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ENTREVISTA

Shakila Ibrahimjil, periodista afgana: “En la tele de Afganistán da igual ser hombre o mujer, nadie va a poder informar libremente”

Shakila Ibrahimjil trabajando como periodista en Afganistán (2007).

Ana Garralda

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A sus 24 años Shakila Ibrahimjil ya disfrutaba trabajando como periodista en Kabul cubriendo cualquier hecho noticioso vinculado a los derechos de las mujeres en Afganistán y su progresiva incorporación a la Universidad, el Parlamento, las fuerzas armadas y otras esferas de la sociedad.

Era el año 2007. Hacía poco más de un lustro que las fuerzas internacionales habían tomado el control de Afganistán y terminado con el quinquenio (1996-2001) del terror impuesto por los talibanes en la capital (antes ya lo sembraban en otras zonas del país centroasiático). Por entonces llovían los millones llegados de Estados Unidos y Europa para financiar proyectos de cooperación internacional para el desarrollo, la paz o la gobernanza, si bien parte de las multimillonarias sumas acabaron con los años en los bolsillos de políticos afganos corruptos o contratistas internacionales.

La joven Shakila sentía pasión por lo que hacía, hasta que a partir de 2014 los ataques de los talibanes comenzaron a intensificarse. Entonces el Gobierno de Barack Obama anunció su intención de materializar la retirada progresiva de sus tropas en el país, y la OTAN finalizó formalmente su misión de combate en diciembre de ese año.

Con la nueva oleada de violencia (en 2015 había más de cien incidentes a la semana) la reportera se vio obligada a especializarse en su cobertura y en la de las víctimas que dejaban a su paso. La cadena de televisión privada en la que trabajaba, Tolo News, a la que los talibanes llegaron a definir como “satánica”, también recibió amenazas hasta en cuatro ocasiones y en enero de 2016 se convirtió en objetivo militar. Siete de los compañeros de Shakila fallecieron en un ataque suicida contra el minibús en el que viajaban de regreso a sus casas tras la jornada laboral. Varias decenas de personas más resultaron heridas.

Tres meses después, en abril, un nuevo atentado talibán en Kabul dejó 60 muertos más y cientos de heridos. En cuestión de horas Shakila Ibrahimjil, que ya había perdido a su marido en un ataque de los extremistas religiosos, tomó la decisión más difícil de su vida: abandonaría Afganistán y lo haría junto a sus tres hijos.

Hoy la periodista charla con elDiario.es desde Bonn, donde trabaja para el servicio radiofónico y online de la cadena pública alemana Deutsche Welle.

¿Tiene noticias de la situación de sus colegas periodistas?

Por supuesto. Su situación es muy complicada. Todos aspiran a marcharse si encuentran manera de hacerlo, y aquellos que no la encuentran no tienen más remedio que aplicarse la autocensura y modular su discurso para adecuarlo a lo que los talibanes quieren oír. Es una mera cuestión de supervivencia...

La mayoría de los medios internacionales se han marchado ya o están a punto de hacerlo. Aseguran que trabajarán con informadores o contactos locales. ¿Qué le parece?

Entiendo que los medios internacionales tengan miedo por lo que les pueda ocurrir a sus periodistas, pero quienes decidan quedarse, si hay alguno, trabajarán con mucha mayor protección que los locales, que van a estar controlados y amenazados.

¿Cree que habrá un apagón informativo cuando la actualidad desplace lo que pasa en su país?

Sin duda habrá un vacío y creo que cubrirlo es responsabilidad de los periodistas afganos que vivimos exiliados en países occidentales. Debemos trabajar conjuntamente para que se siga escuchando la voz de nuestro pueblo.

Portavoces talibanes aseguran que mantendrán la libertad informativa. ¿Usted les cree?

En absoluto. Mienten. Los talibanes no tienen intención alguna de tolerar la libertad de expresión. Si dicen que lo van a hacer no es porque tengan voluntad de hacerlo, sino porque quieren parecer moderados frente a la comunidad internacional. La realidad es otra cosa.

Algunas de sus colegas periodistas de televisión ya han denunciado haber sido reemplazadas en sus puestos de trabajo por hombres…

En realidad, da igual ser hombre o mujer en estos momentos en Afganistán. Los hombres tendrán más libertad en cuestión de movimientos, pero luego se tendrán que aplicar la autocensura, pues no van a poder informar libremente.

¿Y qué les ocurrirá a quienes hayan sido críticos con los talibanes?

Habrá ajustes de cuentas. Aquellos que hayan sido especialmente combativos durante estos 20 años serán represaliados y premiarán a quienes no les hayan censurado. Intentarán domesticar a los medios de comunicación a través del miedo.

Usted pudo estudiar en la Universidad, ¿cree que tendrán esa oportunidad las niñas que crezcan en el Afganistán de 2021?

Cuando yo estaba en edad universitaria tuve la suerte de que la mujer podía estudiar. Además, mi padre y uno de mis hermanos me apoyaron financieramente. Me temo que bajo el nuevo régimen no será posible ni lo uno ni lo otro. Por otro lado, predican la segregación de género, por lo que tendrían que habilitar dos campus, uno para hombres y otro para mujeres. ¿Cree usted que lo van a hacer?

¿Cómo se ha podido llegar a esta situación?

Desde el año 2001 hasta 2014 tuvo lugar un desarrollo en todos los órdenes que resultó muy positivo para el país. Sin embargo, en 2014 hubo un punto de inflexión cuando EEUU dejó entrever que iba a retirarse de Afganistán. Entonces los talibanes comenzaron a reagruparse, a reorganizarse, recuperando posiciones, no en Kabul, pero sí en las provincias. Comenzaron su particular reconquista, menoscabando las libertades y el respeto por los Derechos Humanos. Lo que ha ocurrido después ya lo sabemos.

Organizaciones internacionales y gobiernos extranjeros conocían bien la corrupción existente en las instituciones que ellos mismos apoyaban…

Sin duda había corrupción y mala administración por parte del sistema político que acaba de colapsar, pero también por parte de los poderes externos (EEUU, UE) que financiaban el desarrollo institucional de Afganistán. Los soldados del Ejército Nacional y los agentes de la Policía Nacional, que habían sido formados y armados por Occidente, estaban infravalorados e infrapagados, lo que ha ayudado a su desplome como un castillo de naipes.

Con Estados Unidos y Europa fuera, ¿qué papel cree que tendrán China o Rusia? Pekín ya está negociando cuál será el marco de su relación con los talibanes…

Ni EEUU ni la UE vinieron a ayudar a los afganos, sino para perseguir sus propios objetivos, erradicar a Al Qaeda y luchar contra los talibanes. Esto mismo ocurre con Rusia y China, quienes también instrumentalizan a Afganistán. Pero no solo Occidente. También Pakistán e Irán lo hacen. Todos defienden su interés nacional. El “Gran Juego” de Kipling sigue vigente...

¿Cree que algún día podrá regresar a su país?

Hace dos semanas me estaba planteando solicitar un permiso para viajar a hacer una serie de reportajes y así aprovechar para ver a mi familia, pero al ver el derrumbe frente a los talibanes lo descarté. Hace seis años que no veo a mis padres, hermanos y sobrinos, pero hoy en día con las nuevas tecnologías (Zoom, Skype, etc.) se hace un poco más llevadero. Aun así tengo miedo de que les pueda pasar algo y me gustaría que pudieran salir de Kabul y venir a a Europa. Nadie en su sano juicio querría hoy criar a sus hijos en Afganistán.

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