El sol brilla en Zaporiyia. Es sábado y cuadrillas de trabajadores municipales salen a plantar flores en los arcenes. En los mercados hay puestos con bastante movimiento, vendiendo todo tipo de productos, desde alimentos y bebidas hasta artículos electrónicos. Incluso hay algunos bares y cafés abiertos.
Pero el frente está a apenas media hora de coche desde esta ciudad industrial, y gran parte de la región que tiene en Zaporiyia su capital está bajo ocupación rusa. Bajo la calma que se respira, la mayoría de la gente está inquieta por lo que le espera en los próximos días y semanas. Aquí y en todo el sur y este de Ucrania.
Tras el fracaso en su intento de avanzar rápidamente sobre Kiev, el presidente ruso Vladímir Putin retiró a finales de marzo las tropas de los alrededores de la capital ucraniana, dejando a su paso dolor y rabia. Ahora se espera un gran ataque sobre el Donbás, en el este de Ucrania, para tomar más terreno en la región y lograr avances que pueda presentar como una victoria.
El Gobierno ucraniano ha recomendado a los residentes de la cercana región del Donbás que evacúen de inmediato. En la ciudad vecina de Dnipro, el alcalde dijo hace unos días a las mujeres, niños y ancianos que se fueran. Pero lejos del campo de batalla, los civiles también pueden encontrar la muerte mientras intentan escapar, como demostró el grave ataque ruso con misiles contra una multitud de civiles en Kramatorsk el viernes pasado.
“La batalla por el Donbás no va a ser solo una batalla por ese territorio, va a ser una batalla por la seguridad del mundo”, dice Ivan Fedorov, alcalde de Melitópol, ciudad al sur de Zaporiyia que fue ocupada durante los primeros días de la guerra.
Los soldados rusos secuestraron a Fedorov y después lo liberaron en un intercambio de prisioneros. Ahora trabaja desde una oficina en Zaporiyia.
Durante una entrevista con The Guardian, su estado de ánimo refleja la mayor firmeza de los ucranianos a la hora de seguir luchando contra el ataque ruso pocos días después de que las noticias sobre los crímenes de guerra cometidos en Bucha y en otras pequeñas ciudades cercanas a Kiev conmocionaran al mundo.
“No debemos hablar de medias tintas, ya se han cruzado todas las líneas rojas, miles de ciudadanos pacíficos han sido asesinados”, dice Fedorov. La entrevista se interrumpe una y otra vez por las llamadas que el alcalde recibe en sus dos teléfonos sobre las evacuaciones en la Melitópol ocupada.
¿Ucrania debe seguir intentando negociar un acuerdo de paz? Fedorov responde con enfado. “Bucha ha sido borrada, jodidamente borrada, ¿cómo se puede pensar que vamos a aceptar medias tintas?”.
El sentimiento de Fedorov, ampliamente compartido, hace pensar en una batalla larga y sangrienta por el Donbás: las fuerzas de ataque rusas, más centradas y decididas, se enfrentan un Ejército ucraniano rejuvenecido y con sed de venganza en este territorio que lleva ocho años en guerra.
“Melitópol no estaba preparada”
Los edificios gubernamentales de Zaporiyia están protegidos con sacos de arena. La Policía se ayuda de perros rastreadores para controlar a los pasajeros de la estación de tren y las sirenas antiaéreas suenan varias veces al día. Los evacuados de Mariúpol y de otras ciudades ocupadas por Rusia esperan en la estación ferroviaria antes de seguir su viaje hacia el oeste de Ucrania y la seguridad.
En la calle principal hay un cartel enorme dirigido a hipotéticos ocupantes rusos. “¡Soldado ruso! ¡Los ucranianos están defendiendo a sus familias! ¿Y por qué vas a morir? Baja las armas. Sigue vivo”.
Es posible que Rusia no disponga por el momento de los recursos necesarios para lanzar un ataque a gran escala contra ciudades como Zaporiyia o Dnipro. Pero no parece probable que Putin haya renunciado a poner bajo control de Moscú al menos la mitad oriental de Ucrania. “Se concentrarán en las regiones de Donetsk y Lugansk, ahí es donde veremos las batallas más serias por ahora”, dice a The Guardian la vice primera ministra de Ucrania, Iryna Vereshchuk. “Lo que pase después dependerá de cómo vayan las cosas en el campo de batalla”.
Fedorov explica que Zaporiyia y Dnipro tienen la ventaja de haber tenido tiempo para preparar una defensa fuerte. “Melitópol no estaba preparada”, dice. El Ejército ruso se hizo con el control de Melitópol y de otras ciudades del sur de Ucrania en los primeros días de la guerra y casi sin luchar.
Pocos días después de que los rusos se hicieran con el control de Melitópol, un grupo de hombres armados que Fedorov supuso que formaban parte de los servicios de seguridad rusos apareció en su oficina. Le dijeron que podía seguir trabajando siempre que aceptara el control ruso sobre la ciudad. “Dijeron que Melitópol es Rusia y que podíamos seguir haciendo lo que hacíamos, pero que debíamos reconocer que ahora ellos estaban a cargo de la seguridad de la ciudad”.
Melitópol es una ciudad mayoritariamente rusófona y muchos de sus habitantes tienen familiares en Rusia. Fedorov, que también tiene parientes al otro lado de la frontera, dice que la gran mayoría de la ciudad es ahora firmemente proucraniana y que esto se ha intensificado desde la invasión rusa.
El cautiverio
Como casi todos en su equipo, Fedorov se negó a cooperar con los rusos, según explica, lo que los enfureció cada vez más. Sobre todo, cuando los manifestantes con la bandera de Ucrania empezaron a tomar las calles. “Estas manifestaciones fueron la gota que colmó el vaso de los rusos y el motivo por el que decidieron apresarme. A plena luz del día, llegaron al centro de asistencia social que habíamos montado el primer día para repartir ropa y comida, me ataron las manos, me pusieron una bolsa en la cabeza y me sacaron de allí”.
Halyna Danylchenko, la alcaldesa nombrada por los ocupantes, grabó un vídeo pidiendo a la población local que diera la bienvenida al dominio ruso. “Ahora nuestra principal tarea es adaptarnos a la nueva realidad, para que podamos empezar a vivir de una nueva manera”, dijo.
Los soldados trasladaron a Fedorov a uno de los centros de detención preventiva de Melitópol, ahora bajo control ruso, y le dijeron que firmara cuatro hojas donde se hacía constar la dimisión de su equipo y su entrega del poder. Fedorov dice que los firmó porque entendió que no tenían ninguna validez legal y porque le aseguraron que podría irse si lo hacía. Después de hacerlo, lo soltaron solo un día y medio. A última hora de la tarde del 7 de marzo, apareció un nuevo interrogador que comenzó un interrogatorio nocturno, con un grupo de hombres armados de pie detrás de él, recuerda.
Fedorov cuenta que no fue sometido a maltrato físico en el centro de detención, pero dice que tiene claro que otros sí lo sufrieron. “Hacían juegos psicológicos, [el interrogador] fue más o menos educado, pero oí gritos de la celda de al lado; se podía escuchar perfectamente que le estaban rompiendo los dedos a alguien”.
Define sus conversaciones con los carceleros como surrealistas. “Les pedí que me explicaran qué estaban haciendo en mi ciudad, en mi país. Me dijeron: 'Venimos a emancipar la lengua rusa'. Y yo les dije: 'En Melitópol, el 95% de la gente habla ruso, ese problema no existe”.
Los guardias también le dijeron que habían venido a liberar a Ucrania de los nazis y a impedir que los veteranos de la Segunda Guerra Mundial recibieran palizas, cuenta. “Hay 34 veteranos vivos en Melitópol. Los conozco a todos, tenemos buena relación, nos felicitamos el 9 de mayo [día en el que se celebra la victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi], nos reunimos el 23 de octubre en el Día de la liberación de Melitópol, esta es nuestra historia”, dice Fedorov. “No solo no les pegamos, sino que les agradecemos mucho que vivamos bajo un cielo pacífico, de eso no hay duda”.
Tras seis días de cautiverio, Fedorov fue entregado en un intercambio de prisioneros, y desde entonces se encuentra en Zaporiyia. Después de reunirse con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, emprendió una gira por Europa con el mensaje de que Occidente debía de hacer más por apoyar a Ucrania. “Si no hay paz en Ucrania, habrá guerra en Europa”, dijo al presidente de Francia, Emmanuel Macron, cuando los dos se encontraron en París.
“Putin no se contentará con una solución negociada”
En la semana transcurrida desde el viaje a París de Fedorov, las noticias sobre los crímenes de guerra en Bucha y en otros lugares han hecho mucho más difícil la posibilidad de una solución negociada al conflicto, al menos en el futuro inmediato.
Aunque había dudas sobre la disposición de ambas partes a llegar a un acuerdo en términos mínimamente cercanos a lo aceptable para el otro, las delegaciones de Rusia y de Ucrania se reunieron en Estambul el 29 de marzo. Fuentes cercanas al presidente de Turquía, Recep Tayyip ErdoÄan, informaron entonces a los medios de que habían estado cerca de llegar a un acuerdo durante la última ronda de negociaciones.
Pero a medida que salen a la luz más y más historias de asesinatos, violaciones y otros crímenes de guerra, el optimismo parece cada vez más fuera de lugar. “Debemos abordar esto de forma profesional, sin emociones y con un enfoque productivo”, dijo Rustem Umerov, un diputado ucraniano que forma parte del equipo negociador de Kiev. Pero también dejó claro que para ganar terreno en las negociaciones Ucrania, a su juicio, tenía que seguir infligiendo derrotas al enemigo en el campo de batalla. “Entendemos que el poder político fluye de la situación militar”.
Fedorov considera, sin embargo, que para Ucrania sería una estupidez detenerse antes de derrotar por completo a Rusia en el campo de batalla. Hacer eso solo serviría para ganar tiempo antes de una nueva ofensiva rusa, dice. “Es un error tratar de predecir un desarrollo lógico de la situación, tenemos que revisar el paradigma para incluir en él a un hombre enfermo que tiene ambiciones imperiales y una visión del mundo enferma”, dice. “¿Alguien se cree que se va a contentar con alguna solución negociada? No, nunca. Solo cuando esté totalmente derrotado”.
Traducido por Francisco de Zárate.