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The Guardian en español

OPINIÓN

Cancelar la deuda externa es una forma fácil de ayudar a Ucrania y sin escalada militar

Los bomberos revisan los restos de un centro comercial bombardeado por Rusia en Kiev.
21 de marzo de 2022 22:30 h

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Un hombre cubierto de sangre vacía su cartera delante de su acreedor mientras es atacado sin piedad por un asaltante al que el hombre no había provocado. Esta es la situación de Ucrania: mientras los tanques avanzan por su territorio y los misiles destruyen sus ciudades, ha pagado los intereses a prestamistas privados, tal y como estaba programado.

Incluso antes de que Vladímir Putin comenzara a bombardear edificios de viviendas y hospitales infantiles, Ucrania era el país más pobre de Europa en términos de PIB per cápita, bastante más pobre que Albania. Sin embargo, este país destrozado por la guerra está cargado de una deuda insostenible y, a medida que crecen los montones de escombros, también lo hacen las cuotas.

Esto significa deuda para Ucrania, pero beneficios para los fondos de inversión occidentales. Para algunos, la guerra es la mejor forma de ganar dinero.

Desde que Rusia se anexionó Crimea en 2014, desencadenando un conflicto en el este del país que se cobró miles de vidas antes de la invasión en curso este 2022, Ucrania se ha visto obligada a pedir prestados 55.000 millones de euros a prestamistas externos, según los cálculos de la Campaña de la Deuda del Jubileo. Se ha pagado una pequeña parte, pero el resto representa un tercio de la economía total del país. Solo este año, Ucrania tiene que pagar 6.614 millones de euros, más que su presupuesto anual de Educación.

Un país rico bendecido por la paz podría hacer frente a esta deuda, pero los ucranianos son más pobres hoy que cuando la Unión Soviética se desintegró hace treinta años. Ya se han producido daños en las infraestructuras por valor de al menos 90.570 millones de euros, desde carreteras a puentes, pasando por hospitales y escuelas, y la cifra crece mientras lees esto. Sin embargo, casi toda la ayuda financiera que se está dando a Ucrania es en forma de préstamos. Los preciosos fondos se desviarán de la reconstrucción de un país destrozado para llenar las arcas del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y los tenedores de bonos privados.

Ayuda pero con condiciones

El bárbaro asedio de Putin a Mariúpol subraya lo urgente que es la cancelación de la deuda. Mientras el Ejército ruso intenta matarla de hambre y bombardearla hasta que se someta, la ciudad sufre cada vez más el destino de Grozny durante la segunda guerra de Chechenia: arrasada pieza a pieza. Es macabro pero necesario afirmar que el estado actual de Mariúpol bien puede ser el futuro de otras ciudades ucranianas. Cada día se añaden miles de millones a la factura de la reconstrucción de Ucrania: sería una pura crueldad esperar que esto se pague como deuda.

Por ello, las organizaciones de la sociedad civil ucraniana han lanzado una petición que pide que se cancele la deuda de Ucrania. Señalan, además, que gran parte de la supuesta ayuda prestada al país ha ido acompañada de estrictas condiciones: el FMI la llama “reestructuración económica”, pero sin eufemismos es la imposición del dogma del libre mercado, lo que ha provocado, por ejemplo, un aumento del 650% en los precios del gas en los hogares desde 2014. “Los gobiernos anteriores tenían dos opciones: o bien gravar justamente a los peces gordos y sacarlos de las sombras, o bien pedir préstamos al FMI y a otros”, me explica el economista ucraniano Oleksandr Kravchuk. “Han elegido lo segundo”.

La Campaña Jubileo por la Deuda ha hecho suya esta reivindicación y ha empezado a presionar a los parlamentarios de Reino Unido. Como millones de nosotros, la directora ejecutiva, Heidi Chow, tenía esa sensación de impotencia y de “tenemos que hacer algo”. Para algunos, eso se materializó en pedir una zona de exclusión aérea. Pero en la práctica, me dice, eso se traduce en una zona para “disparar a los aviones militares rusos fuera de esos límites”, lo que fácilmente podría escalar a una guerra nuclear. En cambio, cancelar la deuda de Ucrania es una propuesta tangible y que tendría un gran impacto. Al mismo tiempo, es una propuesta que no supone ningún riesgo de escalada militar.

Proceso largo y complicado

Entonces, ¿por qué los poderosos no han asumido esta petición de sentido común? En parte, tal vez, porque el propio Gobierno de Ucrania no lo ha pedido oficialmente, aunque algunos funcionarios de alto rango sí lo han hecho. “Antes de la guerra estaban muy interesados en pagar las deudas y en posicionarse en Europa y en la comunidad internacional”, sugiere Chow. Solicitar cualquier forma de alivio de la deuda es un proceso complicado y largo. Además, es un proceso que requiere disipar los temores de que su capacidad de endeudamiento y su reputación mundial se vean perjudicadas.

Sin embargo, la cruda realidad es que, a medida que se concedan más préstamos, aunque ahora sin condiciones, se obtendrán ingentes beneficios. Los bonos ucranianos cotizan a unos 23 céntimos de euro, por lo que, si continúan los reembolsos, los fondos de cobertura y los bancos van a obtener beneficios de más del 300%. El hecho de que los márgenes de beneficio de los ya obscenamente ricos se estén inflando con la sangrienta matanza de civiles en Ucrania debería ser, sin duda, un motivo de repulsa universal y un impulso suficiente para actuar.

El precedente de la COVID

Pero si el FMI y el Banco Mundial cancelan la deuda de Ucrania, las voces críticas podrían preguntar si esto no significa que hay menos dinero para préstamos a los países más pobres. La solución es sencilla: los países más ricos, como Reino Unido, deberían contribuir más para compensar el déficit. De hecho, tenemos un precedente similar: la iniciativa de suspensión del servicio de la deuda del G20, que suspendió o canceló casi 10.000 millones de euros de la deuda externa de los países más pobres debido a la pandemia de la COVID-19. Si una pandemia es motivo suficiente para cancelar la deuda, seguramente una guerra también lo sea.

Cuando todo esto termine, con suerte con una derrota de Putin, Ucrania necesitará un Plan Marshall adaptado a los tiempos actuales, diseñado a partir de ayudas, no a partir de créditos con los que financiar la reconstrucción del país. En cuanto al momento actual, como sugiere la Campaña Jubileo de la Deuda, debería haber un mecanismo para suspender automáticamente el pago de la deuda para los países que sufren graves choques externos.

Ucrania se encuentra en medio de una crisis existencial, como me dijo el sociólogo ucraniano Volodymyr Ishchenko: “Personalmente, siento que el país en el que nací puede simplemente desaparecer”. Un país golpeado y herido por la guerra necesita espacio para respirar. Eso está en nuestra mano: cancelar la deuda.

Traducción de Emma Reverter

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