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The Guardian en español

Del anuncio secreto a la primera ministra al tuit: así se fraguó la noticia de la muerte de la reina

Imagen de la reina tras su fallecimiento este jueves.

Dan Sabbagh

9 de septiembre de 2022 22:24 h

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Enseguida fue evidente que algo grave estaba ocurriendo. Poco después de mediodía, el canciller del Ducado de Lancaster, Nadhim Zahawi, se había dirigido con urgencia a la Cámara de los Comunes para pasarle una nota a la primera ministra, Liz Truss. El líder de la oposición, el laborista Keir Starmer, estaba interviniendo en la cámara mientras el ministro Zahawi informaba en susurros a Truss.

La vicepresidenta del Partido Laborista, Angela Rayner, también recibió una nota momentos después. Se quedó digiriendo su contenido, antes de levantar la vista con un gesto de duda y preocupación. El debate sobre la limitación del precio de la energía seguía en marcha, pero los 150.000 millones de libras del paquete de ayudas del Gobierno ya habían dejado de ser la noticia del día.

Los periodistas en la sala se dieron cuenta muy rápido. Para provocar semejante actividad, tenía que ser algo importante. Las conjeturas apuntaron rápidamente hacia la salud de la reina. Dos días antes, la monarca de 96 años había presentado un aspecto frágil en Balmoral durante su invitación a Truss a formar gobierno. Tenía un hematoma claramente visible en la mano derecha, probablemente provocado por una cánula.

No hubo que esperar demasiado. Poco después de las 12.30 horas, el Palacio de Buckingham emitía un comunicado inusualmente claro. “Los médicos de la reina están preocupados por la salud de Su Majestad y han recomendado que permanezca bajo supervisión médica”, decía. Se ahorraron otros detalles. “La reina sigue estando cómoda”, decía también un texto en el que significativamente no había ninguna otra afirmación, más positiva, sobre su estado de salud.

Unos minutos más tarde, el presidente de la Cámara de los Comunes, Lindsay Hoyle, interrumpió brevemente el debate en los Comunes, justo cuando se ponía en pie Ian Blackford, líder en Westminster del Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés). La costumbre es que los miembros del Parlamento no debatan sobre la reina, que ni siquiera la mencionen, pero esta vez se dejó de lado el precedente. “Enviamos nuestros mejores deseos”, señaló Hoyle a la reina en una breve declaración antes de darle la palabra al diputado.

A continuación, hubo una avalancha de mensajes oficiales subrayando la gravedad del estado de salud de la reina. Truss dijo estar “profundamente intranquila”, y Starmer escogió las palabras “profundamente preocupado”. “Que la presencia de Dios fortalezca y conforte a Su Majestad, a su familia y a quienes la asisten en Balmoral”, escribió en la red social Twitter el arzobispo de Canterbury, Justin Welby.

En Westminster se decía que a las “personas con funciones constitucionales” se les había dado la instrucción de prepararse para lo peor. Un asistente de uno de ellos cuenta que durante el almuerzo estuvieron inmersos en una cadena de “llamadas de emergencia”, mientras los organismos oficiales repasaban los preparativos para la que se conoce como 'Operación Puente de Londres', el plan de los actos previstos por la muerte de la reina y que culmina con un funeral de Estado.

“Así es como funciona”, dijo a sus amigos un antiguo líder de la oposición. El aviso oficial de palacio y las declaraciones que siguieron se ajustaban al protocolo que había sido comunicado en su día. Entre bastidores, a los periodistas especializados en la Casa Real se les indicaba que “el puente no ha caído”. Es decir, que por muy grave que fuera la situación, la reina seguía viva en su casa de Escocia.

Para entonces, la BBC ya había interrumpido bruscamente el programa Bargain Hunt en su canal principal. A eso de las 12.40, horas la pantalla se puso brevemente en negro antes de dar paso a la presentadora de noticias Joanna Gosling leyendo el comunicado de Palacio. La cadena nacional pasó a cubrir en directo las noticias, con Huw Edwards tomando el relevo después y usando una corbata negra para informar sobre los acontecimientos.

La familia comenzó a reunirse en el castillo de Balmoral, en Escocia. El príncipe Carlos, hijo mayor y heredero de la reina, ya estaba junto a su madre cuando se difundió ese primer comunicado. Él y su esposa Camilla se habían estado quedando cerca, en la finca de Aberdeenshire, desde donde solían visitar por las mañanas a la reina, con un estado de salud precario.

La princesa Ana, también en Escocia, se dirigió rápidamente a Balmoral. En poco tiempo, ya estaban en camino los demás hijos de la monarca y sus nietos. El príncipe Guillermo y el príncipe Andrés, entre otros, se subieron en Northolt (noroeste de Londres) a un avión especial de la Fuerza Aérea Británica (RAF, por sus siglas en inglés) que los llevó hasta Aberdeen. El convoy llegó a Balmoral poco después de las cinco de la tarde.

El príncipe Harry se ausentó de la ceremonia de premios benéficos que tenía agendada y se dirigió por su cuenta a Balmoral sin la compañía de su esposa Meghan. Kate, la duquesa de Cambridge, se quedó en Windsor para recoger a sus tres hijos pequeños en el primer día de colegio. Era la primera vez que George, Charlotte y Louis iban juntos al colegio.

Aunque el tiempo no acompañaba, algunos grupos comenzaron a juntarse en torno al Palacio de Buckingham y a Balmoral a medida que se hacía de noche. Durante una videoconferencia sobre la crisis de Ucrania, el presidente estadounidense, Joe Biden, le dijo a Truss que él y su esposa tenían a la reina y a su familia en sus pensamientos.

Dos horas de secreto

Durante unas horas no se hizo público lo que estaba pasando. En privado ya se sabía que había ocurrido lo peor: la reina había fallecido. Un reinado de 70 años había terminado después de la que parece haber sido una corta enfermedad final. El secretario del gabinete, Simon Case, se lo comunicó a Truss a las 16.30 horas. Pasaron dos horas antes de que se diera la noticia al resto del país.

A los periodistas en la Casa Real les dijeron que esperaran un aviso al que poco después seguiría un anuncio importante, una práctica habitual de palacio. El aviso llegó justo antes de las 18.30 horas, seguido por el comunicado que nadie quería escuchar.

“La reina ha muerto en paz esta tarde en Balmoral”, comenzaba. Un reinado que comenzó en el blanco y negro de 1952 llegaba a su triste final 70 años después con la noticia automáticamente resonando en las redes sociales de todo el mundo. Mientras lo hacía, el palacio hacía hincapié en la sucesión: “El rey y la reina consorte permanecerán en Balmoral esta noche y volverán mañana a Londres”.

La pantalla de la BBC pasó a emitir las imágenes de una bandera en el Palacio de Buckingham que ya ondeaba a media asta. Edwards se preparaba para hacer el anuncio más emotivo de su carrera como presentador. Tenía aspecto y voz de estar al borde de las lágrimas. “Hace unos momentos, el Palacio de Buckingham ha anunciado la muerte de su majestad la Reina Isabel II”, dijo. Repitió el anuncio varias veces, como si la noticia fuera demasiado grande para ser asimilada de una sola vez.

A continuación, el himno nacional y luego unos instantes de reflexión para los espectadores. El rey Carlos III, que asciende al trono en un momento inevitable de tragedia familiar, emitió un comunicado unos 20 minutos después: “Me consolará y me sostendrá tener constancia del respeto y del profundo afecto que se tenía a la reina”. Sería el primero de muchos homenajes oficiales y personales.

Truss, que llevaba dos días como primera ministra (para la reina fue la número 15 y la última), salió a hablar delante de Downing Street. Con aspecto un poco inseguro, dijo que la reina era “la roca sobre la que se construyó el Reino Unido moderno” y terminó, en algunos momentos con la voz quebrada, diciendo “Dios salve al rey”.

Las multitudes, que ya se contaban por miles, se juntaron en torno al Palacio de Buckingham y de Balmoral. Mientras tanto, la BBC buscaba una imagen que tuviera el simbolismo apropiado. La encontró al pasar a la cobertura en el castillo de Windsor. Detrás de la azotea había aparecido un arcoiris en el que, por un momento, se detuvo la cámara.

Traducción de Francisco de Zárate

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