Los responsables de la regulación de la calidad del aire en el condado de Los Ángeles han levantado los límites a la cantidad de incineraciones permitidas porque la tasa de fallecimientos actual es más del doble de la que había antes de la pandemia y a que hay una cantidad inmanejable de cuerpos sin vida.
Hace una semana había más de 2.700 cuerpos almacenados en los hospitales locales y en la oficina forense del condado, según dijo el domingo pasado el Distrito de Gestión de Calidad del Aire de la Costa Sur (South Coast AQMD, por sus siglas en inglés) cuando explicó su decisión de suspender los límites a las incineraciones mediante un decreto ejecutivo.
Es la primera vez que este organismo ha suspendido los límites de incineraciones, dice Nahal Mogharabi, director de comunicación del organismo.
Los 28 crematorios que existen en el condado de Los Ángeles tienen capacidad para realizar más cremaciones, pero la mayoría de los permisos incluyen un número máximo al mes por regulaciones medioambientales, dice Mogharabi.
Los activistas medioambientales llevan años reclamando que se limite la cantidad de incineraciones, ya que estudios científicos han demostrado que las emisiones de mercurio de los empastes dentales pueden resultar tóxicas. Mogharabi dice que se espera que “el impacto de sustancias tóxicas en el aire” como resultado del reciente decreto sea “relativamente bajo”.
El decreto fue solicitado por la oficina del servicio forense del condado de Los Ángeles y el Departamento de Sanidad pública tras confirmar que la cantidad de cuerpos acumulados era una potencial amenaza a la salud pública, dijo el South Coast AQMD. Además, advirtió que la oficina del servicio forense ha anticipado “otra ola” de fallecimientos que comenzaría de cuatro a seis semanas después de Año Nuevo.
Un trabajador en la Sociedad de Crematorios de Los Ángeles ha asegurado por teléfono a The Guardian que no había nadie disponible para hablar porque todos estaban muy ocupados: “Estamos por encima de nuestra capacidad”.
La acumulación de cuerpos es el último dato espeluznante que ilustra la gravedad de la crisis de coronavirus en Los Ángeles. Según datos del domingo pasado, el condado llevaba contabilizadas 13.848 muertes por COVID-19. La mitad de ellas ocurrieron en los dos meses que han pasado desde el Día de Acción de Gracias.
El lunes, California se convirtió en el primer estado de Estados Unidos en registrar más de tres millones de casos del virus, según datos de la Universidad Johns Hopkins.
Los hospitales de la región luchan por dar tratamiento a los enfermos más graves de los 13.000 nuevos casos que son diagnosticados cada día. Funcionarios de sanidad han dado instrucciones a los servicios de ambulancias de no trasladar a pacientes con pocas posibilidades de supervivencia. Mientras tanto, algunos hospitales luchan por mantener su provisión de oxígeno.
La presión sobre el “sistema de gestión de difuntos” es solo un aspecto de la crisis. El periódico Los Ángeles Times ha informado que la Guardia Nacional de California ha sido convocada para ayudar a hospitales y morgues a almacenar cuerpos en camiones refrigerados.
Mientras tanto, parece lejana la esperanza de que la vacunación contra el coronavirus traiga algo de alivio. Hasta ahora, en California solo se ha administrado la primera dosis de la vacuna al 2,2% de su población, una de las tasas más bajas de Estados Unidos. Solo Idaho, Carolina del Sur, Georgia y Alabama están por detrás, según un análisis de los datos oficiales de Centros para el Control y Prevención de Enfermedades realizado por The New York Times.
Traducido por Lucía Balducci