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Bill Gates y Rockefeller marcan las prioridades en los países subdesarrollados

Un ambicioso estudio pone de relieve que los filántropos inmensamente ricos y sus fundaciones influyen cada vez más en la toma de decisiones y están diseñando los programas agrícolas y de salud pública de los países en desarrollo.

Algunas organizaciones, como la Fundación Bill y Melinda Gates y la Fundación Rockefeller, se valen de sus grandes fortunas y su influencia sobre las élites políticas y científicas para promover soluciones a los problemas mundiales, y la labor de las Naciones Unidas y de otras organizaciones internacionales podría verse perjudicada por ellas. Esta es la conclusión de un informe elaborado por el Global Policy Forum, un grupo independiente que hace un seguimiento de la labor de los organismos de la ONU y de las políticas mundiales.

Con unos activos de más de 360.000 millones de dólares, las 27 principales fundaciones del mundo destinan unos 15.000 millones de dólares a causas benéficas. De estas 27 fundaciones, 19 son estadounidenses y, según este estudio, muchas de ellas están estudiando cómo ser más influyentes en países pobres.

En los últimos 16 años, las fundaciones han aumentado la partida destinada a proyectos de desarrollo mundial; la cifra de 3.000 millones de dólares se ha más que triplicado y en la actualidad es de 10.000 millones de dólares. De lejos, el principal donante es la Fundación Bill y Melinda Gates, que en el año 2012 donó 2.600 millones de dólares, en comparación con los 1.200 millones de dólares donados por las nueve fundaciones estadounidenses que la siguen en tamaño.

Además, 137 multimillonarios de 14 países se han comprometido a destinar parte de su fortuna a causas filantrópicas. Se incluyen en esta lista el exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, el director de cine George Lucas y el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg.

“Si estos y otros multimillonarios cumplen con sus promesas, se destinarán miles de millones de dólares a causas benéficas”, indica el informe, pagado por dos grupos religiosos de Alemania con misiones en África, Misereor y Brot für die Welt (Pan para el Mundo).

Intereses de países desarrollados

El estudio afirma que muchas fundaciones favorecen los intereses de los países desarrollados y de las corporaciones mediante la creación de alianzas de los sectores público y privado con compañías farmacéuticas, la promoción de ciertas corporaciones agrícolas o el uso de biotecnología en programas agrícolas y de salud.

Los autores se preguntan si estas fundaciones están dando la espalda a los gobiernos locales y alterando la labor de los organismos internacionales.

Las grandes fundaciones dan grandes sumas de dinero, tienen una agenda de contactos privilegiada y son muy activas. Todo ello tiene un impacto en la agenda y en las prioridades de financiación de los gobiernos y de las organizaciones internacionales.

“Hasta la fecha, los gobiernos y las organizaciones internacionales han querido creer que la filantropía desempeña un papel positivo”, indican los autores del estudio. Sin embargo, es necesario reevaluar la situación ya que tal vez los ricos están distorsionando la agenda de prioridades de los pobres.

“Deberían analizarse los riesgos previstos e imprevistos de su actividad, así como los efectos secundarios, especialmente en lo relativo a la fragmentación de la gobernanza mundial, el debilitamiento de la democracia representativa… la práctica cada vez más frecuente de aplicar la lógica de los negocios para el suministro de bienes públicos”.

Los autores admiten que las fundaciones han utilizado correctamente su influencia para conseguir que los gobiernos aborden la pobreza. “Su defensa de causas mundiales ha presionado a los gobiernos y en algunas ocasiones al sector privado, que se han visto obligados a actuar”, concluyen.

Sin embargo, estas fundaciones, junto con sus socios corporativos, podrían estar debilitando a las Naciones Unidas y a los sistemas de salud públicos de los países en desarrollo. “La Organización de las Naciones Unidas está reforzando su compromiso con el sector privado y con las fundaciones filantrópicas, pero carece de las normas y los instrumentos necesarios para garantizar que no pierde de vista el fin para el que fue creada”, señala el estudio.

La Fundación Bill y Melinda Gates y la Fundación Rockefeller han logrado, a través de sus muchos canales de influencia, que la comunidad científica y médica utilice su modelo de mercado y biomédico para abordar los problemas de salud pública mundial.

Una de sus estrategias ha consistido en situar a personas de su confianza en organizaciones internacionales para así tener una relación privilegiada con las élites científicas, políticas y del sector de los negocios.

Por ejemplo, cuando Bill Gates viajó a Berlín para promover la Alianza Gavi (una alianza para la vacunación dirigida a los gobiernos, ONG y compañías, y financiada por Gates y la familia Rockefeller), se reunió con la canciller alemana y los ministros de Asuntos Exteriores, Economía, Desarrollo y Sanidad.

“La Fundación Gates ha sabido posicionarse en el centro de una comunidad que está promoviendo soluciones basadas en la lógica de los mercados y en los avances técnicos para resolver los complejos problemas mundiales de hambre y malnutrición”, indican los autores.

Leonora Diller, portavoz de la Fundación Gates, indica que “los problemas que afectan a las personas más pobres del mundo son complejos y creemos que para solucionarlos se requiere una estrecha colaboración entre gobiernos, ONG, instituciones académicas y entidades sin ánimo de lucro. Los gobiernos y las organizaciones internacionales son las que lideran y proporcionan los recursos necesarios”.

“El sector privado tiene acceso a avances que salvan vidas y creemos que el papel que debe desempeñar la filantropía es asumir riesgos que otros no pueden o no quieren asumir. Nuestras inversiones son considerables, pero solo una pieza más del puzle”, afirma.

Según el informe, la Fundación Gates es el segundo principal donante de la Organización Mundial de la Salud tras Estados Unidos, así como uno de los principales inversores individuales en biotecnología destinada al sector agrícola y farmacéutico. Los países ricos acogen con los brazos abiertos los cientos de miles de millones de dólares que se destinan a la investigación. Sin embargo, los demás países se preguntan si pueden alterar la agenda para el desarrollo.

“La proliferación de alianzas mundiales, especialmente en el sector de la salud, ha dado lugar a soluciones aisladas y a veces mal coordinadas. Estas iniciativas no solo han fomentado el debilitamiento institucional de la ONU y de sus organismos especializados sino que también ha socavado las estrategias de desarrollo de los países”, afirman.

“La Organización Médicos sin Fronteras (MSF) indica que si bien Gavi ha contribuido a una disminución de los precios de las vacunas nuevas o subutilizadas en los países seleccionados, el coste de la vacunación completa de un niño era 68 veces más cara en 2014 que en 2001”.

La relación con las farmacéuticas

El informe también cuestiona los motivos por los que la Fundación Gates invierte en compañías como Monsanto y Bayer. “Además de sus actividades filantrópicas, la Fundación Gates recientemente ha redoblado su apoyo a la industria biotecnológica”. En febrero, invirtió 52 millones de dólares en acciones de CureVac, una compañía biofarmacéutica alemana.

“Existe una puerta giratoria entre la Fundación Gates y las corporaciones farmacéuticas. Gran parte de los empleados de la fundación han trabajado en compañías farmacéuticas en el pasado”, añade el informe.

El estudio indica que “La Fundación Bill y Melinda Gates y la Fundación Rockefeller creen que los avances tecnológicos y la estrecha cooperación con el sector agrícola y de la alimentación son clave para eliminar el hambre. En 2006 lanzaron la Alianza para una Revolución Verde en África (Agra), que parte de la premisa de que el hambre en África es el resultado de la falta de tecnología y del pobre funcionamiento de los mercados. Esto ha cambiado la agenda agrícola del continente”.

Desde entonces, Gates ha destinado 3.000 millones de dólares al apoyo de 660 proyectos agrícolas y varios cientos de millones de dólares a proyectos en torno a la nutrición. “La mayor parte de las ayudas son para África. Sin embargo, más del 80% de los 669 millones de dólares destinados a ONG fueron para organizaciones con sede en Estados Unidos y en Europa, y solo el 4% están radicadas en África”.

El informe afirma que Agra ha intervenido directamente en la formulación de las políticas agrícolas de los gobiernos africanos, relativas al uso de tierras y al tipo de semillas. “Se centra en métodos de agricultura biotecnológica y está promoviendo las semillas modificadas genéticamente. La voces más críticas afirman que con la excusa de querer eliminar el hambre en África están abriendo los mercados africanos a la industria agrícola de Estados Unidos”.

Achieng Otieno, portavoz del programa sobre África de la Fundación Rockefeller, manifiesta que “la investigación agrícola que la Fundación Rockefeller apoya a través de la Revolución Verde ha salvado millones de vidas. En la actualidad, nuestra prioridad es hacer un mejor uso de los recursos que se destinan a la producción de alimentos y muy especialmente reducir las pérdidas posteriores a la cosecha y el desperdicio de alimentos en los supermercados y en los hogares”.

“Estas son las principales amenazas a la seguridad alimentaria y, sí, queremos influir para que más alimentos lleguen a las mesas y a las bocas de los hambrientos y menos en los vertederos, y queremos que esto se haga de una forma que beneficie al pequeño agricultor”.

Diller afirma que “es importante destacar que nuestras actividades filantrópicas se basan en pruebas y en estudios exhaustivos y en los conocimientos de nuestros socios y beneficiarios. La transparencia de nuestra gestión refleja nuestro compromiso con el intercambio de información. Seguiremos apostando por la rendición de cuentas y la transparencia de nuestras inversiones y de nuestros procesos de toma de decisiones”.