La violencia del racismo supremacista blanco parece haber sorprendido a muchos analistas internacionales, en shock tras atentados como los de Nueva Zelanda o El Paso. A Nicolas Lebourg (Senlis, 1974), historiador francés e investigador del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) en la Universidad de Montpellier, las noticias de estas dos matanzas no le han provocado precisamente una sensación de sorpresa.
Durante años, Lebourg ha estado dedicado a seguir de cerca la evolución política e ideológica de nazis, neonazis y otras formas de extremismo de derechas. Su último libro, Les nazis, ont-ils survécu o Los nazis, ¿han sobrevivido? (Editorial Seuil, 2019), está dedicado a la historia de las conexiones internacionales que estos grupos de extrema derecha han tratado de forjar hasta hoy. Esas tentativas se han hecho con más pena que gloria, pero sus ideas, según Lebourg, influyen en el día a día político.
Para él, por ejemplo, “el deseo de tener ahora un vicepresidente de la UE destinado al 'modo de vida europeo” responde en parte “a esa idea de que la globalización es la orientalización de Occidente y que este último tiene que defenderse”. “Es una idea que viene de estos ambientes ultra-radicales”.
En su libro habla del fenómeno de las “internacionales negras”, esas redes de radicales de extrema derecha que han existido tras la Segunda Guerra Mundial. Es curioso que se denominen así cuando están constituidas por supremacistas blancos.
Así es. Yo propuse al editor el título: “Internacionales negras, radicalidades blancas”. Pero me dijo que no era un buen título, con razón.
¿Qué son esas “internacionales negras”?
Se trata de dos tipos de redes. Hay unas redes internacionales compuestas por gente que interactúa en tiempos de la globalización. Luego existen organizaciones centralizadas, al modelo de la Internacional Comunista. Las dos realidades coexisten en las “internacionales negras”. Las que han funcionado mejor ideológicamente son las de las redes de personas porque están mejor adaptadas a la globalización. Las dos ideas que les ocupan fundamentalmente son, primero, devolver a Europa su potencia anterior a 1914 y, segundo, qué tipo de unidad crear para un mundo blanco sometido a la globalización, un proceso que [para ellos] significa la orientalización del mundo Occidental.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la segunda cuestión ha sido la más importante. Cuando yo escucho los discursos de la extrema derecha, por ejemplo, en Francia, no hay ni un discurso de Marine Le Pen que no esté organizado en torno a: “China nos invade con su ropa” y “los árabes nos invaden con el Islam y viniendo a vivir aquí”. La extrema derecha quiere crear ese pueblo blanco a través de un único modo que es la exclusión de las minorías.
Su libro se llama entonces Los nazis, ¿Han sobrevivido? Leyéndolo da la impresión de que sí. ¿Podría explicar en qué sentido lo han hecho?Los nazis, ¿Han sobrevivido?
Ha sobrevivido una versión del neo-nazismo que es más 'neo' que 'nazi'. Lo que hemos visto golpear en los atentados de El Paso o en Christchurch viene de las “internacionales negras” y no está, en absoluto, conforme con las ideas originales del nazismo. Éste consideraba, por ejemplo, que los eslavos eran “infrahumanos que debían ser esclavizados”, según decían con sus terribles términos Hermann Göring o Heinrich Himmler. Ahora estamos ante un fenómeno más transnacional en el que hay ideas que matan.
El 73 por ciento de homicidios políticos registrados en Estados Unidos desde el 12 de septiembre de 2001son actos violentos que vienen de la extrema derecha. La ideología de ésta se construye en las “internacionales negras” de los años 50 de manera underground. Al principio, los grupos que las componen fueron observados con desdén. Se les consideraba chiflados. Pero ahora mismo hay opiniones públicas en las que se afirma, por ejemplo en Francia, que está teniendo lugar una 'gran sustitución' [un recambio, según esta teoría, de una población —supuestamente original de Francia— por otra de orígenes diversos, fruto de la inmigración]. Estas ideas se han expandido mucho, más allá de la extrema derecha. Y hay gente dispuesta a matar por ellas.
¿Qué ideas del nazismo han desaparecido, cuáles se mantienen y cuáles han aparecido en estas corrientes de la extrema derecha?
Hay una idea central que se mantiene. A saber, que los judíos son los responsables de la globalización, y que esa globalización provoca un mestizaje racial que destruye a la raza blanca. La idea del complot judío que quería la destrucción de la raza blanca es algo que estaba ya en la primera mitad del siglo XX. Lo que se ha perdido es el arianismo, porque ahora en estos grupos domina la idea de la unidad de la raza blanca. También falta la idea de partido. La necesidad de un partido nazi, una estructura organizada, con disciplina y totalitaria, no está presente en la escena.
Ahora están activos grupos más o menos organizados que no tienen cultura propia del partido nazi. En Francia se ha llegado a desmantelar un grupo de terroristas que se decían fieles al General De Gaulle pero habiendo integrado las ideas del neo-nazismo estadounidense. Esto es incoherente, pero algo que ocurre en el contexto de los atentados yihadistas del 13 de noviembre de 2015 [en París] y de la crisis de los refugiados. En estos círculos de extrema derecha se teme que Europa va a ser orientalizada y que la crisis de los refugiados no es una crisis humanitaria sino una la yihad. Y en este contexto la violencia está legitimada para defender Europa.
¿Qué influencia tienen estas ideas?
Esta problemática va más allá de las personas que se identifican con la extrema derecha radical. Se observa, por ejemplo, en el deseo de tener ahora un vicepresidente de la UE destinado al 'modo de vida europeo'. Aquí juega esa idea de que la globalización es la orientalización de Occidente y que éste tiene que defenderse. Es una de esas ideas que viene de estos ambientes ultra-radicales y que se ha difundido en círculos muchos más amplios de forma que tienen mayores consecuencias a nivel político.
¿Cómo llegan esas ideas a tener una representación en el así llamado 'Ejecutivo Europeo' de Ursula von der Leyen?
Esto tiene que ver con lo que ya habíamos descrito junto a Jean-Yves Camus en el libro Droites extremes en Europe o “Derechas extremas en Europa” (Editorial Seuil, 2015). A saber, los cambios registrados gracias a los partidos que en su momento llamamos “neo-populismo”, como el de Geert Wilders en los Países Bajos o Marine Le Pen en Francia. La idea de estos partidos consiste en que ellos ofrecen un marco institucional permanente. Es decir, aseguran que no querer cambiar las constituciones de sus países y que no quieren cambiar la legislación sino utilizarla para defender a los europeos, las minorías, las mujeres, los judíos y los gays en contra el nuevo fascismo que sería el Islam. Esto ha tenido mucho éxito en esos países y también en Italia, Alemania, etcétera.
En este contexto, hemos visto transformarse la idea de la 'gran sustitución', que estaba muy presente en la escena neo-nazi tras la Segunda Guerra Mundial. Pero esa 'gran sustitución' ahora ha perdido su componente antisemita y, por eso, esa idea nazi idea ya ha pasado a ser mucho más aceptable, menos chocante. Su principal promotor ahora en Europa, Renaud Camus, un homosexual para el cual no son los judíos los que están organizando esa 'gran sustitución' sino un poder global bastante difuso.
¿Qué pasa cuando esas ideas pasan a ser “aceptables”?
Que se expresa y expande el racismo más desenfrenado, y las ideas más radicales y violentas también. Aquí se manifiesta un problema en la lucha contra las extremas derechas de todo el mundo. En Francia, durante 20 años, se ha estado diciendo que la extrema derecha del Frente Nacional [hoy Agrupación Nacional, ndlr.] es el nazismo, y que frente a esto hay que recordar Auschwitz, por ejemplo. Pero cuando la extrema derecha reniega del antisemitismo y dice que no quiere hacer un estado totalitario, entonces sus ideas se convierten en mainstream. Porque la gente dice entonces: 'Ok, no son nazis, se puede aceptar'. Es un problema querer luchar hoy contra la extrema derecha queriendo compararla con las experiencias de los estados fascistas y el genocidio del siglo XXI.
Ha hecho usted referencia al partido de Marine Le Pen en Francia o al de Weert Gilders en los Países Bajos. ¿Sería Vox el representante de estas tendencias en España?
Vox es un fenómeno populista que está vinculado a cómo están sobreviviendo los partidos de derecha de Europa. Vox es producto de la deconstrucción del Partido Popular, que ahora mismo es un partido que está siendo troceado, por un lado, por Ciudadanos y, por otro, por Vox. El PP, con su política en Cataluña, ha creado él solo una nueva oferta política que es Vox. No es la primera vez que algo así ocurre en Europa. En los años 60, en el Reino Unido, una parte del partido de los tories decidió salvarse electoralmente con un discurso de una violencia nunca vista contra la inmigración.
Es entonces cuando tuvo lugar aquel empuje electoral del National Front británico, un partido de extrema derecha. Este tipo de fenómenos han ocurrido en Europa entre los años 60 y 80. España va con retraso porque todo esto no pudo ocurrir en el momento de la Transición. En España, Mariano Rajoy ha pasado muchos de sus votantes a Vox del mismo modo que, en su día, Nicolas Sarkozy se los pasó a Marine Le Pen en Francia. La extrema derecha no sólo es que pueda ser fuerte por su oferta política, sino también por cómo se descompone la oferta política que tiene a su lado.
Empezábamos hablando de nazis y neo-nazis y ya estamos hablando del Partido Popular. Esto es significativo de cómo las ideas de la extrema derecha forman parte del Zeitgeist. Pero estas ideas no son exclusivas de Europa. También vienen de Rusia, como da cuenta la obra del filósofo Aleksandr Dugin.
Dugin publicó su primer libro en España, lo hizo antes incluso de ser publicado en Rusia. Lo publicó en su momento el Círculo Español de Amigos de Europa (CEDADE) antes de desaparecer en 1993. Pero en Rusia la aparición de los grupos neonazis es bien anterior a la caída del muro de Berlín. Éstos comienzan a aparecer en los años 60, cuando el sistema intelectual comunista comienza a desintegrarse.
Mencionaba usted a CEDADE. ¿Qué papel ha jugado España en estas “internacionales negras” de las que usted habla?
España ocupa un lugar particular, porque en los años 50 todo el mundo en esta escena, a nivel internacional, esperaba el apoyo General Franco. Pero Franco les cortó el grifo e impidió la estructuración porque el dictador español entendió que el proyecto de estas “internacionales negras” era una amenaza contra su propio régimen. Se pensaba que España sería una plataforma para estos grupos, porque en España acabaron muchos SS y colaboracionistas tras la Segunda Guerra Mundial, disfrutando así de un refugio.
Pero este refugio, sin embargo, les impidió hacer política. Franco cambió de actitud después de que la CIA estadounidense emitiera un informe dando cuenta de que esos movimientos de extrema derecha eran un enemigo para el país, porque si bien eran anticomunistas, eran fanáticos antiamericanos. Por eso la esencia de esta escena ideológica en España quedó liquidada.
Volviendo a Dugin, él ha dicho a la revista Política Exterior que Steve Bannon, el ex asesor de Donald Trump y quien quiere organizar una alianza de ultraderechistas en Europa, es un “político de alto nivel” y “mejor que todos los políticos de Estados Unidos de los últimos 200 años”. ¿Qué importancia tiene esta figura al frente de la extrema derecha?Política Exterior
Bannon es un gran publicista de su propia causa. Es mejor en eso que en organizar cualquier otra cosa a nivel internacional. La gran parte de los nacionalistas en Europa consideran que Bannon es la otra cara de la moneda en la que está George Soros. Un estadounidense que quiere organizar la extrema derecha a nivel internacional puede ser interpretado como otro elemento más de la globalización o, simplemente, puede ser visto como alguien que está tratando de hacer lo que sea en Europa para revenderse luego como asesor en Estados Unidos. Por eso genera aquí cierta desconfianza en los círculos de la extrema derecha. Aún así, existe una escena transatlántica de las extremas derechas desde los años 50.
¿Quiénes son los ideólogos originales de esa primera escena?
Entre los principales responsables de esa idea de la unidad del mundo blanco y de que había un complot para destruir la raza blanca y demás están gente como el estadounidense Francis Parker Yockey y el francés René Binet. Lo curioso es que hoy día la gente que reivindica sus ideas no los conocen para nada. Yockey y Binet, por ejemplo, son gente que ha sido olvidada pero cuyas ideas han estado ahí sembradas.
Los teóricos de este segmento político han sido olvidados, y el porqué es simple. Todos tuvieron la misma actitud en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Se pusieron al servicio de las potencias del eje. Eso vende muy poco a nivel social. Pero el trabajo de incubación quedó hecho. Por eso llegamos a figuras como Renaud Camus, alguien que no es antisemita, que es homosexual ni es fascista. Las figuras de hoy de este movimiento político de extrema derecha están desconectadas de sus fundadores ideológicos, pero son deudores de esos teóricos.