60 años de la crisis de los misiles: documentos inéditos revelan lo cerca que estuvo el mundo de la catástrofe nuclear
El comandante de un submarino soviético equipado con armas nucleares entró en pánico y estuvo a punto de lanzar un torpedo nuclear durante la crisis de los misiles de Cuba ocurrida hace 60 años, cegado y desorientado por las tácticas agresivas de Estados Unidos, según documentos inéditos recién traducidos al inglés.
Muchos historiadores especializados en temas nucleares coinciden en que el 27 de octubre de 1962, conocido como “sábado negro”, es la fecha en la que el mundo ha estado más cerca de una catástrofe nuclear. Dos semanas antes, Estados Unidos había tenido conocimiento de la existencia de misiles de medio alcance de la Unión Soviética en Cuba, lo que había generado una crisis diplomática. Ese mismo día, un avión espía U-2 estadounidense fue derribado cuando sobrevolaba Cuba y otro desapareció sobre Siberia cuando el piloto se desorientó.
Seis décadas después del “día más peligroso del mundo”, la semana pasada salió a la luz que un avión de guerra ruso disparó un misil cerca de un avión de vigilancia británico Rivet Joint que sobrevolaba el Mar Negro. Esta información no ha hecho más que aumentar la preocupación de que un error de cálculo o un accidente puedan desencadenar una escalada incontrolada.
En octubre de 1962 Estados Unidos envió sus fuerzas antisubmarinas para dar caza a los submarinos soviéticos que trataban de pasar la “cuarentena” impuesta a Cuba. El momento más peligroso se produjo cuando uno de esos submarinos, el B-59, se vio obligado a salir a la superficie a altas horas de la noche en el Mar de los Sargazos para recargar sus baterías y se encontró rodeado por destructores y aviones antisubmarinos estadounidenses que sobrevolaban la zona.
En un testimonio traducido recientemente, uno de los oficiales superiores a bordo, el capitán de segunda clase Vasily Arkhipov, describía la escena. “Sobrevuelos de aviones a solo 20-30 metros de la torre de mando del submarino, uso de potentes reflectores, fuego de cañones automáticos (más de 300 proyectiles), lanzamiento de cargas de profundidad, paso por delante del submarino de destructores a una distancia peligrosamente cercana, apuntando con cañones al submarino”, recordaba Arkhipov, jefe del Estado Mayor de la 69ª brigada de submarinos.
En su relato, ofrecido por primera vez en 1997 pero publicado ahora en inglés por el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington, se hace evidente que el comandante del submarino, Valentin Savitsky, perdió los nervios. Arkhipov dijo que uno de los aviones estadounidenses “encendió potentes reflectores que los cegaron y les dolían los ojos”. “Fue un shock”, contaba. “El comandante era físicamente incapaz de dar órdenes, ni siquiera podía entender lo que estaba pasando”, relataba.
Arkhipov explicaba por qué esa situación fue tan peligrosa: “El comandante podría haber ordenado instintivamente, sin contemplaciones, una 'inmersión de emergencia'; entonces, después de sumergirse, a nadie se le habría ocurrido la pregunta de si el avión estaba disparando al submarino o a su alrededor. Así es la guerra”.
“Cálmate, mira: están haciendo señales”
En su relato, Arkhipov minimizó su papel y lo cerca que estuvo el comandante del submarino B-59, Savitsky de lanzar el único torpedo con punta nuclear del navío. Sin embargo, Svetlana Savranskaya, directora de los programas rusos del Archivo de Seguridad Nacional, entrevistó a otro comandante de submarino de la misma brigada, Ryurik Ketov, quien dijo que Savitsky estaba convencido de que estaban siendo atacados y de que la guerra con Estados Unidos había comenzado. El comandante entró en pánico y pidió una “inmersión urgente” y que se preparara el torpedo número uno con la cabeza nuclear.
Sin embargo, como el oficial de señales estaba en medio, Savitsky no pudo bajar inmediatamente por la estrecha escalera de la torre de mando y, durante esos pocos momentos de vacilación, Arkhipov se dio cuenta de que las fuerzas estadounidenses estaban haciendo señales en lugar de atacar, y disparando deliberadamente a un lado del submarino.
“Llamó a Savitsky y le dijo: 'Cálmate, mira están haciendo señales, no están atacando, devolvamos la señal'. Savitsky se dio la vuelta, vio la situación y ordenó al oficial encargado de esa tarea que devolviera la señal”, explica Savranskaya. Otros dos oficiales habrían tenido que confirmar cualquier orden de Savitsky antes de poder lanzar el torpedo nuclear.
Tom Blanton, director del Archivo de Seguridad Nacional, señala que las tácticas agresivas empleadas por los cazadores de submarinos norteamericanos también contribuyeron a estar muy cerca de un ataque nuclear.
En una conferencia celebrada en La Habana en 2002, John Peterson, teniente del USS Beale, el destructor más cercano al submarino ruso, dijo que a él y a su tripulación les había molestado la orden de utilizar solo cargas de profundidad de práctica, que se limitaban a hacer un fuerte ruido. Así que metieron granadas de mano en tubos de rollo de papel higiénico que mantendrían el pasador presionado durante un par de cientos de metros antes de desintegrarse, y hacer que la granada explotara junto al casco del submarino. El oficial de inteligencia de señales ruso del B-59, Vadim Orlov, describió la sensación como la de estar dentro de un bidón de aceite golpeado por un mazo.
Los oficiales y la tripulación estaban exhaustos. Habían navegado desde el extremo norte de Rusia, en submarinos que no estaban adaptados para aguas cálidas. Según recuerda Arkhipov, la temperatura interna en el compartimento del motor llegó a alcanzar los 65 grados centígrados, con niveles de dióxido de carbono varias veces superiores a los normales, y había muy poca agua potable.
El factor suerte
El incidente del B-59 fue solo uno de los momentos críticos que se produjeron ese día. Un U-2 estadounidense desapareció sobre Siberia cuando el piloto perdió la orientación, cegado por la aurora boreal y confundido por el mal funcionamiento de la brújula cerca del polo norte.
Se enviaron algunos aviones interceptores F-102 para proteger al U-2, pero los jefes del Estado Mayor que dieron la orden de despegue no sabían que habían sido armados con misiles nucleares, es decir, siguiendo el protocolo habitual cuando se activa el nivel DEFCON 2. Minutos después, los jefes del Estado Mayor se enteraron de que otro U-2 había sido derribado sobre Cuba y asumieron que se trataba de una escalada deliberada por parte de Moscú. En realidad, la orden había sido dada por dos generales soviéticos en Cuba, al margen de Rusia. Los jefes del Estado Mayor tampoco sabían que había 80 ojivas nucleares en los misiles que ya estaban en Cuba cuando recomendaron que Estados Unidos realizara ataques aéreos y luego una invasión de Cuba.
El presidente John Kennedy anuló la recomendación, mientras avanzaban las negociaciones con los representantes soviéticos, algunas en un restaurante chino de Washington. Eso llevó finalmente a la retirada de los misiles soviéticos de Cuba y, posteriormente, la retirada de misiles estadounidenses de Turquía.
Tom Collina, director de política del Ploughshares Fund, un grupo que trabaja por el desarme, señala que el sábado negro “nos recuerda que el factor principal que ha permitido que en el pasado hayamos salido de situaciones como ésta es la suerte”.
“Se gestionó bien la situación, tuvimos algunos buenos líderes”, dice Collina, coautor de The Button (El botón), un libro sobre la carrera armamentística nuclear. “Pero, básicamente, tuvimos suerte en las situaciones en las que hemos estado más cerca de entrar en una guerra nuclear”, asegura.
Este septiembre
En el incidente sobre el Mar Negro del 29 de septiembre de este año, dos aviones de combate Su-27 rusos siguieron a un avión de vigilancia electrónica Rivet Joint de la Fuerza Aérea Británica (RAF), y uno de los aviones rusos soltó un misil. Las fuerzas aéreas rusas investigaron y afirmaron que fue el resultado de un mal funcionamiento técnico. Las autoridades británicas no están convencidas de que fuera un accidente, pero las comunicaciones interceptadas evidencian que los controladores rusos en tierra se sorprendieron por lo sucedido, lo que sugiere que si fue una demostración de fuerza deliberada fue decisión del piloto, y no una orden de Moscú.
Este incidente provocó una visita no programada a Washington el 18 de octubre por parte del ministro de Defensa del Reino Unido, Ben Wallace, para coordinar las respuestas en caso de un error de cálculo o un choque accidental entre la OTAN y las fuerzas rusas, y para llegar a un acuerdo con Washington para que el Reino Unido reanude las patrullas Rivet Joint con escolta de cazas.
Collina dice que el riesgo de catástrofe seguirá existiendo mientras las armas nucleares formen parte de la estrategia militar. “La lección que deberíamos haber aprendido en 1962 es que los seres humanos son falibles y que es un error que confluyan crisis, seres humanos falibles y armas nucleares”, dice. “Y aun así, ya estamos otra vez”, concluye.
Traducción de Emma Reverter.
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