Movimientos tectónicos han agitado en cuestión de días la escena política francesa, y las consecuencias aún están por calibrar. El epicentro fue el adelanto electoral anunciado la noche del domingo por Emmanuel Macron tras el batacazo en las urnas. En un golpe de mano inesperado, Macron sacó la carta de la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de nuevas elecciones legislativas, lo que dio paso a una semana de actividad febril en los partidos políticos. Largas jornadas de negociaciones para perfilar la estructura de los tres bloques de la política francesa: la coalición de centro alrededor del partido del presidente, la alianza progresista y la extrema derecha.
El presidente francés ha justificado su decisión de convocar elecciones señalando la amplitud de la victoria de la extrema derecha de Marine Le Pen en las elecciones europeas y el bloqueo parlamentario en la Asamblea, en la que desde 2022 no existe una mayoría clara.
También ha sentado las bases de la estrategia electoral de su partido: reclamar a los votantes una “gran unión” de fuerzas moderadas para derrotar a “los extremos”, un término con el que se refiere tanto a la Agrupación Nacional (partido de Marine Le Pen, AN) como Francia Insumisa (LFI) y a sus aliados. “Léon Blum debe estar revolviéndose en su tumba”, afirmó el presidente francés en una larga rueda de prensa en referencia al histórico líder socialista del Frente Popular de 1936. Macron ha calificado la alianza de fuerzas progresistas de pacto “contra natura” entre “la izquierda republicana y la extrema izquierda”, a la que culpa “de comunitarismo, antisemitismo y antiparlamentarismo”.
La ofensiva de Macron aleja la posibilidad de un cordón sanitario contra la extrema derecha, ya tocado por el amago de acercamiento de la derecha tradicional (el partido Los Republicanos), y supone un notable cambio de discurso por parte del jefe de Estado respecto a 2022, cuando, en la semana previa a la segunda vuelta de la elección presidencial, intentaba asegurarse el apoyo de aquellos que habían votado a Jean-Luc Mélenchon, de la izquierda de Francia Insumisa, en la primera vuelta. “Quiero tender la mano a todos los que quieren trabajar por Francia”, dijo Macron entonces, llamando a crear, más allá de las diferencias, “un gran movimiento político de unidad y acción”.
Attal liderará la campaña
En un reconocimiento tácito de su propia impopularidad, Macron ha encargado a su primer ministro, Gabriel Attal, liderar la campaña. Attal ha reforzado la estrategia del presidente equiparando “el bloque de extrema derecha” con “el bloque de extrema izquierda” porque ambos “carburan a base de divisiones”.
El discurso de Macron y Attal deja entrever que en aquellas circunscripciones en las que en la segunda vuelta haya un duelo entre candidatos de LFI y de AN, la mayoría presidencial no pedirá el voto para frenar la extrema derecha, como tampoco lo hará la derecha tradicional, el partido Los Republicanos (LR).
Por otro lado, si ante la convocatoria anticipada de elecciones la extrema derecha de Marine Le Pen se perfila como la gran beneficiada, hay otro partido que podría salir reforzado. Se trata de Horizontes, la formación de centroderecha del ex primer ministro Édouard Philippe, que forma parte de la coalición presidencial. Philippe, antiguo miembro de Los Republicanos, podría convertirse en un polo de atracción para los conservadores que se niegan a pactar con Le Pen. Es uno de los favoritos a suceder a Emmanuel Macron en 2027 y, consciente de su importancia de cara a la próxima votación, reclama un mayor número y más peso de sus candidatos en la coalición.
Caos en Los Republicanos
En su antiguo partido continúa la guerra interna que se inició el martes con el anuncio sorpresa de su presidente, Éric Ciotti, de tejer una alianza electoral con Marine Le Pen, en contra de la práctica totalidad de los miembros del partido. El movimiento desencadenó una reunión urgente de la ejecutiva de la formación el pasado miércoles, que tuvo que celebrarse en circunstancias extravagantes, fuera de la sede, cerrada por orden de Ciotti. El buró político decidió, por unanimidad, la inmediata destitución del presidente. Pero Ciotti no acata la decisión, argumentando que la reunión de la ejecutiva fue, a sus ojos, “contraria a los estatutos”.
De hecho, a la mañana siguiente, Ciotti anunció en una entrevista en televisión que tenía intención de pasar la jornada en su despacho como cualquier otro día –después trascendió que sus compañeros de partido no sabían que guardaba una copia de las llaves–. En la misma intervención, advirtió: “Cualquier obstáculo a la presidencia legítima que yo ejerzo provocará acciones judiciales, incluidas penales, para aquellos que utilicen medios a los que no tiene derecho”. De momento la Justicia ha suspendido su expulsión.
Ciotti –que quiere presentarse a la reelección en su circunscripción de Niza– rechazó las listas anunciadas por la comisión de su partido y afirmó haber llegado a un acuerdo con Jordan Bardella que asegura las condiciones para alcanzar un grupo parlamentario propio “con entre 70 y 80 candidatos LR que irán a las elecciones con el apoyo de la AN”.
En el pulso judicial que comienza a dibujarse está en juego la investidura de candidatos; el riesgo es que haya dos listas paralelas de Los Republicanos con dos candidatos para cada circunscripción, circunstancia en el que la justicia francesa tendría que intervenir para tomar una decisión sobre cuál es legítima.
La sombra de Vincent Bolloré
El propio Bardella reconoció el martes haberse reunido con Ciotti el día anterior para discutir las condiciones del pacto, un encuentro que Ciotti no comunicó a sus compañeros del partido. Le Monde ha revelado además que, después de esa reunión, Ciotti acudió al domicilio del millonario Vincent Bolloré, propietario de un imperio mediático conservador que incluye radio, televisión y prensa, para definir los detalles del anuncio del pacto.
Bolloré defiende desde hace años la idea de una “unión de derechas”, aunque hubiera preferido que ésta se formase en torno al extertuliano Éric Zemmour y no a Marine Le Pen. Bolloré es un católico practicante –las relaciones de Le Pen con la iglesia no son especialmente buenas– y en lo económico rechaza los postulados de Agrupación Nacional. “Pero después del fracaso de Reconquista [el partido ultra de Zemmour], se ha decidido a conformarse con Agrupación Nacional, ya que aprecia más al nuevo presidente, Jordan Bardella”, detalla el diario francés.
Ruptura en la extrema derecha
El partido de Zemmour también se ha visto inmerso esta semana en su propia crisis con aires rocambolescos. Al término de una extraña secuencia de negociaciones secretas entre las dos principales formaciones de extrema derecha francesas, Marion Maréchal ha sido expulsada del partido Reconquista, con el que acababa de ser elegida al Parlamento europeo.
Aunque los desacuerdos entre Zemmour y Maréchal, sobrina de Marine Le Pen, son notorios desde hace tiempo, esta vez el detonante ha sido la postura sobre la unión de derechas: según Maréchal, ella era partidaria de apoyar a los candidatos de la alianza de la derecha y la extrema derecha, mientras que Zemmour prefería presentar una lista independiente (algo que él niega). “Lo que ha hecho es el récord del mundo de la traición”, afirmó Zemmour.
La izquierda se une para las legislativas
Entretanto, Bardella ha desplegado su estrategia electoral insistiendo en la posibilidad de que la “extrema izquierda” se haga con el poder y asegurando que si llega al Gobierno hará “una prioridad de la inmigración y del control de (las) fronteras” con un proyecto de ley que presentará para facilitar las expulsiones de inmigrantes en situación irregular. El joven candidato y nueva estrella ultra se ha referido así al acuerdo alcanzado en el espacio de la izquierda, que presentará listas conjuntas en los comicios del 30 de junio y el 7 de julio.
Las negociaciones han sido mucho menos caóticas entre las fuerzas de izquierda, que en solo cuatro días se han puesto de acuerdo sobre un programa común y el reparto de candidaturas. Este miércoles los partidos que forjaron la alianza Nupes (Nueva Unión Popular Ecológica y Social) en 2022 anunciaron un nuevo acuerdo para que las fuerzas progresistas presenten un único candidato en cada una de las circunscripciones, bajo el nombre “Nuevo Frente Popular” [referencia a la coalición que ganó las elecciones en 1936 y llevó a Léon Blum a la jefatura del Gobierno].
Francia Insumisa estará presente en 229 territorios, el Partido Socialista (PS) en 175, Europa Ecologías Los Verdes en 92 y el Partido Comunista en 50 (577 escaños están en juego). Además, la coalición ha recibido el apoyo de otras formaciones como la Nueva Izquierda Anticapitalista. Las negociaciones se antojaban complejas después de una campaña en las europeas en las que los ataques cruzados entre el candidato del PS, Raphaël Glucksmann, y Jean-Luc Mélenchon han sido constantes y virulentas.
El acuerdo fue rápidamente aprobado por la práctica totalidad de figuras de izquierda, incluidas voces contrarias a la Nupes, como François Hollande. “Lo más importante es que hemos sido capaces de unirnos”, aseguró este jueves el expresidente. “Tengo mis diferencias con LFI, como todos sabemos, pero llega un momento en que hay que mirar más allá de las diferencias y centrarse en lo esencial”.
No obstante, aún queda un punto importante por resolver: la designación de un líder que debe ser el candidato natural al puesto de primer ministro en caso de victoria. Jean-Luc Mélenchon ha afirmado “sentirse capaz” de ser jefe de Gobierno, aunque ha dejado claro que “será el grupo parlamentario más numeroso [en escaños] el que decida” quién es el mejor candidato. No obstante, la figura de Mélenchon, considerada por algunos como demasiado radical, es vista con hostilidad por los líderes de las otras formaciones, que además creen que reforzaría la narrativa del Gobierno de los dos extremos.
En las legislativas de 2022, Mélenchon salía reforzado por su buen resultado en las elecciones presidenciales, pero ahora no cuenta con esa ventaja. Otros dos candidatos de LFI podrían tener más posibilidades de obtener un consenso, los diputados François Ruffin y Clémentine Autain, que también figuran entre los nombres evocados para liderar la campaña.