Dana Loesch, portavoz de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), dijo muchas mentiras la semana pasada. Loesch, de gira por los medios de comunicación para contrarrestar el aumento de jóvenes enfurecidos tras la masacre en el instituto de Parkland, se sentó el pasado miércoles junto a estudiantes del instituto Marjory Stoneman Douglas en un plató de CNN.
Allí, mintió a los estudiantes y a los padres afligidos diciendo que la NRA quiere aumentar los controles de antecedentes de compradores de armas (cuando en realidad se opone) e insistió en que “la gente que está loca” no debería poder obtener armas, a pesar de que la NRA se opone a prohibir la tenencia de armas a personas con enfermedades mentales.
Sin embargo, la mentira más descarada de esa noche fue la insistencia de Loesch en que las mujeres podrían defenderse mejor de las violaciones si llevaran armas de fuego, un argumento que no sólo puede ser fácilmente rebatido, sino que sirve a un objetivo específico: la NRA quiere que creamos que las armas protegen a los más vulnerables, en lugar de ver la realidad, que es que las armas matan a los más vulnerables.
Es mucho más probable que una mujer sea herida a que sea protegida por un arma de fuego. Las mujeres que viven situaciones de abuso están en mayor peligro si hay un arma de fuego en la casa, sin importar de quién sea, y una mujer tiene más posibilidades de morir asesinada por su pareja con una pistola que con el resto de armas juntas. (Loesch y la NRA saben todo esto, por supuesto, pero aun así llevan años ejerciendo presión contra políticas que impidan que las armas lleguen a manos de los autores de abusos).
Esto es muy importante si tenemos en cuenta que la gran mayoría de ataques sexuales no son cometidos por extraños que se esconden tras un arbusto, sino por conocidos, amigos, e incluso parejas.
Además de que todos los datos demuestran que las armas de fuego matan más de lo que protegen a las mujeres, también hay que remarcar qué sucedería si las mujeres llevaran armas para defenderse de violadores y acosadores.
Si una mujer fuera violada y no hubiera llevado un arma de fuego, ¿la culparíamos por tonta, igual que la cultura ahora culpa a las mujeres que son atacadas por la noche o se han bebido una copa?
En los últimos meses hemos visto cómo son tratadas las mujeres que se atreven a alzar la voz contra los hombres que les han hecho daño. ¿Alguien de verdad cree que si las mujeres dispararan a sus atacantes les iría mejor?
¿Y en qué momento debería disparar una mujer que teme ser violada? ¿Debería apretar el gatillo cuando él ignora su primer “no”? ¿Después de que él la empuje a la cama? ¿O debería la mujer esperar a ser literalmente penetrada antes de disparar para estar segura?
Sinceramente no tengo fe en que un sistema judicial que continuamente abandona a las víctimas de violaciones y les culpa por lo sucedido vaya a ser amable con las mujeres que maten a sus atacantes. De hecho, las mujeres que han intentado protegerse de ataques sexuales o violencia machista no han recibido elogios como heroínas de la Segunda Enmienda, sino que han sido arrestadas.
Marissa Alexander fue enviada a prisión tras disparar sólo un tiro de advertencia a su marido violento. Bresha Meadows tenía sólo 14 años cuando disparó a su padre en un intento de proteger al resto de su familia de él: fue condenada por asesinato con agravante. En ambos casos, la NRA no dijo ni una palabra. Pero seguro que no tiene nada que ver el hecho de que ni Meadows ni Alexander sean mujeres blancas.
Las armas de fuego no nos han protegido nunca ni lo harán. No ayudarán ni a las mujeres ni a los niños. Las armas de fuego nos matan. Loesch y la NRA lo saben muy bien, pero sus objetivos siempre están por encima de la seguridad de los estadounidenses más vulnerables.
Citando a mi nueva heroína, la estudiante Emma González, superviviente de la matanza de Parkland: “Eso son gilipolleces”.
Traducido por Lucía Balducci