Los Gobiernos europeos han reducido “de manera sistemática” sus vías ferroviarias, privándolas de financiación, mientras invertían en la red de carreteras. De acuerdo con un informe encargado por Greenpeace a los think tanks alemanes Wuppertal Institute y T3 Transportation, la longitud de las autopistas en Europa creció un 60% entre los años 1995 y 2020, mientras que las vías de tren se redujeron en un 6,5% en el mismo período. Por cada euro que los Gobiernos destinaron a la construcción de vías férreas, se gastaban 1,6 euros en carreteras.
“Se trata de una elección política”, dice Lorelei Limousin, que trabaja en la división de cambio climático de Greenpeace. “Hoy vemos las consecuencias en el clima, pero también en la gente, que se ha quedado sin alternativas al coche”.
Según los datos del informe, entre 1995 y 2018, Reino Unido, Noruega, Suiza y los países de la Unión Europea (UE) gastaron un total de 1,5 billones de euros en ampliar sus carreteras, mientras que a la ampliación de redes ferroviarias solo destinaron 0,93 billones de euros.
En los cuatro años siguientes (2018-2021), la brecha media entre la inversión en ferrocarril y la inversión en carretera pasó del 66% al 34%. Durante ese periodo, siete países invirtieron más en ferrocarril que en carreteras (Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Italia, Luxemburgo y Reino Unido), mientras el resto de naciones seguía destinando más a las carreteras que al ferrocarril.
2.500 estaciones de tren cerradas
“En verdad, la mayoría de los países europeos ha fomentado el uso del coche dedicando grandes cantidades de dinero público a la ampliación de la infraestructura de autopistas”, afirma Giulio Mattioli, investigador especializado en transporte afiliado a la Universidad Técnica de Dortmund, que no participó en el informe.
Según Mattioli, mientras que las pequeñas inversiones en vías ferroviarias o carriles para bicicletas son miradas con lupa en el marco del debate público y político, las inversiones en carreteras se dan por sentadas. “Si queremos cumplir con los objetivos del sector del transporte en mitigación del cambio climático, es absolutamente necesario que esto cambie”, asegura.
De acuerdo con el informe, donde más crecieron las autopistas fue en Irlanda, Rumanía y Polonia. Mientras que los países con menor aumento de autopistas fueron Lituania, Letonia y Bélgica. En 15 de los 30 países estudiados, la longitud de las autopistas se ha duplicado con creces durante este período de 25 años.
Al mismo tiempo, el informe habla de más de 2.500 estaciones de tren clausuradas por los Gobiernos europeos desde mediados de los años noventa. También señala que se han cerrado unos 13.717 kilómetros de líneas regionales de pasajeros. Según los investigadores, 4.536 kilómetros de esas líneas regionales podrían reabrirse “con relativa facilidad”.
Para 2030, la UE se ha propuesto reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55% (con relación a los niveles de 1990), pero le está costando avanzar en el sector del transporte. De acuerdo con los datos de 2020, el transporte por carretera representa tres cuartas partes de todas las emisiones derivadas del transporte.
La Agencia Europea de Medio Ambiente estimó el año pasado que las emisiones del transporte doméstico no descenderán por debajo de los niveles de 1990 hasta el año 2029. Al mismo tiempo, las emisiones de los aviones y barcos que conectan la UE con otras partes del mundo van a seguir en ascenso.
Una infraestructura a la altura
Greenpeace pide a los Gobiernos que quiten dinero de las carreteras para dedicarlo a la mejora de las vías de tren, del transporte público, de los carriles bici y de las aceras. También pide terminar con la construcción de nuevas autopistas y aeropuertos.
“Para ayudar a la gente a cambiar el coche por el transporte público, algo que es verdaderamente esencial para reducir las emisiones del transporte, tenemos que hacer que la infraestructura esté a la altura”, señala Limousin. “Necesitamos que los Gobiernos dejen de clausurar estaciones y líneas de tren, que reabran las que han sido cerradas y son fáciles de reabrir... y que aumenten de manera significativa el dinero público para soluciones reales”.
Para animar a la gente a que reemplace el coche por el tren, el tranvía o el autobús, un pequeño grupo de países europeos ha abaratado el precio del transporte público. El Gobierno de Alemania introdujo el pasado verano un billete válido para el transporte público local y regional que costaba 9 euros al principio y, luego, aumentó a 49 euros al mes.
“Los billetes de 9 y 49 euros en Alemania crearon la impresión generalizada de que muchas personas se pasarían al transporte público si fuera más barato”, apunta Mattioli. “Pero para el cambio intermodal, el nivel de servicio y las redes de infraestructuras son mucho más importantes; por eso creo que deberíamos hablar menos de tarifas y mucho más de infraestructura”.
Traducido por Francisco de Zárate.