El centrista independiente Emmanuel Macron, favorito para ganar las elecciones presidenciales a la ultraderechista del Frente Nacional Marine Le Pen, pasó el primer día de su campaña de la segunda vuelta encerrado y afinando su estrategia. Su discurso triunfante tras ganar la primera vuelta ha dado paso a las discusiones en Francia sobre el difícil reto al que ahora se enfrenta.
El mapa de los resultados es un golpe de realidad. Lejos de una victoria absoluta de la marca centrista de Macron, liberal en lo económico y con valores progresistas en lo social, los resultados muestran un país más fracturado que nunca. El Frente Nacional ha consolidado su lugar en el escenario político francés. El partido de ultraderecha se ha hecho con zonas del Norte y del Este desindustrializado, así como del sur, y Macron ha tomado la zona occidental. El candidato centrista obtuvo buenos resultados en las ciudades cosmopolitas y a Le Pen le fue bien en las poblaciones pequeñas y las zonas rurales que se sienten abandonadas.
En nueve de de los diez departamentos con mayor tasa de desempleo ha ganado la candidata euroescéptica y antiinmigración. Por su parte, el apoyo a Macron fue particularmente elevado en la capital, París, una isla pujante que parece, más que nunca, ajena a todo el pesimismo que la rodea.
Los resultados de la primera vuelta revelan similitudes llamativas con “las divisiones sociales reales” que aparecieron en la votación por el Brexit en Reino Unido y en la victoria de Donald Trump en EEUU tal y como las llamó el filósofo Raphaël Glucksmann. Ha habido un fuerte mensaje de los votantes que luchan por llegar a fin de mes, que se sienten olvidados y abandonados y que están enfadados con los partidos políticos tradicionales, que han quedado fuera de la carrera en Francia.
Aunque Macron ha quedado en primer lugar con el 24%, más del 40% de los votantes se decantó por candidatos en ambos extremos del espectro político, de la ultraderechista Le Pen a la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon. Los candidatos euroescépticos han conseguido sus mejores resultados de la historia, ganándose el apoyo de más del 46% de los votantes.
Misión: “Reconciliar Francia”
Macron, de 39 años, es un antiguo funcionario de alto nivel y entendido de la tecnología que habla de “aprovechar la energía” de las startups, que sonríe en todo momento y que quiere inyectar un poco de “esperanza” al estilo de Obama en Francia. Su programa es progresista y proeuropeo, liberal en lo económico y de izquierdas en asuntos sociales como la inmigración. Macron ha elogiado a Angela Merkel por su política generosa hacia los solicitantes de asilo que llevó a más de un millón de nuevas llegadas en Alemania desde 2015.
Es un antiguo banquero de inversiones, un millonario que fue nombrado ministro de Economía de un gobierno socialista y que no tenía ninguna experiencia política antes de decidir atacar por su cuenta. Fundó un nuevo movimiento que no era “ni de izquierdas ni de derechas” para revolucionar las viejas formas de la política francesa y confiesa que sus políticas son más “pragmáticas” que atractivas: flexibilizar la estricta normativa sobre las empresas, rebajar el impuestos de sociedades, reestructurar el sistema de pensiones y proporcionar más subsidios por desempleo pero, a su vez, ser más estricto a la hora de suspender los subsidios a trabajadores cualificados que rechacen dos ofertas de trabajo “decentes”.
Macron afirma que puede traer una actitud más positiva a uno de los países más pesimistas del mundo, donde más de 230 personas han sido asesinadas en atentados terroristas en los últimos dos años y, tras décadas de desempleo masivo, más de tres millones de personas están sin trabajo.
Pero Macron debe salir del ámbito donde se maneja sin problemas para demostrar que entiende las divisiones del país y que puede, como prometió su equipo de campaña, “reconciliar Francia”. A pesar de que el primer sondeo de segunda ronda pronostica una victoria de Macron sobre Le Pen con un 62% frente a un 38%, no se puede dar nada por hecho en esta impredecible carrera presidencial francesa.
Los políticos tradicionales en la derecha e izquierda ya se han posicionado en favor de Macron en un intento de impedir la victoria de Le Pen. Pero este voto por defecto contra Le Pen, en vez de a favor de Macron, no es garantía de un mandato de éxito de un líder francés. El país ya lo hizo una vez en 2002 por el conservador Jacques Chirac contra el ultraderechista Jean-Marie Le Pen, y la decepción y la impopularidad marcó el tiempo que Chirac estuvo en el cargo.
El enfrentamiento perfecto para Le Pen
Le Pen no ha escondido que su segunda vuelta ideal es un enfrentamiento con Macron. Se ha tildado a sí misma como la “candidata del pueblo”, describiéndole a él como un antiguo banquero defensor de la globalización y procedente de una “élite arrogante” donde “el dinero es el rey”. Además le acusa de vivir ajeno a la vida cotidiana de los votantes.
Como novato político, el primer reto de Macron en las próximas dos semanas es asegurar a los votantes que realmente puede gobernar el país. Si es elegido presidente, necesitará una mayoría parlamentaria para llevar a cabo sus políticas. Sin esa mayoría en el Parlamento de 577 escaños, Macron podría ser relegado a un jefe de Estado simbólico que es el anfitrión de cenas oficiales pero que tiene las manos atadas.
Su incipiente movimiento político, En Marche, apenas tiene un año. Tiene que demostrar que puede presentar candidatos en las elecciones legislativas de junio y ganar los suficientes escaños, o bien Francia quedaría en un turbio terreno de políticas de coalición. Le Pen se enfrentaría al mismo problema: actualmente solo tiene dos diputados y sin una mayoría no sería capaz de poner en marcha ninguna de sus políticas.
El primer error de Macron ha sido ser fotografiado celebrando una fiesta en un restaurante parisino en la noche de la primera vuelta. No solo desató comparaciones con las impopulares celebraciones de Nicolas Sarkozy en un lujoso restaurante en 2007 —Macron argumenta que esta fiesta fue mucho más barata—. El tema es que se estaba celebrando una fiesta tras la primera vuelta y antes de que terminase todo el proceso electoral. “Esta fiesta en La Rotunde es vergonzosa en una situación política en la cual la extrema derecha ha pasado a una segunda vuelta”, contó en Twitter David Cormand, presidente del Partido Verde francés.
Actuar como si la carrera presidencial ya estuviese decidida fue percibido como algo peligroso en el actual clima político. “Necesitamos ser humildes”, explica Richard Ferrand, secretario general de En Marche. “Las elecciones no se han ganado y necesitamos unir a la gente para ganar”, concluye.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti