“Dos grupos de hombres mayores gritándose los unos a los otros”: esa es la opinión de casi la mitad de los jóvenes acerca del referéndum sobre la UE, según YouGov. Es un resumen tan sofisticado como cualquiera que pueda mencionar.
Para quienes creen en una sociedad que no esté amañada en favor de una élite que se enriquece a sí misma descaradamente, el debate oficial del referéndum sobre la UE es un erial político desalentador. Por un lado, una facción que cree en los recortes, en la privatización y en las políticas que favorecen a los más ricos; por otro, una que cree en los recortes, en la privatización y en las políticas que favorecen a los más ricos, con un añadido de xenofobia y racismo codificado.
Es este veneno extra el que debe funcionar como argumento decisivo para que se escuche otra voz fuerte y desafiante: votar por la permanencia para construir una Europa nueva y justa y derrotar a una campaña que derrocha prejuicios desnudos y fanatismo. Una guerra entre dos facciones tories que usan el alarmismo vacío, como era de esperar, deja fríos a muchos de los electores.
YouGov señala que solo el 20% de los británicos menores de 25 años quieren salir de la UE; entre los mayores de 65, la cifra se eleva al 56%. Pero sabemos cómo puede acabar esta historia. En las últimas elecciones generales, los jóvenes que fueron a las urnas optaron de forma decisiva por los laboristas, pero solo en torno a cuatro de cada diez votaron; los mayores, sin embargo, no solo apostaron de forma abrumadora por los tories por encima de los laboristas, sino que casi ocho de cada diez fueron a votar. Podría ser una batalla de participación la que decidiese este referéndum. Votar para que Reino Unido siga siendo miembro de la UE conlleva poco entusiasmo; los que quieren irse son los que están más encendidos. Eso debe cambiar.
Las campañas por la ruptura con Europa se han convertido en una amenaza para la cohesión social del país. Durante décadas, muchas de sus figuras de referencia han albergado un deseo a menudo ferviente de salir de la UE. Han ganado experiencia política de primera línea y se han asociado con conocidos intelectuales y grupos influyentes de derechas. La idea de dejar la UE hace que sus corazones políticos palpiten más rápido.
Pero a pesar de todos esos años, toda esa pasión y toda esa experiencia, no tienen una visión coherente ni optimista. Es como si la culminación de sus vidas políticas les hubiera pillado desprevenidos.
Revelando su total abandono de toda argumentación económica, Leave.EU incluso publicó un cartel que decía: “No es por la economía, estúpido. Es por la soberanía”. Pero esta panda de charlatanes ha rellenado su vacío de ideas con prejuicios incendiarios. Su campaña se puede reducir ahora, sin un ápice de distorsión, a: “No dejéis pasar al peligroso extranjero”. Están conjurando a demonios que no serán fáciles de mitigar, sea cual sea el resultado del referéndum.
Tengamos en cuenta su estrategia. Vote Leave –la campaña oficial a favor del Brexit– ha difundido una lista de ciudadanos de la UE que cometieron violaciones y asesinatos en Reino Unido, entrando en el prejuicio de que la libertad de movimiento nos expone a extranjeros saqueadores. Aseguraron con falsedad que Turquía entrará en la UE (una mentira clara) y argumentaron que eso colocaría a Reino Unido a merced de los “delincuentes turcos”.
Esta semana, Leave.EU retuiteó un vídeo que incluye la representación de una mujer envuelta en una bandera de la UE siendo violada por migrantes de piel oscura. Pero la cosa va a peor. La BBC ha informado esta semana de que Vote Leave dedicará ahora todos sus ataques a la inmigración. “En shock... Miserable y divisionista si es cierto”, fue la respuesta de la diputada tory Sarah Wollaston, y ella apoya el Brexit. La campaña cree que su única oportunidad de victoria radica en que los votantes, cuando su bolígrafo vacile sobre las papeletas en la intimidad de la cabina de votación, tengan el miedo a los extranjeros en el centro de sus pensamientos.
Superficialmente, ese cálculo parece sensato. La animadversión hacia la inmigración es endémica en el Reino Unido moderno. La campaña oficial por la salida de la UE esperaría que gente como yo despache todas las preocupaciones sobre la inmigración como algo racista. No voy a hacerlo, y no creáis que es cierto: hay una diferencia entre preocuparse por la inmigración y ser receptivo a una campaña cuyo objetivo central es demonizar a los extranjeros.
Pongamos el UKIP, el partido convencional más vinculado a la carga contra la inmigración: es, según varias encuestas, tanto el menos aprobado como el más desaprobado de entre los principales partidos. Su obsesión por los extranjeros, y su retórica venenosa que siembra miedo a los rumanos que se están instalando entre los vecinos, lo ha retratado como un partido tóxico para buena parte de la población, incluidas personas preocupadas por la inmigración.
Dicho esto, un voto por la permanencia en la UE no puede ser solo por parar una campaña que aviva el racismo. Estoy apoyando a Otra Europa es Posible, que arranca este sábado una gira por el país. En lugar de defender el status quo, esta campaña quiere unirse a gente de todo el continente para construir una Europa justa y democrática, gobernada según los intereses de la mayoría.
Aspira a construirse sobre la base del descarrilamiento del TTIP –el tratado comercial entre la UE y EEUU– por la presión popular en toda Europa. Puede aprovechar el ascenso de movimientos como Podemos en España, que busca desafiar el programa de recortes y privatizaciones que se ha impuesto en todo el continente.
Pero, ante una campaña basada en el fanatismo, hay que derrotarla y humillar a sus instigadores. Pongamos el reciente intento de Zac Goldsmith de convertirse en alcalde conservador de Londres. Agitó una campaña llena de islamofobia, y al hacer eso ayudó a movilizar a votantes desencantados que de otra manera se podrían haber quedado en casa, lo que le garantizó la derrota.
Goldsmith ha quedado como un político desacreditado y acabado. Su destino es ahora una página en blanco. Hay que derrotar a los políticos y activistas que aspiran a traficar con los insultos a los inmigrantes y la agitación del racismo.
Hay votantes más jóvenes e inclinados a la izquierda que actualmente no votarán, que están viendo los toros desde la barrera o que incluso, como yo mismo, estuvieron tentados por el Brexit, en especial si David Cameron negoció la eliminación de elementos progresistas de la UE como los derechos de los trabajadores.
Sí, Londres y Reino Unido son lugares distintos. Pero la estrategia de Vote Leave se debe tratar como una declaración de guerra. Ha inyectado un nuevo sentido de urgencia en la campaña, y hay que usar su propia bilis para movilizar a los votantes que sienten una combinación de pena y aversión.
Ya no solo está en juego la UE. Hay que romper y desacreditar esta campaña fanática, al igual que se logró con otra campaña en la capital.
Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo