Un nuevo día y otro escalofriante misterio en Corea del Norte. Kim Jong-nam, el hijo mayor de Kim Jong-il y hermanastro del actual líder norcoreano, Kim Jong-un, murió el lunes en el aeropuerto de Kuala Lumpur, donde dos mujeres lo atacaron mientras se preparaba para volar hacia Macao. Una de las dos agresoras, con la inscripción LOL en la camiseta y una minifalda vaquera, escapó en taxi. En las primeras versiones del asesinato se decía que las mujeres habían usado jeringuillas con veneno. Luego se supo que Kim alcanzó a decirles a los médicos en su agonía que le habían cubierto la cara desde atrás con un trapo empapado en un líquido.
¿Quién lo hizo? Tal vez atrapen al asesino y cuente toda la verdad. Ya ocurrió otras veces. En diciembre de 1987, la agente Kim Hyon-hui formó parte del grupo de dos norcoreanos que se hicieron pasar por japoneses para colocar una bomba en el vuelo 858 de Korean Airlines. El avión explotó cerca de Birmania en pleno vuelo provocando la muerte de 115 personas, en su mayoría de Corea del Sur. Tras su detención en Bahréin, los agentes norcoreanos se tragaron cápsulas de cianuro: el compañero de Kim murió. Ella sobrevivió y fue enviada a Seúl. En la capital de Corea del Sur, la mujer se hundió y confesó. Más tarde escribió una autobiografía que se convirtió en un éxito de ventas.
También está el caso de Jang Song-thaek, tío de Kim Jong-un. Las afirmaciones de Corea del Sur sobre las purgas en Corea del Norte rara vez pueden confirmarse. A veces, quedan desmentidas de manera vergonzosa cuando “los muertos” reaparecen. Pero la muy conocida y brutal muerte de Jang en 2013 demuestra que Kim Jong-un no tiene escrúpulos cuando se trata de ejecutar a sus propios familiares como “traidores” si los considera una amenaza.
¿De tal tío, tal hermano? Si aplicamos el principio cui bono (¿a quién beneficia?), Kim Jong-un, o el régimen norcoreano, deben ser los principales sospechosos. Pero primero descartemos otros posibles asesinos. Kim Jong-nam tenía contactos de negocios bastante turbios, le gustaba apostar y, como su difunto padre, tenía una compleja vida amorosa. Pero a una amante despechada o a un mafioso que quiere cobrar su deuda les habría alcanzado con disparar o apuñalar a Kim Jong-nam. El recurso ultratecnológico de utilizar un trapo con veneno a lo James Bond recuerda al poder del Estado.
Kim Jong-un tenía motivos para cometer un fratricidio. En las monarquías o en las familias autocráticas, cualquier familiar de perfil alto es una amenaza. Como primer hijo, algo muy importante en las culturas confucianas, Kim Jong-nam era visto por todos como el posible heredero hasta 2001, cuando fue detenido en el aeropuerto japonés de Narita, donde dijo haber llegado para llevar a su familia al Disneyland de Tokio. Había viajado a Japón usando un pasaporte falso de República Dominicana bajo el nombre de Pang Xiong (“oso gordo” en chino).
Acosado constantemente en los aeropuertos por periodistas surcoreanos y japoneses, tuvo la mala idea de decir lo que pensaba frente a algunos de ellos: el caso más conocido es el de Yoji Gomi, que publicó un libro basándose en un extenso intercambio de correos electrónicos con Kim Jong-nam. Aunque en general el hermano de Kim Jong-un fue cauto, algunos de sus comentarios, en especial su crítica a la sucesión hereditaria, deben haber causado rencor en Pyongyang.
Pero ese lapso de franqueza fue breve y ya había pasado un tiempo desde que se produjo. El libro de Yoji se publicó en 2012. Desde entonces, Kim Jong-nam se recluyó. Fue visto en contadas ocasiones pero no hizo más comentarios. Según los servicios de inteligencia surcoreanos, una fuente bien informada aunque no siempre fidedigna (tienen sus propios intereses), en una carta de 2012 Kim Jong-nam suplicó a su hermano que los perdonara a él y a su familia.
Tal vez China sea la clave. Como residente de Macao durante años, Kim Jong-nam admitió haber recibido la protección china, aunque al final le fallaran. Por más improbables que fueran, las repetidas sugerencias de que Pekín podría preferir el estilo reformista (aunque ligeramente desorganizado) de Kim Jong-nam frente al de su impulsivo hermano menor, empeñado en reforzar la amenaza nuclear, deben haber puesto nervioso a Kim Jong-un. Aunque lleva cinco años en el poder, Kim Jong-un no ha visitado China aún. Mejor dicho, no ha visitado ningún país. Es muy difícil que esta supuesta preferencia china haya aumentado la esperanza de vida de Kim Jong-nam.
¿Pero por qué ahora? Tal vez Kim Jong-nam finalmente planeaba desertar, algo que según él no había hecho nunca. De otra forma no se comprende por qué en este momento se produce su asesinato. A menos que no haya sido ordenado por Kim Jong-un, sino que alguien lo haya ordenado para impresionarlo. En las tiranías personalizadas, las agencias compiten por demostrar su lealtad al líder haciendo todo lo que sea necesario y más.
Irónicamente, la última purga de Jong-un tuvo como objetivo a su principal seguidor, Kim Won-hong, separado en enero de su cargo como ministro de Seguridad del Estado y jefe de la temida policía secreta. ¿Qué mejor manera para el Bowibu (como se conoce coloquialmente al Ministerio de Seguridad Estatal) de probar su lealtad y recobrar el favor del joven líder que eliminando de manera espectacular a su desleal hermano? Además lo podrían presentar como un regalo para el 16 de febrero, el día en que nació el padre de ambos, Kim Jong-il, y el día de una de las festividades más importantes de Corea del Norte.
Hasta ahora, todo es pura especulación. Lo único cierto es que Kim Jong-nam está muerto y ya no representa ninguna amenaza. Queda un extraño colofón: los que sugieren que existía rencor entre los hermanos ignoran un dato extraordinario. Según Kim Jong-nam, él y Jong-un (a quien le deseaba lo mejor aunque el sentimiento no fuera mutuo) jamás se conocieron. En un régimen famoso por sus silencios, este debe ser el más extraordinario de todos.
Traducido por Francisco de Zárate