Estado y el blanqueamiento a las grandes empresas manufactureras que siguen contaminando el país. “Como exsoldado, voy a continuar en la batalla hasta mi último suspiro”, sentencia.

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