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The Guardian en español

'Bona vacantia': el sistema medieval que engorda la fortuna del rey Carlos de Inglaterra con los bienes de ciudadanos fallecidos

Los reyes Carlos y Camila en el balcón del palacio de Buckingham después de la coronación.

Maeve McClenaghan / Rob Evans / Henry Dyer / Marjan Kalanaki

24 de noviembre de 2023 12:38 h

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El rey Carlos III se lucra con la muerte de miles de personas en el noroeste de Inglaterra: los bienes de personas fallecidas se están usando secretamente para hacer mejoras en el imperio inmobiliario gestionado por el patrimonio del rey del Reino Unido. 

En los últimos años, un caduco sistema que se remonta a la época feudal ha servido para ingresar decenas de millones de libras en el ducado de Lancaster, el polémico patrimonio inmobiliario heredado por Carlos que le reporta enormes beneficios.

El ducado recibe los activos financieros de personas que han muerto sin testamento ni familiar conocido, los llamados bona vacantia. Desde hace tiempo, el ducado sostiene que los ingresos por bona vacantia se donan a organizaciones benéficas una vez deducidos los costes. En los últimos diez años, ha recaudado más de 60 millones de libras bajo este concepto (unos 69 millones de euros). 

Pero, según documentos internos del ducado a los que ha tenido acceso The Guardian, los fondos se están usando en secreto para renovar propiedades que pertenecen al rey y se alquilan con fines lucrativos. De acuerdo con los documentos, solo se está destinando un pequeño porcentaje de esos fondos a obras benéficas.

El ducado hereda los fondos bona vacantia de personas cuyo último domicilio conocido se encontraba en una región que en la Edad Media se conocía como el condado palatino de Lancashire, gobernado entonces por un duque. En la actualidad, el territorio comprende a Lancashire, Cheshire, Cumbria, el Gran Manchester, y partes de Merseyside.

En un documento del ducado con fecha de 2020, se daba permiso a los gestores del patrimonio real para emplear los fondos bona vacantia en una amplia gama de mejoras a su cartera de inversiones con ánimo de lucro. Con el nombre en clave de SA9, la política del ducado reflejada en ese documento reconocía que gastar los bona vacantia de esa manera podía generar un beneficio “incidental” en el patrimonio personal del rey.

El documento con la política SA9 fue filtrado junto a otros documentos donde se identificaban propiedades que podían beneficiarse de estos fondos, como casas de campo, alojamientos vacacionales, casas rurales, construcciones agrícolas, una antigua gasolinera y graneros, incluido uno que se usa en Yorkshire para organizar la caza del faisán y la perdiz.

Entre las mejoras que se pueden acometer con los fondos bona vacantia del ducado de Lancaster se incluyen la construcción de tejados nuevos, la instalación de calderas y de ventanas con doble cristal, así como la sustitución de puertas y dinteles. Uno de los documentos hace referencia a la reforma de una antigua granja en Yorkshire que permitió convertirla en un alquiler residencial de alta categoría. Otra reforma está ayudando a transformar en oficinas comerciales lo que hasta ahora había sido una construcción agrícola.

Tres fuentes con conocimiento de las cuentas del ducado confirman que los gestores del patrimonio real destinaban ingresos recaudados de los fallecidos a la renovación de la cartera inmobiliaria, lo que representaba un ahorro considerable para el patrimonio. Una de esas personas dijo que los expertos del ducado consideraban los gastos financiados con el bona vacantia, hasta ahora de manera secreta, como “dinero gratis” o “fondos opacos”.

Desviar así los fondos del bona vacantia ha sido una bendición financiera para el patrimonio real. Esta práctica ha contribuido a rentabilizar el alquiler de propiedades, lo que beneficia indirectamente al rey, que cada año ingresa decenas de millones por los beneficios del ducado (unos ingresos que según el Palacio de Buckingham tienen la consideración de “privados”). Carlos recibió 26 millones de libras esterlinas del ducado de Lancaster a principios de 2023 (unos 30 millones de euros), su primer pago anual desde que heredó el patrimonio de su madre.

El periódico The Guardian ha identificado a decenas de personas cuyo dinero ha sido transferido al patrimonio hereditario del rey tras fallecer en ciudades del nordeste inglés como Preston, Manchester, Burnley, Blackburn, Liverpool, Ulverston y Oldham. Varias de esas personas residían en viviendas sociales o en propiedades degradadas. Un notable contraste con las residencias de alta categoría propiedad del ducado que fueron reformadas con el dinero dejado por estas personas al fallecer.

“Repugnante”, “chocante” y “nada ético”, fueron los adjetivos con que algunos amigos de estas personas calificaron la práctica al enterarse, horrorizados, de que los bienes se habían usado para renovar las propiedades del rey.

El Palacio de Buckingham no ha querido hacer comentarios. Un portavoz del ducado de Lancaster indicó que, tras la muerte de su madre Isabel, el rey Carlos dio el visto bueno a seguir destinando los fondos bona vacantia a “la restauración y reparación de edificios clasificados con el fin de protegerlos y de conservarlos para las próximas generaciones”.

El sistema 'bona vacantia' en el Reino Unido

En la mayor parte de Inglaterra y de Gales, los bienes de las personas que fallecen sin parientes conocidos ni testamento hecho son transferidos al Tesoro, que luego los destina a servicios públicos. El sistema se conoce con el nombre latino de bona vacantia, que significa “bienes vacantes”, o bienes sin dueño.

Pero hay dos patrimonios hereditarios (o ducados) de la familia real que en virtud de una costumbre de la era medieval pueden quedarse con los bona vacantia de personas fallecidas en dos regiones de Inglaterra, así como hacerse con los bienes sobrantes de empresas en el momento de su disolución.

Uno de esos patrimonios hereditarios es el ducado de Cornualles, cuyos beneficios son percibidos por el heredero al trono. Carlos solía gestionar de cerca ese ducado, que ingresa los fondos bona vacantia de los residentes de Cornualles fallecidos sin testamento ni familiares conocidos y que en 2022 pasó a manos del príncipe Guillermo, su hijo.

El otro ducado es el de Lancaster, heredado por Carlos tras la muerte en 2022 de su madre, la reina Isabel II. Los dos ducados son auténticos imperios inmobiliarios gestionados por profesionales que administran tierras de labranza, hoteles, castillos, oficinas, almacenes, tiendas y propiedades urbanas, entre las que se incluyen algunos de los inmuebles de lujo de Londres.

Ninguno de los dos ducados paga impuesto de sociedades o de plusvalías, lo que les otorga una importante ventaja comercial. Se han convertido en una gigantesca fuente de ingresos para la realeza, generando en los últimos 60 años el equivalente a más de 1.200 millones de libras en beneficios (unos 1.380 millones de euros).

Los dos ducados llevan un tiempo sosteniendo que los fondos son repartidos entre organizaciones benéficas una vez deducidos los gastos. Según la página web del ducado de Lancaster, una vez deducidos los costes “los beneficios” del bona vacantia se destinan a tres organizaciones benéficas registradas. Pero sus cuentas sugieren que solo se ha donado a organizaciones benéficas el 15% de los 61 millones de libras (unos 70 millones de euros) recaudados en concepto de bona vacantia durante los últimos 10 años.

De acuerdo con múltiples fuentes conocedoras de los gastos del ducado, una parte importante y creciente de los fondos bona vacantia lleva años destinándose a la reforma de propiedades que el ducado alquila con fines de lucro. Según esas fuentes, la práctica cobró fuerza a partir de mayo de 2020, cuando se introdujo la política SA9 para orientar al personal del ducado sobre la forma de gastar los fondos bona vacantia. El término bona vacantia no se mencionaba en esa política. En vez de eso, se hacía una vaga referencia a “gastos especiales”.

La política SA9 establece que esos fondos pueden emplearse para el “bien común” reparando, restaurando, conservando y protegiendo las propiedades del ducado clasificadas como “bien de interés patrimonial”. Pero la definición del SA9 abarca más de lo que considera la Lista del Patrimonio Nacional de Inglaterra. Con un criterio mucho más amplio, las propiedades del ducado pueden optar a fondos bona vacantia siempre y cuando encajen en otras siete categorías que cubren amplias franjas de la Inglaterra rural, incluyendo a construcciones ubicadas en zonas de conservación, en lugares de especial interés científico, o en zonas de excepcional belleza nacional.

Las propiedades del ducado también pueden optar a los bona vacantia si los gestores del patrimonio real las consideran de “importancia histórica local”. Según un análisis de The Guardian, la política SA9 de 2020 dio licencia al ducado para destinar los bona vacantia a aproximadamente la mitad de sus propiedades en cartera.

La política SA9 impone algunas restricciones, como prohibir que los fondos se destinen a accesorios de cocina, a revestimiento de suelos y a obras menores de electricidad. Pero los bona vacantia sí pueden emplearse en la renovación de paredes, cimientos, suelos y chimeneas, así como para sustituir puertas, recablear, impermeabilizar o instalar aislamiento térmico.

El dinero se ha destinado en algunos casos a la adquisición de estufas de leña para las propiedades del rey que están siendo alquiladas, o al pago de honorarios de topógrafos, urbanistas o arquitectos. En Lancashire se ha aprobado el uso de fondos bona vacantia para la mejora de un muro en el jardín de una granja.

El documento de 2020 donde se describe la política SA9 parece admitir la posiblidad de un beneficio financiero indirecto para el rey, aunque sostiene que los fondos no deben utilizarse de forma que beneficien al monarca “directamente”. “La intención principal del gasto debe ser la conservación y protección de la estructura de la propiedad y si hay beneficios para el patrimonio personal del rey será como consecuencia fortuita de ese propósito”, dice.

“A este respecto, la autoridad para el uso de gastos especiales se encuentra en un manual de signos reales con fecha de febrero de 1987, complementado por otro [manual de signos reales] con fecha de octubre de 2019”, dice también el documento, en referencia a la persona que en última instancia debe autorizar el destino que se le da al dinero de los fallecidos. Se entiende que los manuales de signos reales hacen referencia a la firma personal del monarca, que en ese caso era la reina Isabel II. De acuerdo con el portavoz del ducado de Lancaster, al acceder al trono el rey Carlos aprobó lo decidido por su difunta madre.

“El monarca ratificó que el dinero del bona vacantia no debía de beneficiar al patrimonio personal [del rey], sino que debía utilizarse principalmente para apoyar a las comunidades locales, para proteger la sostenibilidad y la biodiversidad de la tierra, y para preservar los bienes del patrimonio público e histórico en todo el ducado de Lancaster”, dijo el portavoz del ducado. “Eso incluye la restauración y reparación de los edificios que cumplan con los requisitos para ser protegidos y conservados para las próximas generaciones”, añadió.

Según el portavoz, antes de distribuir el bona vacantia entre las organizaciones benéficas, el ducado usa una parte del dinero para dotar un fondo de reclamaciones tardías que atienda reclamaciones futuras de herencia por parte de algún familiar superviviente. “También se deducen los gastos de administración del bona vacantia y cualquier gasto relacionado con el mantenimiento de las construcciones públicas y de las construcciones de importancia arquitectónica”.

Traducción de Francisco de Zárate

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