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Análisis

¿Cambiarán los misiles el curso de la guerra en Ucrania?

Imagen de un busto dañado de Vladímir Lenin por un ataque con misiles de Rusia en Járkov.

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Un vacío de poder que se llenará con más guerra con los dos bandos tratando de sacar ventaja. Con el otoño transformándose en invierno a toda velocidad en Kiev, esa es la descripción que se escucha dentro del Gobierno ucraniano para referirse al actual impasse, pendientes de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca el 20 de enero.

“Trump ha dicho que quiere poner fin a la guerra en 24 horas, no hay nadie más interesado en esa idea que Ucrania”, dice un alto cargo del Gobierno ucraniano. “El problema es que de momento solo hay conjeturas, ¿será el primer plan de paz? ¿El segundo? ¿La primera variación? ¿La número diez?”.

Ucrania se encuentra en “una posición difícil, pero no catastrófica”, dice la misma fuente. No tiene otra opción más que seguir peleando para, tal vez, demostrarle a Trump que respaldar a Kiev no es una apuesta perdida, añade.

Durante la semana pasada fue clave el cambio de opinión de última hora del actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, con la Casa Blanca anunciando el domingo 17 de noviembre que EEUU permitiría el uso de su sistema de misiles ATACMS, con un alcance de 306 kilómetros, contra objetivos dentro de Rusia.

Ucrania llevaba años pidiendo autorización con el argumento de que estos misiles son imprescindibles para atacar cuarteles, aeródromos y centros logísticos en la retaguardia de su enemigo. “Por fin, al final del mandato de Biden, la Casa Blanca es más útil, pero no puede compensar los retrasos de años anteriores”, dice el alto cargo.

Aunque su número de bajas oscilaba en octubre en torno a las 1.350 por día (según estimaciones británicas), Rusia tiene ahora la iniciativa militar en amplias zonas del frente oriental, donde está tragándose la ciudad de Kurájove poco a poco. “La línea del frente es ahora menos estable que en ningún otro momento desde los primeros días de la invasión rusa a gran escala”, advirtió el jueves John Healey, secretario de Defensa del Reino Unido.

A pesar de eso, la autorización de la Casa Blanca incluye una restricción: los misiles solo podrán utilizarse para la batalla que se libra en el oblast ruso de Kursk. Tras hacerse en agosto con un pedazo de territorio allí, Ucrania está tratando de resistir un contraataque ruso en el que participan 50.000 soldados, incluidos los 10.000 norcoreanos de su aliado reciente en Pionyang.

En cualquier caso, en Ucrania no hubo muchas vacilaciones para usar el sistema ATACMS. Un día después de la autorización estadounidense, el ejército ucraniano disparó unos ocho misiles contra un depósito de municiones ruso a unos 130 kilómetros de la frontera, según sus informes.

La atención se centró inmediatamente en Reino Unido, cuyo margen de maniobra estaba limitado por las reticencias de Estados Unidos. ¿Estaría dispuesto ahora a entregar a Ucrania más misiles Storm Shadow, con alcance y capacidades similares a los sistemas ATACMS? El Reino Unido tendrá que “redoblar la apuesta”, fue lo único que dijo vagamente en Río de Janeiro Keir Starmer, el primer ministro, que estuvo en Brasil del domingo al miércoles por la cumbre del G20.

Entre algunas insinuaciones a medias y comentarios más directos de otros aliados, el pasado lunes quedó claro que Reino Unido estaba finalmente dispuesto a suministrar más misiles Storm Shadow a Ucrania y terminar así con el que había sido un motivo de discordia con Kiev.

El miércoles se supo que Ucrania había disparado una docena de estos misiles contra un puesto de mando ruso separado de la frontera por más de 40 kilómetros. Pero el Reino Unido no quiso confirmar el cambio de posición, posiblemente por temor a enemistarse con Moscú. Hasta que un bloguero ruso especializado en temas militares publicó imágenes de fragmentos de misiles donde era posible leer las palabras Storm Shadow. “Miren las redes sociales”, dijo por fin una persona del Ministerio de Defensa del Reino Unido, reconociendo la contundencia de las pruebas.

Pero dos ataques con misiles estratégicos no bastan para cambiar el curso de la guerra. Como dice Matthew Savill, director de Ciencias Militares en el centro de estudios Royal United Services Institute (RUSI), “el valor militar de las dos armas tiene un límite y es que solo hay un número definido de ATACMS y Storm Shadow”.

Según Savill, la restricción impuesta por EEUU podría terminar convirtiéndose en una ventaja, al concentrar la atención de Ucrania en una parte reducida del frente. En otras ocasiones, los resultados obtenidos por Ucrania con el lanzamiento de ATACMS y Storm Shadow contra territorios ocupados por Rusia han sido espectaculares, pero sin alterar la balanza sobre el territorio en favor de Ucrania. Ahora, según Savill, Ucrania podrá centrarse en “mantener Kursk como una preocupación constante”, lo que podría ser una pequeña baza en cualquier negociación de paz.

Sergei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, no tardó en prometer una respuesta “adecuada”. El miércoles se vivió un momento de nerviosismo en Kiev, con Estados Unidos cerrando la embajada de manera inesperada tras alertar por un “posible ataque aéreo relevante”. Cuando llegó el ataque, fue una sorpresa: un solo misil con capacidad nuclear y alcance estimado de unos 5.600 kilómetros. Según Rusia, se disparó contra una fábrica en Dnipró, a unos 800 kilómetros de distancia. Un alcance muy corto para este tipo de armas.

Un misil así es demasiado caro para justificar su uso a esa distancia, pero en su lanzamiento también había un objetivo político, como demostró la aparición no prevista de Vladímir Putin en la televisión rusa. “Nos consideramos con derecho a usar nuestras armas contra las instalaciones militares de aquellos países que permitan usar sus armas contra nuestras instalaciones”, dijo. La amenaza de escalada bélica iba dirigida claramente a Trump. La guerra solo se ampliaría, dijo Putin, si Occidente seguía permitiendo que sus misiles llegasen a Rusia.

Más allá de esta diplomacia de los misiles, las cosas en la línea del frente siguen sin cambiar. Según Savill, eso permite a Rusia no tener ninguna prisa en llegar a las conversaciones de paz, “porque pueden gastar más vidas y tienen la posibilidad de ganar otros 20 o 30 kilómetros”. Lo que Putin está intentando ahora es convencer a Trump de que una ayuda significativamente mayor a Ucrania sería demasiado costosa para Occidente. Pocos creen que el próximo presidente de EEUU vaya a enfrentarse a él.

Traducción de Francisco de Zárate

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