En 1995, un veterano de la Guerra del Golfo condecorado, Timothy McVeigh, cometió el que hasta hoy sigue siendo el segundo peor atentado terrorista en la historia de EEUU (solo superado por el 11-S). Inspirado por la ideología de extrema derecha, puso una bomba en un edificio federal de Oklahoma y mató a 168 personas. Cuando fue detenido, McVeigh llevaba una camiseta con la cara de Lincoln y la frase 'sic semper tyrannis' (así a todo tirano), la frase que pronunció su asesino supremacista antes de apretar el gatillo en 1865.
Ese mismo año, miembros de la 82ª División Aerotransportada de élite formaron un grupo neonazi y dos de ellos asesinaron cerca de la base a una pareja afroamericana. Los asesinos fueron condenados a cadena perpetua y 19 soldados fueron expulsados del Ejército. Los atentados de 1995 retumbaron por todas las fuerzas armadas y recordaron un pasado no muy lejano en el que los soldados se hacían fotos libremente vestidos de uniforme en reuniones del Ku Klux Klan.
Más de dos décadas después, la extrema derecha vuelve a coger fuerza en EEUU y Europa y, con ella, los atentados terroristas. En 2018, los terroristas de extrema derecha causaron en EEUU el triple de muertos que el terrorismo yihadista. Mientras tanto, las organizaciones supremacistas de todo el mundo se esfuerzan por echar raíces en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
“Uno de los aspectos que define a la extrema derecha es un alto respeto por la autoridad y el militarismo. Hay un respeto por la implementación de la autoridad mediante la fuerza”, señala Alexander Meleagrou-Hitchens, director del programa de extremismo de la Universidad George Washington. “Esto no quiere decir que todos los soldados sean de extrema derecha, pero existe una cierta mentalidad que atrae a la gente hacia el Ejército y que también les atrae a los movimientos de extrema derecha”, añade.
En Europa, el Informe Estratégico de Europol al que han tenido acceso varios medios alemanes, alerta de esta infiltración ultra en las fuerzas armadas. “Miembros de grupos de extrema derecha están intentando convencer a miembros del Ejército y de los servicios de seguridad para aprender de su experiencia en el ámbito de la vigilancia y el combate”, sostiene el documento. En EEUU, un informe del Departamento de Defensa elaborado poco después de los incidentes en 1995 halló que los líderes adultos de la extrema derecha estaban animando a los jóvenes a alistarse en el Ejército.
En junio de este año, la prensa informó sobre una organización ultraderechista en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado alemán conocida como Nordkreuz. El grupo había accedido a ordenadores policiales y había recopilado los datos de 25.000 políticos y activistas de izquierdas. También guardaban armas y cal viva. Unos días antes de hacerse pública la noticia, el político alemán Walter Lübcke fue asesinado por un militante de extrema derecha. Y unas semanas después, alguien de la Policía filtró a movimientos de extrema derecha el nombre completo del iraquí sospechoso de un asesinato en Chemnitz, lo que provocó fuertes movilizaciones de ultras.
“Los líderes supremacistas han coordinado esfuerzos durante décadas, especialmente en EEUU, para reclutar a miembros del Ejército”, señala Jason Blazakis, director del Centro de Terrorismo, Extremismo y Contraterrosismo del Middlebury Institute of International Studies, y autor del informe ‘extremismo supremacista blanco’ publicado por The Soufan Center.
“Desde la Guerra de Vietnam, movimientos supremacistas han intentado reclutar a individuos con experiencia militar. Dado que muchos de estos grupos creen que habrá una ‘guerra de raza’, tiene sentido prepararse para esa confrontación violenta”, explica Blazakis. “Para lograr ese objetivo, no hay mejor lugar para reclutar que en el Ejército de EEUU”, añade.
Uno de los que quería iniciar esa guerra de raza en EEUU era Christopher Hasson, miembro de la Guardia Costera de EEUU que pasó cinco años en el Cuerpo de Marines y dos más en la Guardia Nacional. Hasson fue detenido en febrero de este año por tener un arsenal en su casa. Este antiguo soldado había estudiado el manifiesto supremacista de 1.500 páginas de Anders Breivick y había redactado el suyo propio. Durante dos años, creó una lista de personas a las que matar y planeó atentados para crear una “patria blanca”.
Brandon Clint Russell, miembro de la Guardia Nacional de Florida, es uno de los fundadores del grupo neonazi Atomwaffen Division. Russell fue detenido en 2017 tras un registro en el que la policía encontró explosivos en su casa. En agosto de ese año, la popularidad del grupo se disparó tras la marcha ultra en Charlottesville en la que un supremacista mató a una persona. En esas movilizaciones también estaba Vasillios Pistolis, un miembro en activo del Cuerpo de Marines que presumió de “abrir tres cabezas” en esas movilizaciones.
En mayo de este año, un informe de la inteligencia militar canadiense también reveló que la Atomwaffen Division está presente entre sus filas. El documento señala que desde 2013, Canadá ha identificado a 53 soldados vinculados con movimientos o incidentes de extrema derecha.
Un soldado del Ejército estadounidense desplegado en Fort Riley, Kansas, fue detenido en septiembre por distribuir información online sobre cómo construir una bomba y por intentar viajar a Ucrania para luchar con los ultraderechistas del Batallón Azov. Ucrania se ha convertido en el Afganistán de la extrema derecha, es decir, el escenario perfecto para radicalizarse y poner en práctica su ideología violenta.
'Alex', que se describe como un veterano del Ejército de EEUU, apareció en un podcast supremacista estadounidense en el que presumió de haberse unido a la guerra en Ucrania tras sentirse “aburrido” en el Ejército. Shawn Irwood, supuesto veterano de la Marina también se trasladó a Ucrania a combatir, según ha publicado el medio de investigación Bellingcat.
Las guerras en las que ha combatido EEUU en los últimos años también han favorecido la radicalización de ultraderechistas. “Han estado combatiendo durante los últimos 10-15 años contra musulmanes racializados, por lo que es más fácil generar odio contra ellos”, señala Meleagrou-Hitchens.
“Es mucho más fácil que gente a la que han matado a sus amigos o que han resultado heridos ellos mismos compren la idea de que los musulmanes son una amenaza. A ello se suma la veneración por la fuerza autoritaria. Por eso siempre habrá intentos de la extrema derecha por sumar a gente de las fuerzas armadas”, añade.
El miedo a reconocer la amenaza
En 2009, la Oficina de Inteligencia y Análisis del Departamento de Seguridad Nacional de EEUU publicó un informe que ya contemplaba este riesgo. “El Departamento de Seguridad Nacional cree que la extrema derecha intentará reclutar y radicalizar a veteranos que regresen [de conflictos de Irak y Afganistán] para explotar sus capacidades y conocimientos. La voluntad de un pequeño porcentaje de militares a unirse a grupos extremistas en los 90 por su descontento, desilusión o el sufrimiento de los efectos psicológicos de la guerra se está replicando en la actualidad”, señalaba el informe.
Políticos y periodistas conservadores criticaron el documento, alegando que intentaba etiquetar a todos los conservadores como “potenciales terroristas”. Finalmente, el secretario de Seguridad Nacional se vio forzado a pedir perdón a los veteranos ante la presión. Y es que la ley estadounidense no permite aplicar la regulación antiterrorista porque solo contempla el terrorismo extranjero. Mientras otros países como Reino Unido y Canadá ya han actuado contra estos grupos nacionales, EEUU, no. Esto se debe principalmente a razones históricas.
“En EEUU hay mucha historia del uso inapropiado de las herramientas de inteligencia y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado contra ciudadanos estadounidenses que no constituían una amenaza violenta”, recuerda Blazakis. “El FBI espió a gente como Martin Luther King. Por eso hay un gran temor en EEUU a que estas herramientas se usen con fines políticos en lugar de seguridad. Este argumento tiene cierto sentido cuando ves a congresistas proponiendo leyes para designar como terroristas a grupos como Antifa cuando no han matado a nadie”, añade.
La historia del supremacismo blanco infiltrado en las filas del Ejército de EEUU tiene su origen en los regimientos segregados que lucharon en la Guerra Civil. El Ku Klux Klan, fundado en 1866 por un grupo de veteranos de la Guerra Civil del bando confederado, reclutó abiertamente en las fuerzas armadas y en los años 20 llegó a tener una rama oficial en el USS Tennessee de la Marina. En 1948 el presidente Truman ordenó acabar con la segregación en el Ejército, pero la última unidad de afroamericanos no se disolvió hasta 1954.
El problema no acabó ahí. Miembros del Klan desfilaron y quemaron cruces en una base estadounidense en Vietnam para celebrar el asesinato de Martin Luther King en 1968. En 1976, marines en Camp Pendleton, California, celebraron reuniones del Klan. En 1979, la organización celebró un evento en Virginia para intentar reclutar soldados. Finalmente, en 1986, después de la publicación de una fotografía de militares portando una bandera del KKK, el Pentágono prohibió la pertenencia a organizaciones extremistas. Aún queda trabajo por hacer