Charles Moore es la única persona que ha tenido acceso a todos los secretos de Margaret Thatcher. Ella misma desempolvó para el exdirector del muy conservador diario The Telegraph las cajas de cartas en que confesaba sus amores de juventud a su hermana Muriel y otros muchos secretos relevantes de su carrera política. Desde 1997, fecha en que decidió que encargaría la escritura de su libro biográfico a Moore, la Dama de Hierro fue un libro abierto para él y le facilitó entrevistas con sus amigos y familiares. Moore ha entrevistado a 315 personas para esta biografía. Todo con dos únicas condiciones: que el libro estuviera escrito en estilo histórico y que se publicara sólo una vez ella hubiera fallecido, de tal manera que ella nunca pudiera leerlo. Cumpliendo con sus deseos, el primer volumen de ese libro, Not for Turning fue publicado el 23 de abril, 15 días después de su muerte.
Hoy el hombre al que Thatcher regaló sus secretos para que los convirtiera en historia charla con eldiario.es en un hotel de Londres junto a la plaza de Trafalgar Square.
¿Qué es lo que más le sorprendió de ella a lo largo de su investigación?
El mayor descubrimiento fueron las cartas a su hermana Muriel de cuando era joven en que le hablaba de sus novios, algo que ella siempre negó. Fue muy interesante descubrir cómo era su vida de verdad cuando era una chica joven.
En su libro menciona que algunos de los asesores de Thatcher le advirtieron de que se estaba saltando todas las normas no escritas de los hombres y que aquello estaba sentando mal en su Gabinete. Thatcher fue una de las primeras mujeres que llegó a adquirir tal poder en política (Indira Gandhi fue primera ministra de India antes que ella, en 1966). Sin embargo, no se la puede considerar una feminista. ¿Puede explicarnos cómo utilizó su feminidad para hacer política?
Ella tenía lo que llamamos en Reino Unido el síndrome de la abeja madre, o sea, era ese tipo de mujer que pensaba: “si yo lo he hecho, otras mujeres lo harán”. No creía en el feminismo como lo conocemos. Además ella prefería la compañía de los hombres a la compañía de las mujeres y estoy seguro de que esa era una de las razones por las que amaba ser primera ministra porque estaba rodeada de hombres menos capaces que ella a los que, además, mandaba todo el tiempo.
Ella creía que las mujeres eran superiores a los hombres. Es algo que me dijo abiertamente. Creía que las mujeres sabían cómo hacer las cosas y que ellas entienden el mundo mejor que los hombres. Tenía una gran confianza en su éxito, en parte porque era mujer. Sabía que sería un impedimento por un lado, pero que las consecuencias últimas serían mejores.
Pensaba que si se concentraba en los asuntos de las mujeres, los hombres no la tomarían en serio y esto sería negativo para las mujeres. Ella no quería esos trabajos-nicho, supuestamente más aptos para las mujeres. Antes de llegar a Downing Street fue ministra de Educación pero realmente no quería desempeñar esa labor. Aspiraba a tener lo que quieren los hombres: dinero, guerra y poder, lo que a nivel de Gobierno se traduce en ministro de Economía, Defensa o Asuntos Exteriores y primer ministro, y esos son los trabajos que ella buscó activamente.
Usted menciona en su libro que Denis, el esposo de Thatcher, la encontró llorando a los pies de la cama por los soldados británicos muertos en las Malvinas. ¿Mostró en algún momento alguna compasión similar por las vidas de sus oponentes, como los más de 300 argentinos que fallecieron en el hundimiento del crucero Belgrano?
Le preocupaba la muerte de hombres jóvenes, parcialmente por su punto de vista de madre. Por ejemplo, durante la huelga de hambre de miembros del IRA ella estaba muy enfadada de que estos hombres jóvenes murieran de hambre (o que sus jefes políticos les hicieran morir de hambre, que era la visión que ella tenía).
En el caso de Argentina ella no tenía corazón por los soldados y marineros porque el corazón lo tenía en la parte política. No le gustaba que se vieran las muertes de argentinos como equivalentes con las muertes británicas. Después de la Guerra de las Malvinas hubo un acto de acción de gracias en la Catedral de San Pablo. El párroco no quería que sirviera para dar las gracias, sino para conmemorar a las víctimas de ambas partes. Esto provocó un encontronazo con la primera ministra, que quería agradecer a Dios la victoria británica. Creo que esta anécdota refleja muy bien su visión sobre el asunto.
Durante años, ha sido el director de uno de los periódicos más conservadores de Reino Unido. ¿Ha hecho algún esfuerzo especial para ser neutral sobre su figura?
Sentí que tenía que hacer dos cosas: por un lado, ser completo y global en mi visión de su figura y de estos papeles porque nadie los había visto antes. Por el otro lado, debía considerar al lector general porque no es un libro sólo para expertos en política, así que tenía que pensar todo el tiempo en cuáles son las cosas más interesantes para un ciudadano de a pie. Además he procurado por todos los medios intentar ser más justo de lo que lo serían otros libros del mismo tipo sobre Thatcher. Algunos pueden ser más polémicos. El mío no es polémico, es comprensivo con ella pero no idólatra.
Siendo periodista, ¿por qué ha decidido utilizar un estilo histórico para este libro?
Fue su elección, no la mía. Ella me pidió que fuera en ese formato y ella decidió que fuera yo su historiador. Yo no lo pedí y me pareció que no podía rechazar tal propuesta. Durante los primeros años no pude hacer mucho trabajo porque aún era el director del Telegraph pero desde el principio de 2004, cuando dejé de ser director del diario, comencé a trabajar muy intensamente en ello.
¿Cuántas entrevistas ha hecho para este libro?
He entrevistado a 315 sólo para el primer volumen pero en uno o dos años sacaré el segundo, que cuenta desde la guerra de las Malvinas hasta su muerte. En total ya he entrevistado a más de 500 personas.
¿Tuvo la oportunidad de charlar con ella sobre la crisis financiera actual?
A veces dijo cosas pero creo que no sería justo ponerlas en su boca porque realmente no sabía lo que estaba pasando en el mundo. El último evento político en el que puso cierta atención fue la guerra de Irak. En los últimos cuatro años yo iba de vez en cuando a hacerle visitas de cortesía pero no era capaz de seguir una conversación.