¿Socios o rivales? La extrema derecha europea se reconfigura tras el voto en Francia con la política exterior como línea de división

Mariangela Paone

10 de julio de 2024 23:37 h

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Si la primera vuelta de las legislativas supuso un terremoto político en Francia, los resultados de la segunda han dado el empujón final a una reconfiguración de la extrema derecha en Europa que llevaba tiempo gestándose, aunque no todos los actores juegan el papel que imaginaban hace tan sólo unas semanas. Las ambiciones y los escenarios que se perfilaron después del voto en las elecciones europeas del 9 de junio se han redibujado casi por completo. El rediseño empezó cuando Emmanuel Macron apretó el botón nuclear del adelanto electoral, la misma noche de ese segundo domingo de junio, un anuncio que de inmediato quitó protagonismo a dos de las grandes vencedoras de aquella cita con las urnas, Marine Le Pen y Giorgia Meloni.

También ahí, de alguna manera, el camino de las dos volvió a distanciarse. Tan sólo unos días antes, la líder de Agrupación Nacional, había expulsado de su familia europea —el grupo Identidad y Democracia— al partido alemán AfD, un socio cada vez más incómodo para la construcción del relato de la 'normalización', y había tendido la mano a Meloni expresando el deseo de una gran unión de la derecha ultra en Europa. “Está haciendo un camino interesante”, respondió entonces la italiana, que –también como presidenta de los Conservadores y Reformistas (ECR, por sus siglas en inglés– aspiraba a tener un papel decisivo en la definición de los nuevos mandos de la Unión Europea (UE).

Pero un mes es un tiempo larguísimo en una época de constante aceleración política. Y justo un mes después, Le Pen ha sido derrotada en Francia y Meloni ha tenido que digerir el revés que ha supuesto ver cómo conservadores, socialistas y liberales pactaban los nuevos cargos de la UE dejándola al margen. Mientras tanto, un Viktor Orbán que parecía arrinconado tras su salida hace tres años del Partido Popular Europeo y que había rechazado sumarse a ECR de Meloni, fue gestando la formación de un nuevo grupo y anunció su creación, bajo el nombre passe-partout de Patriotas por Europa, justo un día antes de asumir, como primer ministro de Hungría, la presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea.

Para formalizar su inscripción como grupo autónomo en el Parlamento Europeo hacían falta al menos 23 diputados de al menos siete países, un objetivo alcanzado en un puñado de días: este lunes el grupo se presentó en Bruselas con 13 partidos de 13 Estados miembros y 84 diputados. La última adhesión fue la más sonada: el partido de Le Pen, que lideraba hasta ahora ID, se sumaba a la iniciativa de Orbán. Lo hizo el día en el que tendría que haber celebrado una victoria que finalmente no llegó, cuando incluso la elección del ya exaspirante a primer ministro de Francia Jordan Bardella como presidente del grupo más que una consagración con proyección de futuro pareció un premio de consolación.

La ‘traición’ de Vox a Meloni

Y sin embargo, Orbán –que aseguró para su partido, Fidesz, la vicepresidencia primera de la nueva marca de los ultras– ya había logrado un primer objetivo: hacer de los Patriotas, que engloba a casi todos los miembros del antiguo ID –menos los alemanes de AfD–, el tercer grupo en el Parlamento Europeo, con el sorpasso al ECR de Meloni. La líder de Hermanos de Italia había visto cómo unos días antes Vox, su socio español, por el que tanto se había implicado en las campañas electorales, abandonaba ECR para pasarse a los Patriotas, el grupo que además se ha apropiado de una palabra que tanto le gustaba repetir y reivindicar.

Muy lejanos parecen los tiempos de aquel discurso incendiario de Meloni en Marbella, poco antes de las elecciones andaluzas de junio de 2022, cuando la cabeza de cartel de Vox era Macarena Olona. O aquella intervención en un mitin en 2021, cuando repitió el “yo soy Giorgia, soy una mujer, soy una madre, soy cristiana”, que entró en los anales de la historia de la retórica ultra. Pero también lejos quedan los abrazos al amigo 'Santi' Abascal en el escenario de Atreju, la fiesta grande de Hermanos de Italia, el pasado diciembre en Roma.

Abascal dijo en rueda de prensa que avisó de su decisión a la primera ministra italiana, a la que definió como “amiga y aliada”: “Con Giorgia Meloni la amistad permanece intacta; la alianza política de Vox y Hermanos de Italia permanece intacta y la comprensión de Vox hacia las circunstancias del Gobierno de Italia y de la primera ministra es absoluta, y cuenta con nuestro respaldo”. Meloni no ha comentado en público la jugada, anunciada además cuando se creía posible una victoria de Le Pen en Francia. Pero sí lo han hecho representantes destacados de su partido.

El eurodiputado Carlos Fidanza, en una entrevista con el Corriere della Sera, dijo: “[Vox] Necesitaba una colocación más radical en España. Lo sentimos, pero ECR sigue teniendo 78 diputados [en el Parlamento Europeo] y seremos decisivos en muchas ocasiones”. El ministro de Italia para los Asuntos europeos, Raffaele Fitto, fue un paso más allá el pasado domingo, restando importancia a la decisión de Abascal: “Vox es un partido que formaba parte de los Conservadores, en estas horas ha hecho una elección diferente que no cambia el fondo de las cosas a nivel europeo. Los Conservadores sigue siendo uno de los grupos más importantes, con una postura diferente. En nuestro grupo está el primer ministro italiano, el primer ministro checo y probablemente un tercer primer ministro, a saber, el primer ministro belga-flamenco”.

Las palabras de Fitto son la clave con la que Meloni trata de salir de la encrucijada en la que se ha visto tan sólo unas semanas después del voto europeo. Mientras aguarda la decisión sobre su apoyo al bis de Ursula Von der Leyen al frente de la Comisión, la presidenta del Gobierno de Italia reivindica, como hizo en vísperas del viaje a Washington para la cumbre de la OTAN, haber dado a Italia “un Gobierno muy sólido en una Europa en la que hay gobiernos menos estables que el nuestro”. El mensaje que su entorno transmite en las reconstrucciones publicadas en los últimos días por la prensa italiana es la del vaso medio lleno e, incluso, de estar soltando lastre para seguir en la senda que empezó en la campaña para las elecciones italianas de hace dos años, con el acercamiento al PPE, y afianzar las posibilidades de obtener una vicepresidencia operativa en la futura Comisión europea.

La posibilidad de un gran grupo de la extrema derecha parece ahora mismo una posibilidad muy remota. “Hay una razón por la que estos grupos están separados y hay gente como Meloni para la que esta separación es conveniente. Si los dos juntos no tienen mayoría y el PPE no tiene interés en formar mayoría con estos dos grupos, no hay razón para que se unan, mientras que en cambio hay razones para que sigan separados, por ejemplo, el deseo de respetabilidad dentro de ECR para mostrarse como euroescépticos constructivos. Por eso creo que seguirán siendo grupos separados, al menos por ahora”, comenta a elDiario.es Marta Lorimer, docente en la Universidad de Cardiff y experta en extrema derecha, con especial atención en Francia e Italia.

La división sobre Ucrania

La posición de apoyo firme a Ucrania es una las credenciales sobre la que Meloni ha apostado por acreditarse en Europa. Algo que le siguen reconociendo los líderes conservadores, en su largo cortejo a la presidenta del Gobierno italiana. No son casuales las palabras que Margaritis Schinas, el comisario para la Promoción del Modo de Vida Europeo, miembro del PPE, pronunció en una entrevista a principio de semana comentando los resultados en Francia y el nacimiento de Patriotas: “Los miembros de Patriotas no mostraron ninguna relevancia especial en el trabajo del Parlamento Europeo en el pasado, no contribuyeron a ningún resultado. Estaban permanentemente en posiciones eurófobas. No espero que esto cambie por su reagrupación en una nueva formación. Seguirán diciendo las mismas cosas desde un grupo diferente. No puedo decir lo mismo del ECR, porque una parte de él ha contribuido en muchas ocasiones a decisiones y resultados europeos importantes, por ejemplo, en el caso de la aprobación del Pacto sobre Migración y Asilo”.

Preguntado por el aislamiento de Meloni en la elección de los nuevos cargos de la UE, fue más explicito: “Tengo el máximo respeto por Giorgia Meloni. Desde su primer día como primera ministra italiana ha sido una fuerza positiva para Europa. Ha respaldado todas nuestras políticas de apoyo a Ucrania. Ha apoyado nuestro Pacto Migratorio y ha contribuido a muchas decisiones importantes en Europa. Si eres capaz de dar forma a todo esto, no te quedas al margen. La conozco personalmente, he hablado con ella largo y tendido. En el nuevo ciclo político, seguirá siendo una primera ministra fuerte, tendrá un comisario nombrado por ella, que es otra palanca de influencia. Su partido es uno de los componentes dominantes del ECR: objetivamente, no veo ningún elemento de marginación”. Sería aún más fácil para los populares tratar con el ECR, subrayó además Schinas, si en el grupo no estuviera el PiS, el partido que gobernó Polonia en la última década en un permanente pulso con Bruselas, antes de la victoria de Donald Tusk el pasado enero.

El apoyo a Ucrania y el atlantismo frente a las simpatías por la Rusia de Putin de los Patriotas: esa es la principal línea de distinción y división entre las que son ahora las dos principales familias de la extrema derecha, mientras las fuerzas aún más radicales se han unido este miércoles en un nuevo grupo promovido por la AfD, que suma sus 15 diputados a los 10 de otras formaciones marginales de siete países. Es la línea de demarcación que trazó Ursula von der Leyen en su campaña para la reelección, asegurando que colaborará en esta legislatura con quienes cumplan tres condiciones: “Ser pro-Ucrania y anti Putin, ser pro-Estado de derecho y ser proeuropeos”.

Tras el apoyo explícito a Marine Le Pen durante la campaña electoral en Francia, la cercanía del nuevo grupo de Patriotas al Kremlin quedó evidente esta semana, cuando en sus primeros movimientos como presidente de turno de la UE, Orbán decidió –tras verse con Volodímir Zelenski en Kiev– volar a Moscú, rompiendo el aislamiento europeo al líder ruso decretado desde la invasión a gran escala de Ucrania. “Llamemos a las cosas por su nombre. Los Patriotas de Europa sirven a los intereses de Rusia. Ya sea consciente o inconscientemente. Y así amenazan la seguridad y la libertad de Europa”, escribió el primer ministro checo, Petr Fiala, cuyo partido se sienta en ECR.

El factor Salvini, eterno socio-rival

En las redes sociales, volvieron también a circular estos días las imágenes de Matteo Salvini, retratado en la Plaza Roja de Moscú, enfundado en una camiseta con la cara de Putin, como ya había hecho, por otra parte, en las plenarias de la Eurocámara durante su etapa como eurodiputado. El líder de la Liga anunció a bombo y platillo el ingreso de su partido en Patriotas, como si su formación no hubiera pasado de ser la más grande de ID con 28 eurodiputados a los ocho actuales, tras un voto en el que se vio superada incluso por Forza Italia.

“Hoy nace por fin un gran grupo de Patriotas para cambiar el futuro de esta Europa. La Liga está ahí”, escribió Salvini, quien, en una especie de campaña electoral permanente, sigue una estrategia de competencia interna frente a Meloni por la derecha, como si no fuera el vicepresidente del Gobierno que ella preside. Una relación de socios y, a la vez, rivales cada vez más incómoda para la jefa del Gobierno, en un momento en el que aún negocia una posición de relieve en la UE. Así, mientras ella llega a Washington con la promesa de aumentar el gasto militar de Italia, él vuelve a poner en duda el envío de ayuda militar a Ucrania.

La dinámica de rivalidad podría reproducirse a mayor escala en el Parlamento Europeo, aunque eso no signifique caminar siempre por binarios paralelos. “Habrá que ver, porque hay una clara separación en política exterior, pero hay muchas áreas políticas en las que podrían trabajar juntos. Ahora bien, en el pasado, no lo hemos visto porque a menudo sus miembros no están entre los más presentes en el Parlamento Europeo. Lo que se desprende de nuestras investigaciones es que [estos grupos] utilizan mucho el Parlamento Europeo como un espacio para construir respetabilidad a nivel nacional. En particular, los del grupo ECR no querrán ser vistos como asociados a grupos extremistas, como los de Patriotas, como se les llama ahora. No creo que veremos una cooperación estructurada, pero podrían votar juntos en caso de una legislación de interés para todos ellos”, dice Lorimer.

Los resultados en el medio plazo de esta reconfiguración también dependerán de cómo la Agrupación Nacional de Le Pen –que ahora representa la formación ultra con más eurodiputados– gestionará la frustración de la derrota en las legislativas: si ganan las pulsiones de radicalidad o si se sigue apostando por la estrategia de “normalización”. “El Frente Nacional, ahora Agrupación Nacional, siempre ha tendido a mezclar posiciones de radicalización y moderación, y es probable que le veamos hacer algo parecido”, concluye la experta.