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Cómo los Cascos Blancos de Siria han sido víctimas de una campaña de propaganda

Olivia Solon

San Francisco —

El grupo de rescates compuesto por voluntarios sirios conocidos como Cascos Blancos ha sido víctima de una amplia campaña de desinformación que los presenta como una organización terrorista relacionada con Al Qaeda.

The Guardian ha logrado descubrir cómo esta contranarrativa es difundida en internet por una red de activistas conspiracionistas y trolls, con el apoyo del gobierno ruso (que brinda apoyo militar al régimen sirio).

Los Cascos Blancos, conocidos oficialmente como Defensa Civil Siria, son una organización humanitaria compuesta por 3.400 voluntarios –antiguos profesores, ingenieros, sastres y bomberos– que rescatan de los escombros a las víctimas civiles tras los bombardeos. Se les atribuye el haber salvado miles de vidas civiles durante la guerra civil que aún desangra al país.

También han ayudado a revelar, gracias a vídeos grabados sobre el terreno, crímenes de guerra, incluido un ataque químico ocurrido el pasado abril. Su trabajo fue recogido en un documental de Netflix ganador de un premio Óscar y fue nominado a dos premios Nobel de la paz.

A pesar del reconocimiento internacional, hay una contranarrativa impulsada por una red de individuos que escriben para webs de noticias alternativas que dicen combatir a “los medios de comunicación hegemónicos”. Las opiniones de estos individuos coinciden con las de Siria y Rusia y atraen a mucha gente en internet, contando además con la difusión que les dan ciertas personalidades de la extrema derecha, apariciones en la televisión pública rusa y un ejército de bots en Twitter.

La forma en que la maquinaria de propaganda rusa ataca a los Cascos Blancos se ha convertido en un caso práctico de cómo funciona la guerra informativa. El caso deja en evidencia que rumores, teorías conspirativas y verdades a medias logran llevar la delantera en los algoritmos de búsqueda de YouTube, Google y Twitter.

“Esto representa el corazón de la propaganda rusa. En el pasado, intentaban hacer ver a la Unión Soviética como una sociedad modelo. Ahora, el objetivo es confundir cada tema con tantas narrativas distintas que la gente no reconoce la verdad cuando la tiene delante,” explica David Patrikarakos, autor de Guerra en 140 Caracteres: cómo las redes sociales están reconfigurando los conflictos del siglo XXI.

Una guerra híbrida

La campaña para desacreditar a los Cascos Blancos comenzó al mismo tiempo que Rusia inició su intervención militar en Siria en septiembre de 2015, apoyando al eEército del presidente Bashar al-Asad y bombardeando las zonas controladas por la oposición. Casi inmediatamente, los medios de comunicación públicos de Rusia, como RT y Sputnik, comenzaron a afirmar que el ISIS era el único objetivo y a poner en duda los bombardeos a zonas civiles e infraestructura.

La misma maquinaria de propaganda dio lugar a activistas, blogueros e investigadores antiestadounidenses de la periferia que creen que los Cascos Blancos son terroristas, dándoles exposición en la televisión pública y difundiendo sus artículos en las redes sociales.

No existen pruebas que sugieran que estos activistas y blogueros están desinformando deliberadamente, aunque sus artículos tienen a menudo fuentes muy poco sólidas.

Scott Lucas, profesor de política internacional de la Universidad de Birmingham, describe la campaña como “propaganda de agitación” pero aclara que algunos de sus participantes no sabían que estaban siendo utilizados.

“La propaganda es realmente efectiva cuando encuentras a alguien que cree ese discurso y lo apoyas, porque no estás creando algo desde cero,” añade.

¿Por qué los Cascos Blancos?

Los Cascos Blancos juegan un doble papel en Siria. Por un lado llevan a cabo labores de rescate: proveen servicios de ambulancias, son bomberos, buscan y rescatan víctimas en áreas de conflicto donde la infraestructura ha sido destruida. Por otro lado, cumplen una tarea de documentación de lo que está ocurriendo en el país, gracias a cámaras que llevan en los cascos y en mano.

“Esto molesta no sólo al régimen de Asad y a las autoridades rusas, sino también a muchos propagandistas que trabajan a su alrededor,” afirma Kristyan Benedict, director de respuesta en conflicto de Amnistía Internacional, especializado en Siria.

Las imágenes que recogen los Cascos Blancos han ayudado a organizaciones como Amnistía Internacional y el Centro por la Justicia y Rendición de Cuentas en Siria a corroborar los testimonios que reciben desde Siria por teléfono, Skype y WhatsApp. Les ha permitido verificar las consecuencias de los bombardeos para comprobar si se había atacado a civiles o si había presencia militar o puestos de control.

“Esto ha perjudicado al discurso bélico de Siria y Rusia,” señala Benedict.

Fueron los Cascos Blancos los que documentaron en abril el ataque químico en Khan Sheikhoun, donde murieron al menos 83 personas, de las cuales la tercera parte eran niños. Investigadores de la ONU sobre crímenes de guerra concluyeron que el ataque fue llevado a cabo por el régimen sirio contra su propio pueblo.

Los medios de comunicación públicos rusos y una red de medios de noticias alternativos continúan poniendo en duda las conclusiones de los investigadores, describiéndolas como “ilógicas” u “orquestada deliberadamente” por radicales.

La web de extrema derecha Infowars repitió la teoría conspirativa, describiendo el ataque como un montaje de los Cascos Blancos, a los que describía como “un grupo vinculado a Al Qaeda y financiado por George Soros”. Los Cascos Blancos jamás han recibido dinero de George Soros ni de ninguna de sus fundaciones (la organización ha recibido donaciones de organismos de varios gobiernos occidentales, como los de EEUU, Reino Unido, Canadá y Holanda).

Algunas de las personas que más han recelado de la investigación de la ONU son la bloguera Vanessa Beeley, hija de un exdiplomático británico, que viajó a Siria por primera vez en julio de 2016, Timothy Anderson, profesor de la Universidad de Sydney que describió el ataque de abril como un “fraude”, y Eva Bartlett, una escritora y activista canadiense que dijo que los Cascos Blancos hicieron montajes, utilizando víctimas del pasado, algo que fue desmentido por Snopes –página web dedicada a contrastar información– y el canal de televisión británico Channel 4.

“Básicamente, está justificando lo injustificable,” dice Lucas.

“Tienen una serie de sitios web que publican tonterías y luego Russia Today (RT) los pone en la televisión,” añade.

La estrategia rusa ha sido muy exitosa a la hora de condicionar la discusión sobre los Cascos Blancos en internet. Al desbordar los algoritmos de las redes sociales con contenido, estimulado por bots, cuentas falsas y una red de agitadores, los propagandistas logran crear un “consenso fabricado” que legitima estas opiniones marginales. Incluso los canales oficiales rusos, como la cuenta de Twitter de la embajada rusa en el Reino Unido, han publicado memes que desacreditan a la organización.

“Si miras los tuits sobre los Cascos Blancos, casi una de cada dos conversaciones los vinculan con el ISIS o los llama terroristas. Los pintan como los malos de la película,” explica Sam Woolley, director de investigación en la Universidad de Oxford de un proyecto sobre propaganda informática.

Su colega Samantha Bradshaw añade: “Cuanta más confusión hay, más fácil es manipular a la gente.”

Una fábrica de historias

The Guardian entrevistó a varios investigadores que estudian la difusión de información falsa y propaganda en internet, que han encontrado pruebas de una campaña rusa contra los Cascos Blancos.

Fil Menczer, profesor de ciencias informáticas de la Universidad de Indiana, ha desarrollado una herramienta llamada Hoaxy que representa mediante gráficos la difusión de información falsa en internet. Buscando “Cascos Blancos” se ve que unas pocas fuentes generaron cientos de historias sobre la organización. “Es como una fábrica,” dice.

Los artículos que citan a las mismas personas como “expertos” son difundidos e interconectados para crear un cuerpo de contenido que legitima al menos en apariencia las teorías conspirativas.

La empresa de analítica de datos Graphika lleva años analizando el alcance de las campañas rusas de información falsa, incluidas aquellas en relación a las filtración de Macron y el escándalo de dopaje ruso.

Una investigación, encargada por el grupo proderechos humanos The Syria Campaign, descubrió que los patrones en la red de 14.000 usuarios de Twitter que hablaban sobre los Cascos Blancos eran “muy similares” e incluían a muchas cuentas de conocidos trolls proKremlin, algunas de las cuales fueron cerradas como parte de la investigación sobre la intervención de Rusia en las elecciones estadounidenses. Otras cuentas parecían generar más de 150 tuits al día (los expertos que estudian bots estiman que más de 70 tuits se considera sospechoso).

Graphika también encontró pruebas de la coordinación a la hora de emitir mensajes sobre eventos importantes en los ciclos informativos sobre los Cascos Blancos.

Tanto Graphika como el Hoaxy de Menczer por separado han identificado a la bloguera británica Beeley como una de las más importantes fuentes de difusión de contenido sobre los Cascos Blancos.

Sus conclusiones también coinciden con el trabajo realizado por Kate Starbird de la Universidad de Washington en Seattle, que asegura que Beeley y la web de noticias alternativas 21st Century Wire han dominado la conversación en Twitter sobre los Cascos Blancos durante los últimos meses, junto con Sputnik y RT.com.

Beeley a menudo critica a los Cascos Blancos como editora del sitio 21st Century Wire, fundado por Patrick Henningsen, que también fue editor de Infowars.

En 2016, Beeley tuvo una reunión de dos horas con Asad en Damasco como parte de la delegación del Consejo de Paz estadounidense, que describió en Facebook como su “momento de mayor orgullo personal”. También fue invitada a Moscú a informar sobre la “guerra sucia en Siria”. Allí se reunió con importantes altos cargos rusos, incluido el viceministro de Exteriores Mijaíl Bogdanov, y con Maria Zakharova, directora de prensa e información del Ministerio de Exteriores ruso.

El reto del maniquí

Para comprender la maquinaria de propaganda en acción, sólo hay que mirar lo que pasó cuando los Cascos Blancos publicaron en internet su versión del reto del maniquí, una tendencia de vídeo viral en la que las personas aparecían congeladas en medio de la acción. El grupo se filmó en un rescate montado y compartió el vídeo en las redes sociales con el hashtag #MannequinChallenge.

El vídeo, publicado en noviembre de 2016 por las Fuerzas Revolucionarias de la Oficina de Medios de Siria, fue inmediatamente sacado de contexto y compartido como evidencia de que la organización utiliza “actores” en rescates ficticios diseñados para perjudicar la imagen de los ejércitos ruso y sirio.

Un usuario de Twitter, que fue retuiteado cientos de veces, escribió: “¡Increíble! Hay que ver este vídeo que demuestra que los Cascos Blancos son un fraude.”

RT se hizo eco del incidente, difundiendo algunos de estos tuits, y citó a Beeley como una investigadora independiente que aseguraba que el vídeo alimentaba las sospechas sobre la “ya cuestionable credibilidad” de la organización. El día siguiente, Beeley escribió un artículo en 21st Century Wire en el que argumentaba que el vídeo generó “dudas generalizadas, incluso entre sus más fervientes seguidores, respecto a la veracidad de muchos de sus muy editados vídeos”.

Luego, los Cascos Blancos pidieron disculpas, afirmando que habían publicado el vídeo esperando generar una conexión entre el horror que está sucediendo en Siria y el resto del mundo, pero reconociendo que fue un “error”.

Un año más tarde, el vídeo del reto del maniquí de los Cascos Blancos sigue circulando masivamente como prueba de que los rescates son montajes.

También se ha utilizado actos cometidos por algunos miembros de los Cascos Blancos para desacreditar a todo el grupo. Un exCasco Blanco fue despedido después de que un vídeo le mostrara ayudando a insurgentes armados a deshacerse de los cadáveres mutilados de combatientes proAsad. A otros se les ha fotografiado con armas a pesar de que el grupo afirman que siempre van desarmados. También hay imágenes de Cascos Blancos llevándose el cuerpo de una persona ejecutada por insurgentes radicales, que los críticos utilizan para asegurar que “colaboran” en las ejecuciones.

“Existen incidentes aislados de los voluntarios, pero nunca ha habido ningún incidente que involucre a los responsables,” comenta al-Saleh, líder de los Cascos Blancos, mientras mira en su móvil alertas informativas sobre un político británico (el ministro de Defensa, Michael Fallon) que tuvo que dimitir tras ser acusado de abuso sexual. “Nadie dice que el Gobierno del Reino Unido sea una organización depredadora sexual sólo por este incidente.”

Mientras tanto, la influencia de Beeley sigue creciendo. En abril de 2017, dio una conferencia junto a ministros sirios (que hablaron por vídeoconferencia) titulada “Cascos Blancos: ¿hechos o fantasía?”. Su informe y las imágenes que mostró fueron remitidas al Consejo de Seguridad de la ONU y a la Asamblea General de la ONU por el gobierno ruso como “pruebas” contra los Cascos Blancos.

“Estos documentos filtrados son prueba irrebatible de que el gobierno ruso está haciendo todo lo que puede para elevar el estatus de Vanessa Beeley como agente clave en su campaña de propaganda”, dice James Sadri, director ejecutivo de Syria Campaign. “Una bloguera que escribe para una web de conspiraciones sobre el 11S que viajó a Siria por primera vez el año pasado no puede presentarse como experta imparcial sobre el conflicto.”

The Guardian se puso en contacto con Beeley en varias ocasiones, pero ella se negó diciendo que las preguntas eran “una vergüenza” y que contenían “hechos no relevantes y que recuerdan a un interrogatorio del macartismo”.

The Guardian también contactó con Eva Bartlett, quien dijo que “no tenía interés en participar en una historia en la que ya tenéis todo decidido”.

Poco después de haberla contactado para este artículo, Beeley apareció en un programa de YouTube de 40 minutos en el que habla de las preguntas recibidas por email y critica la cobertura que hace the Guardian de Siria, alegando que se trata de información falsa basada en material filmado provisto por los Cascos Blancos, organización “vinculada a Al Qaeda”. Beeley afirmó en el vídeo que el “consenso mayoritario” es que los Cascos Blancos son una organización terrorista fraudulenta.

Traducido por Lucía Balducci