Quién es Bidzina Ivanishvili, el misterioso multimillonario que está detrás del acercamiento de Georgia a Rusia
En las sinuosas calles de la antigua Tiflis, la capital de Georgia, uno tiene la sensación de estar permanentemente bajo su atenta mirada. Desde una mansión de cristal en lo alto de una colina, que los críticos comparan con la guarida de un villano de las películas de James Bond, Bidzina Ivanishvili, el hombre más rico e influyente del país, ha guiado durante más de una década el proceso de alejamiento del país caucásico de Occidente.
Con la última victoria de su partido en las cruciales elecciones parlamentarias del pasado sábado, parece que esa trayectoria continuará en los próximos años. Los partidos de la oposición ya han alertado del peligro de que Ivanishvili desmantele el frágil experimento de tres décadas de democracia en Georgia, mientras bloquea cualquier proceso viable hacia la integración en la UE.
Desde su breve mandato como primer ministro entre 2012 y 2013, el hermético oligarca, cuya riqueza se calcula en 7.500 millones de dólares en un país cuyo PIB es de 30.000 millones de dólares, ha ejercido en gran medida su influencia entre bastidores y muchos georgianos lo describen como el “titiritero” del país.
El sábado por la noche, Ivanishvili sonrió en público en la sede de su partido cuando la comisión electoral del país anunció que la formación gobernante, Sueño Georgiano (SG), fundada por él, había obtenido el 54% de los votos, un resultado que le asegurará el poder durante otros cuatro años.
Tras el discurso del oligarca, los fuegos artificiales iluminaron el cielo y sus fuertes estruendos resonaron por toda la ciudad, como un reflejo de la desesperación de una oposición cuyas esperanzas de formar una coalición prooccidental se habían esfumado.
Ivanishvili pasó gran parte de la década de los 90 en Rusia, donde fundó empresas bancarias, metalúrgicas, inmobiliarias y de telecomunicaciones y se enriqueció en el caótico periodo posterior al colapso de la Unión Soviética.
Cuando regresó a Georgia y entró en política, optó por cultivar un aire de misterio. Sus extravagantes aficiones, que incluían la cría de tiburones y cebras y la recolección de árboles raros, acapararon la atención del público, y las historias sobre sus lujosas aficiones se convirtieron en anécdotas populares en todo el país. “Podría contarte lo que quisiera y no podrías comprobar si es verdad o mentira”, dijo una vez en una inusual entrevista.
Retórica tránsfoba y antiliberal
Ivanishvili asumió un papel más visible en el período previo a las elecciones del sábado, que se consideraron una votación decisiva que podría determinar si Georgia se aleja de su tendencia a acercarse a Occidente y refuerza sus lazos con el Kremlin.
La reaparición pública del oligarca coincidió con una fuerte escalada del discurso antiliberal y antioccidental de su partido. En una entrevista reciente, cargada de retórica tránsfoba y homófoba que recuerda a la de los foros de extrema derecha en Internet, Ivanishvili describió a Georgia como un país inmerso en una lucha cultural contra Occidente, al que acusó de intentar imponer valores corrosivos en el país. Afirmó que, en Europa, los padres presionan a los niños para que se sometan a cirugías de reasignación, y que la “leche de hombre” para bebés se considera “igual que la leche de mujer”.
Ivanishvili aconsejó a quienes dudaran de sus afirmaciones que vieran imágenes de un acto del Orgullo en Barcelona, alegando que en él había niños pequeños y “todo tipo de orgías”.
También ha enmarcado la campaña electoral de su partido en torno a acusaciones de que Occidente, junto con la oposición del país, intentaba arrastrar a Georgia a un conflicto como el de Ucrania, un mensaje potente en un país donde muchos temen una guerra con Rusia desde que las tropas de Putin invadieran brevemente el país en agosto de 2008.
Los detractores de Ivanishvili y quienes trabajaron con él en el pasado advierten de que detrás de su retórica grandilocuente se esconde un peligro real. En este sentido, señalan sus promesas de prohibir los principales partidos de la oposición y destituir a los legisladores de la oposición tras las elecciones, tachándolos de “criminales” y “traidores”.
“Es muy sencillo, Ivanishvili cumple sus promesas. Ha prometido ilegalizar y encarcelar a sus oponentes y no tengo motivos para dudar de que intentará hacerlo”, dice Tina Khidasheli, que fue ministra de Defensa en un gobierno liderado por SG entre 2015 y 2016 y desde entonces se ha convertido en crítica de Ivanishvili.
A medida que la retórica del oligarca se ha ido endureciendo, también lo ha hecho su paranoia. Si antes se sentía cómodo entre grandes multitudes, ahora Ivanishvili se desplaza con un gran cordón de seguridad y pronuncia sus discursos tras un cristal blindado.
“Para Ivanishvili, mantenerse en el poder es una cuestión existencial de supervivencia”, dice Kornely Kakachia, director del Instituto Georgiano de Política: “Cree que si pierde, sus adversarios irán no solo a por su poder político, sino también a por su imperio empresarial”.
¿Una marioneta del Kremlin?
Los partidos de la oposición llevan tiempo acusando a Ivanishvili de lealtad a Moscú, señalando el origen ruso de su riqueza.
Bajo su liderazgo, Georgia promulgó una ley sobre “agentes extranjeros” dirigida contra las ONG financiadas por Occidente, así como legislación contra la comunidad LGBTI. Ambas medidas guardan notables similitudes con las leyes aprobadas por el Kremlin años antes.
Sin embargo, algunos analistas experimentados han advertido contra la simplificación excesiva de la narrativa que lo considera una mera marioneta de Putin. “Está apaciguando a Rusia, pero no veo ninguna razón para sugerir que esté controlado o se deba a Rusia, y esa es una distinción importante”, dice Thomas de Waal, investigador principal de Carnegie Europe y experto en la región.
Por el contrario, de Waal afirma que las tácticas de Ivanishvili se asemejan a las de Viktor Orbán, el divisivo líder húngaro. De Waal señala que Orbán e Ivinishavili han centrado sus campañas en valores “cristianos” conservadores, al tiempo que piden la “paz” en Ucrania sin condenar a Rusia. De hecho, resulta revelador que Orbán fuera el primer líder extranjero en felicitar a Sueño Georgiano por “su arrolladora victoria”, horas antes de que se anunciaran los resultados oficiales.
Lo que viene es incierto
De momento, el futuro inmediato de Georgia sigue siendo incierto. El domingo por la mañana, la oposición se negó a reconocer la derrota, acusó al partido gobernante de dar un “golpe constitucional” y convocó protestas. Esto prepara el terreno para una posible crisis política en un país con un historial de disturbios masivos.
No cabe duda de que Ivanishvili ha aprovechado su aparentemente ilimitada capacidad económica para influir en las elecciones, que se han visto empañadas por acusaciones de irregularidades, incluidas denuncias de coacción del voto a funcionarios del Estado y casos de compra de votos.
Aun así, el resultado sugiere que los mensajes de Ivanishvili resuenan en un núcleo de votantes, sobre todo en el corazón industrial y en las regiones más pobres y conservadoras, donde el progreso económico ha sido lento y el atractivo de formar parte de Europa parece lejano y débil.
“Es tentador para la oposición afirmar que el partido de Ivanishivli no tiene el apoyo de los ciudadanos, que han comprado las elecciones”, señala una fuente occidental en Tiflis: “Pero la realidad es que, por ahora, Ivanishvili parece haber ganado la batalla”.
Traducción de Emma Reverter.
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