El atentado de este martes en Bruselas ha golpeado una ciudad de poco más de un millón de habitantes. Tras dos explosiones en el aeropuerto internacional, la red de metro ha sido cerrada por una tercera bomba en la estación de Maalbeek, a poca distancia del Europarlamento.
Pepe Díez es un español que reside en Bruselas. Es funcionario de la Unión Europea y se ha librado de la bomba del metro por poco. “Esta mañana he ido a dejar a mi hijo en la guardería. A las 8.28 me he enterado de las explosiones en el aeropuerto por el grupo de whatsapp de amigos españoles”. Ha cogido el bus hasta el metro, para subirse al suburbano como todos los días. Pasa de lunes a viernes con su tren por la estación de Maalbeek, porque su parada es justo la siguiente. Sin embargo, hoy ha cambiado de opinión: “He tenido un dilema sobre si el miedo tiene que hacerte cambiar de hábitos, si te tiene que condicionar, pero al final he pensado que no iba a trabajar en metro, he bajado en la parada de mi casa en lugar de la del trabajo y he cogido el coche”.
Después de la detención del terrorista Salah Abdeslam se sentía más seguro. “Ahora recomiendan que no salga la gente. Las redes ayudan, pero se crea un poco de psicosis. Han dicho que los niños se queden en los colegios, mi hijo se ha quedado en la guardería. Mi mujer también trabaja en la Unión Europea, pero en un barrio de las afueras. Tendrá que volver en bicicleta urbana o andando, porque todo el transporte está interrumpido”.
Solo una puerta de entrada y salida
“Las sirenas se oyen desde dentro del edificio”, ha contado Rosa Llobregat por teléfono a eldiario.es desde dentro del complejo poco tiempo después de los ataques. Esta trabajadora de la institución explica que “aquí hay nervios y tensión”.
No ha habido una clausura total de edificios pero “solo hay una puerta habilitada para entrar y salir del Parlamento”, describe Llobregat. De hecho, el Presidente de la Eurocámara ha elevado el nivel de alerta a naranja en el complejo. “A los compañeros que estaban de camino hacia aquí después de las explosiones los han bajado de los autobuses que los traían”, cuenta Llobregat.
En la plaza Rogier, a apenas dos kilómetros de la sede parlamentaria, se sitúa el edificio Covent Garden: sede de la dirección general de Investigación de la Comisión Europea. Uno de sus trabajadores cuenta que “en los edificios públicos nos han pedido que no salgamos los que ya hemos llegado, y a los que no han venido, que se queden en casa”. El joven, que prefiere no dar su nombre, comenta que había pasado por la estación de Maalbeek diez minutos antes de la explosión: “Ya sabíamos que había atentados en el aeropuerto y la gente estaba seria. Se veían militares en la calle, pero lo normal en Bruselas”.
“La explosión ha sido en la hora punta para los trabajadores de la Comisión”, ha contado a eldiario.es uno de los funcionarios que trabaja a 200 metros de la estación atacada. Desde su ventana ha podido ver la puerta de entrada llena de ambulancias. A las 11:15 de la mañana divisaba el traslado de los heridos. No oyó el ruido de la explosión de la estación pero sí el humo que salía por la puerta. Uno de los compañeros de trabajo estaba en el metro en el momento de la estación y tuvo que ir caminando por los andenes hasta la estación de Schuman (a unos 300 metros).
Ahinara habla con eldiario.es desde una cafetería a pocos pasos de la estación de Maalbek: “Estoy retenida dentro del local así que deduzco que estamos en el interior del cordón policial”, ha explicado. “Se ven muchos coches de militares pero todas las calles alrededor de la estación están acordonadas”, ha descrito desde su silla. En la zona hay una mezcla de “caos y desierto. Solo se ve policías y periodistas por la calle”. El resto se mantiene en el interior de los edificios.
La confusión y el miedo
“Pensábamos que había atentados en Arts-Loi y Schuman también, pero hasta ahora lo único seguro es que ha sido en Maalbeek. A una compañera mía que estaba en esa estación la han evacuado por Arts-Loi, y quizá a ello se debe la confusión”, ha relatado el investigador español.
Esa confusión es la que refiere de manera muy gráfica Nico Muzi, que trabaja en la plaza Meeûs, a escasos mil metros de la explosión en la estación del suburbano: “Es un caos total”. Caos y miedo ya que desde los colegios públicos belgas se han puesto en contacto con los padres y madres para advertirles de que han cerrado la puerta con llave para que nadie acceda a las instalaciones pero no se les ha dado más instrucciones.