Las primeras órdenes se dieron antes de las 4.00 de la madrugada: todos los que habían asistido a las sesiones de entrenamiento habituales debían acudir a las oraciones del alba en su mezquita de siempre, lo tuvieran previsto o no.
Una hora más tarde, cuando las congregaciones empezaban a dispersarse y el cielo sobre Gaza comenzaba a clarear, llegaron nuevas instrucciones. De nuevo, órdenes directas que se transmitían de boca en boca: traigan las armas y munición que tengan y agrúpense en lugares específicos.
Pero a nadie se le dijo lo que estaba a punto de empezar. La 'Inundación Al Aqsa', la operación más ambiciosa llevada a cabo por Hamás desde que en 2007 se hizo con el control de Gaza, seguía siendo un secreto.
Unos pocos dirigentes de Hamás, veteranos y con experiencia, habían diseñado el plan del que seguían sin saber nada los hombres que estaban a punto de ejecutarlo. Tampoco sabían nada de él los tantas veces elogiados servicios de inteligencia israelíes.
La decisión de transmitir las órdenes oralmente a miles de militantes de Hamás repartidos entre los 2,3 millones de habitantes de Gaza fue la última en un conjunto de medidas pensadas para engañar a uno de los sistemas de vigilancia más potentes del mundo y evitar que su red de espías se enterara de lo que estaba a punto de ocurrir.
Las instrucciones se extendieron por Gaza en forma de cascada. Primero se enteraron los comandantes de batallones, compuestos por un centenar o más de hombres. Luego, los jefes de pelotones de 20 o 30 hombres, que a su vez se lo comunicaron a comandantes de escuadra responsables de una docena de personas. Estos comandantes de escuadra fueron los que transmitieron el mensaje a los amigos, vecinos y familiares que dos veces por semana habían participado con ellos en simulacros llevados a cabo en docenas de lugares de la Franja.
La munición extra y el armamento más potente no fueron distribuidos hasta que los hombres estuvieron reunidos. En los meses anteriores muchos de ellos habían manejado esas armas, que después de cada entrenamiento eran devueltas a los arsenales de Hamás. Ahora los estaban armando con ametralladoras pesadas, rifles de francotirador, explosivos, granadas de mano y propulsadas por cohetes.
A las 6.00 de la mañana ya había salido el sol y las órdenes habían sido dadas. Ahora eran por escrito: los hombres tenían que salir por los huecos que pronto se abrirían, rompiendo o haciendo explotar la valla perimetral de 1.000 millones de dólares que rodea a la Franja de Gaza [unos 936 millones de euros] para atacar a los soldados y civiles israelíes del otro lado.
Reconstrucción
Esta narración sobre los primeros momentos del ataque que el 7 de octubre sufrió Israel ha sido reconstruida a partir del testimonio de muchas fuentes. Además del material divulgado por Hamás y por el ejército israelí, The Guardian ha hablado con expertos en el tema, con autoridades del servicio de inteligencia israelí, y con personas que tenían conocimiento directo de los interrogatorios a los que fueron sometidos combatientes de Hamás capturados en los atentados.
Aunque muchas de las afirmaciones sean difíciles de confirmar y hayan sido rechazadas, el relato es verosímil según personas independientes y respetadas por su experiencia sobre Hamás. La reconstrucción deja de manifiesto la importancia que tuvo la planificación y explica, en parte, los múltiples fallos que cometieron las fuerzas de seguridad israelíes y llevaron a la muerte de 300 soldados y 1.100 civiles.
Uno de los factores clave fue el gran número de personas que atravesaron la valla. Según algunas fuentes, hasta 3.000 personas lo hicieron, entre las que había miembros de la facción aliada e independiente Yihad Islámica Palestina (YIP). Según las fuentes, la YIP no sabía nada de los ataques pero se unió a ellos cuando tuvo conocimiento de que se habían hecho los agujeros en la valla. Envalentonada por la lentitud con que reaccionaban las fuerzas de seguridad de Israel, hubo parte de la población civil palestina que también salió de Gaza en medio del caos generalizado.
En las órdenes por escrito las unidades de Hamás tenían un plan preciso elaborado por dos hombres, que Israel señala como los principales estrategas del ataque: Yahya Sinwar, jefe general de Hamás en la Franja; y Mohammed Deif, comandante de las brigadas militares Al Qassam y de Nukhba, como se conoce a los escuadrones de élite de Hamás.
Cada unidad tenía asignado un objetivo, que podía ser una base militar, un kibutz, una carretera o una ciudad. En muchos casos, las órdenes iban acompañadas de mapas en los que se detallaban las defensas y los lugares clave de cada objetivo a partir de información que, según las fuentes, había sido pasada por simpatizantes de Hamás que trabajaban en Israel. Se cree que la fiesta en la que 260 personas murieron no formaba parte de esos objetivos iniciales.
Entre las diferentes unidades se dividieron tres tareas a cumplir. Un primer grupo tenía la orden de atacar a civiles en sus casas o de neutralizar las infradotadas y poco preparadas bases militares de Israel alrededor de la Franja. Hamás ha dicho que atrocidades como violaciones y torturas, así como gran parte de la violencia contra civiles, fueron responsabilidad de “criminales” que habían salido por los agujeros de la valla detrás de sus atacantes.
Las Fuerzas de Defensa de Israel, por su parte, han difundido una entrevista con un atacante capturado en la que decía, bajo custodia militar israelí, haber disparado contra niños y que la “misión era matar... a cualquiera”.
Otras unidades tenían la orden de defender las posiciones cuando llegaran las fuerzas militares israelíes, algo que en muchos casos hicieron con emboscadas en carreteras clave. No se trataba de una misión suicida porque la muerte de los atacantes no era parte integrante de la operación, un punto de la ley islámica que según las fuentes había sido muy tenido en cuenta por los planificadores de la operación.
Un tercer grupo de unidades tenía la misión de apresar al mayor número posible de rehenes y de llevarlos hasta los huecos de la valla. Allí esperaban escuadrones especializados que los introdujeron en el vasto complejo de túneles que hay bajo Gaza, donde se cree que hay más de 240 personas prisioneras, entre ellas bebés, niños y ancianos, además de personal militar. Hasta el momento, solo cuatro de esas personas han sido liberadas y una ha sido rescatada.
Altos cargos de seguridad israelíes creen que los dirigentes políticos de Hamás en el extranjero y los que respaldan a Hamás en Irán no fueron informados con los detalles de la operación, aunque probablemente sabían que algo se estaba planeando. “Era un círculo muy cerrado”, dijo una fuente cercana a Hamás en octubre a la agencia de noticias Reuters.
Gran planificación
Autoridades de Hamás han dicho que los planes del ataque comenzaron hace dos años, después de que la policía israelí ejecutara las redadas en la mezquita Al Aqsa de Jerusalén, el tercer lugar más sagrado del Islam. Según fuentes israelíes, no llevaban tanto tiempo planéandolo, un período de entre 12 o 18 meses, dicen, durante el cual trataron de reforzar la idea israelí de que Hamás había abandonado la estrategia de la violencia contra Israel para favorecer el desarrollo económico de Gaza.
Sigue sin saberse cuál ha sido el papel exacto que cada uno de los dirigentes de Hamás desempeñó en el atentado, pero lo que está claro es que Sinwar y Deif fueron fundamentales en su planificación.
Deif significa “huésped”, en alusión a la costumbre de este hombre de 58 años de cambiar constantemente de lugar para evitar que Israel lo detecte. Miembro de Hamás desde los 20 años y antiguo estudiante de Ciencias, a principios de los años 90 y diez años después supervisó dos oleadas de atentados suicidas contra civiles israelíes. Su esposa y su joven familia murieron durante un ataque aéreo en 2014 y es posible que él haya quedado afectado, con algún tipo de discapacidad, en uno de los muchos intentos de asesinato israelíes. Deif, cuyo verdadero nombre es Mohamed Diab Ibrahim al-Masri, ha sido descrito por autoridades de Israel como “un muerto andante”.
Con 61 años, Sinwar también es uno de los fundadores de Hamás (siglas en árabe de Movimiento de Resistencia Islámica). Estuvo preso durante 23 años en cárceles de Israel por haber matado a soldados israelíes y fue liberado en 2011, junto a los más de 1.000 reclusos que Israel canjeó por Gilad Shalit, un soldado israelí capturado por Hamás cinco años antes. En prisión, Sinwar se negaba a hablar con ningún israelí y castigaba personalmente a los que lo hicieran. Un ex interrogador israelí de la cárcel donde estuvo prisionero contó que a una de esas personas le aplastó la cara contra una estufa improvisada. “Es un hombre con un compromiso del mil por ciento y una violencia del mil por ciento, un hombre muy, muy duro”, dijo el ex interrogador.
Cuando fue liberado, Sinwar dijo que la experiencia le había enseñado que la única forma de liberar a los presos de su bando era capturando a soldados israelíes. Un periodista que tuvo un encuentro con Sinwar hace diez años dijo a The Guardian que el líder de Hamás estaba tan centrado en ese objetivo que era como si “el mundo no existiera más allá de sus ojos”.
Objetivos probables
Según los analistas , el ataque del 7 de octubre también tenía otros objetivos probables, entre los que figuran interrumpir el intento de normalizar relaciones entre Israel y Arabia Saudí; debilitar aún más a la Autoridad Palestina; desviar la atención sobre la incapacidad de Hamás para prestar servicios básicos a la población de Gaza; romper el bloqueo a la Franja; y provocar la reacción violenta de Israel para movilizar a los simpatizantes de Hamás en Gaza, Cisjordania y otros lugares.
Cinco días después del ataque, un dirigente de Hamás dijo que habían lanzado el ataque a modo preventivo después de saber que las fuerzas israelíes preparaban un gran asalto a Gaza cuando terminase la festividad judía de Sucot.
Según expertos y personas de los servicios de seguridad de Israel, Hamás fue la primera sorprendida por su éxito. De acuerdo con el testimonio de altos cargos de Israel, las fuerzas del país tardaron tanto en reaccionar que a algunas unidades de Hamás les dio tiempo de hacer varias incursiones desde Gaza para capturar a más rehenes. Según fuentes israelíes y de Hamás, algunos de los civiles que cruzaron a Israel también tomaron rehenes, lo que está complicando ahora las negociaciones y los intentos de rescate.
Hamás equipó a los atacantes con cámaras GoPro para grabar las imágenes del ataque. Recuperadas por los investigadores israelíes, algunas de las truculentas imágenes muestran asesinatos y maltratos. En un montaje oficial de las imágenes que fue difundido por Hamás se ve a personas aterrorizadas suplicando por su vida mientras un perro doméstico recibe un disparo. Según los expertos en terrorismo, que Hamás haya difundido esas imágenes en sus canales oficiales hace pensar que el ataque del 7 de octubre también tenía como objetivo hacer “propaganda con acciones”.
No hay pruebas de que Hamás esperara mantener el territorio o desencadenar una insurrección generalizada. Aunque algunos atacantes recibieron la instrucción de luchar hasta el final, un número significativo se entregó. Las autoridades israelíes no han dicho cuántos, solo que están sirviendo como fuente de información.
Otros atacantes de Hamás sí recibieron la orden de retirarse cuando las fuerzas israelíes empezaron a agruparse, y muchos altos mandos regresaron a Gaza. De ahí que la mayoría de los líderes siguieran con vida mientras morían muchos miembros de las brigadas Qassam y de las unidades Nukhba.
Algunos de esos líderes han muerto durante la ofensiva posterior en Gaza de las Fuerzas de Defensa de Israel. Hasta ahora, y según las autoridades sanitarias locales, la ofensiva israelí le ha costado la vida a más de 10.000 personas. Entre ellas, más de 4.000 niños.