El bloqueo saudí de Yemen agrava la hambruna que sufre la población civil
Abdulaziz al Husseinya está esquelético. Tumbado en un hospital de la ciudad portuaria de Hodeidah, al oeste de Yemen, parece un cuerpo sin vida. Tiene nueve años, pesa menos de 9,5 kilos, y es uno de los cientos de miles de niños del país que sufren desnutrición severa.
Siete millones de personas están al borde de la hambruna en un país golpeado por la guerra y que ya estaba en las garras del peor brote de cólera del mundo cuando las fuerzas de la coalición liderada por Arabia Saudí intensificaron la semana pasada el bloqueo al país. El bloqueo impide la entrada de ayuda humanitaria vital.
El hospital de Al Thawra, donde Abdulaziz recibe tratamiento, se tambalea bajo la presión de más de dos años y medio de conflicto entre la coalición liderada por Arabia Saudí y los rebeldes hutíes aliados de Irán. Sus pasillos están abarrotados de pacientes que llegan de cinco provincias diferentes y que esperan codo con codo recibir tratamiento.
Menos del 45% de las instalaciones médicas del país siguen operativas. La mayoría ha cerrado a causa de los combates o la falta de fondos o han sido bombardeados por los ataques de la coalición. Como resultado, Al Thawra atiende a unas 2.500 personas al día, comparado con los 700 a los que recibía antes de la escalada del conflicto en marzo de 2015.
A más de 300 kilómetros de distancia, en la provincia de Lahji, al sur de Yemen, controlada por la coalición, hay más niños esqueléticos tumbados apáticos y luchando por respirar. La escena se repite en los centros de alimentación terapéutica de la capital, Saná, y en el corazón de la ciudad de Taiz, devastada por el conflicto. Ahí, bajo las sombras de una única bombilla, lo que parece una sábana mal doblada en una oscura esquina es realmente Elias Basem, un bebé de tres meses. Elias ha pasado 20 días de su corta vida bajo tratamiento por desnutrición.
Las agencias de ayuda advierten de que la catastrófica crisis humanitaria de Yemen se puede convertir pronto en un “escenario de pesadilla” si Arabia Saudí no alivia el bloqueo sobre los puertos terrestres, marítimos y aéreos. Arabia Saudí insiste en que el bloqueo es necesario después de que los hutíes lanzasen este mes un misil al aeropuerto internacional de Riad.
La semana pasada se cancelaron los vuelos humanitarios de Naciones Unidas. Al Comité Internacional de la Cruz Roja y a Médicos Sin Fronteras se les ha impedido introducir en el país asistencia médica vital. Más de 20 millones de yemeníes -aproximadamente un 70% de la población- necesitan asistencia humanitaria que se está bloqueando desde fuera del país.
Tras la presión internacional, dos importantes puertos, Adén y Mukalla, abrieron la semana pasada al tráfico comercial y al suministro alimenticio, junto con pasos terrestres a Omán y Arabia Saudí. Sin embargo, el domingo seguía bloqueada la entrada de ayuda humanitaria y trabajadores humanitarios. El director de ayuda de la ONU, Mark Lowcock, ha afirmado que si continúan las restricciones, Yemen sufrirá “la mayor hambruna que ha visto el mundo en muchas décadas, con millones de víctimas”.
Un bebé de dos años y tres kilos
El conflicto en Yemen enfrenta a rebeldes hutíes, que controlan la capital y que están aliados con el expresidente Ali Abdulá Salé, contra las fuerzas leales a otro presidente, el expulsado Abd Rabbu Mansour Hadi. Desde 2015, Arabia Saudí ha liderado una intervención militar para hacer frente al avance de los hutíes aliados de Irán y con el objetivo último de restablecer a Hadi en el poder.
Con las tensiones regionales entre Arabia Saudí e Irán en aumento, Yemen está atrapado en medio de una guerra por delegación a lo que se suma a su propia lucha interna de poder. Reino Unido también ha sido criticado por vender armas a Arabia Saudí a pesar del alto porcentaje de bajas de sus bombardeos en Yemen, apoyados por Estados Unidos.
En Adén, donde aparentemente gobierna Hadi y su equipo, padres e hijos de las provincias de alrededor abarrotan el centro de alimentación en el hospital de Al Sadaqa. Aisha tiene 21 meses, pero pesaba solo tres kilos -la mitad del peso de un bebe sano de su edad- cuando llegó al hospital, su segundo ingreso en tres meses. Al otro lado del pasillo, Shohud Hussein, que tiene dos años y pesa cinco kilos, tiene la mirada perdida. “Los niños hambrientos no sonríen. Ha estado aquí un mes entero y no ha sonreído”, asegura la doctora Aida al Sadeeq.
En Saná, Nor Rashid ha vendido la vaca de la familia para pagar lo que cuesta llevar a su hija de cuatro años, que pesa siete kilos, al centro de alimentación del hospital de Al Sabaeen. Tiene otros hijos que también están enfermos, pero no puede pagar su tratamiento médico si les trae. “Es por la falta de salarios de los funcionarios”, cuenta. “Normalmente vamos a la persona en el pueblo que recibe un salario para pedir ayuda y dinero si alguien tiene que ir al hospital. Pero desde que se acabaron los salarios no tenemos apoyo”.
En Al Thawra, los empleados cogen por el brazo al director del hospital, el doctor Khaled Suhail, rogándole que les dé dinero mientras pasea por el abarrotado centro de alimentación terapéutica para menores desnutridos. El Gobierno no paga salarios desde hace más de un año y el hospital depende ahora de la voluntad de sus doctores, enfermeras y personal administrativo. Suhail coge la mano de un anciano que se ocupa del mantenimiento y está encargado de los tanques de oxígeno del hospital mientras este le pide dinero. “Si tuviese algo que darte, sabes que lo haría. Pero no hay nada”, le dice.
Las autoridades saudíes han afirmado en varias ocasiones que no hay crisis de hambruna en el sur de Yemen, donde fuerzas locales apoyadas por Emiratos Árabes Unidos, socio de la coalición, tienen el poder. Sin embargo, de acuerdo con la Red de Advertencias Tempranas de Hambruna, Lahij es la provincia con mayor inseguridad alimenticia del país. Se le ha asignado un nivel cuatro. El cinco denota una hambruna en estado avanzado.
No hay escasez de alimentos, hay escasez de clientes
En los mercados de Hodeidah y Lahij, la comida es abundante. Los puestos rebosan de fruta fresca y verduras y los comerciantes ofrecen sacos de harina y judías. La única escasez es de clientes, que no se pueden permitir comer. En Hodeidah, el precio de una bolsa de 50 kilos de harina ha subido de 5.500 reales yemeníes (19 euros) antes de la guerra a 7.600 reales (26 euros). “La fruta y las verduras son un lujo como solía ser la carne”, cuenta Arafat Zayed, que viene a comprar tres kilos de harina, cuando antes de la guerra hubiese comprado 50 para alimentar a su familia de cinco hijos.
Además de la crisis alimenticia, Yemen sufre el peor brote de cólera jamas registrado, con más de 900.000 posibles casos y unas 2.190 muertes. Aunque las cifras siguen aumentando, en septiembre empezó a reducirse la tasa de infección, en gran parte debido a la respuesta de agencias de ayuda humanitaria que establecieron centros de tratamiento de cólera en poblaciones y ciudades por todo el país.
Pero los progresos podrían no durar demasiado si continúan las restricciones a la ayuda humanitaria. “Si no se para el bloqueo en los próximos días, puede que veamos cómo se frena el progreso”, afirmó la semana pasada en Ginebra la portavoz de la Organización Mundial de la Salud. El domingo, un envío de tabletas de cloro, utilizadas para la prevención del cólera, seguía atascado por quinto día consecutivo en el lado saudí de la frontera con Yemen.
Sin el tratamiento gratuito del cólera y la ayuda humanitaria esencial, las agencias internacionales advierten de que muchos menores más como Abdulaziz sufrirán la misma situación. “Estamos débiles, nuestros hijos están débiles y no nos queda nada que dar. Ni siquiera podemos seguir alimentando a nuestros animales”, cuenta Nor Rashid mientras acuna a su hija. “Solo Dios puede salvarnos”.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti