Con optimismo pero con cautela, el hijo de Ernesto Che Guevara está aceptando la idea de recibir el domingo en La Habana la visita de una figura contemporánea, que casualmente es el líder de la potencia capitalista mundial. Camilo Guevara, el hijo mayor de una de las figuras más famosas de la revolución cubana, nació un año después que Barack Obama en los 60, cuando Cuba y EEUU acababan de dar inicio a uno de los conflictos más peligrosos y duraderos de la guerra fría.
Cinco años después, su padre fue ejecutado en Bolivia. En la actualidad, en tiempos de más paz y menos gloria, Camilo Guevara se dedica a proteger el legado del Che y se asegura de que las palabras de su padre, y no solo su retrato, sean recordadas en todo el mundo.
Pero para Camilo Guevara, como para tantos otros habitantes de esta isla, la llegada inminente de Obama es tanto una amenaza como una oportunidad.
“La visita es histórica y muy importante. Es la primera vez que un presidente de EEUU visitará una Cuba independiente”, cuenta Guevara a The Guardian. “Pero EEUU es un imperio. No está en su naturaleza servir de anfitrión e invitarte a un banquete. La historia nos demuestra que cada vez que son anfitriones, uno debe aceptar que puede terminar envenenado o con un cuchillo en la espalda. El tiempo dirá”.
Para el resto del mundo, la visita de Obama es un viaje de conciliación que marcará época a un pequeño país que ha resistido los embates de la superpotencia vecina por más de medio siglo. La visita parece ser el puntapié inicial de la triunfante cuenta atrás para un presidente en su último año de mandato.
Según altos cargos de EEUU, la delegación presidencial será una de las más grandes de los últimos años. Además de viajar con su familia, Obama llegará a la isla con cuatro ministros del Gabinete, unos 40 senadores y miembros del Congreso, decenas de personalidades del mundo empresarial y reconocidas figuras cubano-americanas. Sumado a esto, los agentes del Servicio Secreto, especialistas en logística, periodistas y el equipo de béisbol de los Tampa Bay Rays, que jugarán un partido al que Obama asistirá: en total, la comitiva oficial ocupará 1.200 habitaciones.
Que la comitiva sea tan grande no es casualidad. La visita está diseñada para causar una gran impresión. Ante sus compatriotas, Obama busca asegurar su legado como conciliador; ante sus anfitriones cubanos, quiere mostrar todo lo que se puede ganar con una relación más cercana.
Camilo Guevara cree que su padre hubiera tenido sentimientos encontrados sobre el acercamiento. “Uno se da cuenta de que mi padre no confiaba en nada que proviniera de los imperialistas”, dice refiriéndose a la gran cantidad de manuscritos que dejó. “Pero él era un hombre que creía importante tener relaciones con el mundo. Sentía que era necesario aprender de lo negativo y de lo positivo y que podía transmitir nuestras ideas a los demás. Quizá podamos ejercer una influencia positiva sobre EEUU”.
Nos reunimos en el Centro de Estudios Che Guevara en La Habana, en el que se guardan una colección de cartas, ensayos y discursos, que han sido inscritos por la Unesco en el Registro Memoria del Mundo. En su apariencia y en su forma de hablar, Camilo Guevara da la impresión de ser la viva imagen de su padre. La cara nos da una idea de cómo se vería el famoso rostro del Che con unos años más si no hubiera sido ejecutado en Bolivia antes de cumplir los 40. La barba gris, los mechones de pelo largos al viento dejan ver las entradas y la mirada penetrante necesita gafas.
Además, Guevara da la impresión de ser sociable, divertido e intenso. Aunque no es un portavoz del Gobierno, reitera la postura oficial, muchas veces citada, según la cual las conversaciones solo pueden tener éxito si EEUU respeta la soberanía cubana, entabla las negociaciones de igual a igual y retira los obstáculos aún vigentes para llegar a una relación más cercana: concretamente, el embargo económico y la ocupación de la bahía de Guantánamo por parte de la Armada estadounidense.
La ideología revolucionaria se mantiene fuerte pero no es inflexible. “Tenemos un proyecto como nación. Nos ha llevado hasta donde estamos ahora. Mañana, si nos enfrentamos a un panorama diferente, entonces tenemos que modificar nuestro proyecto. Si, en el peor de los casos, la relación con EEUU destruye nuestros principios, nuestros ideales, nuestro proyecto nacional, entonces quiere decir que desde el comienzo el proyecto no era fuerte”, observa Guevara.
El cambio, si es que llega, será al ritmo que elija el Gobierno cubano. Hasta ahora, en EEUU, esa situación ha desembocado en críticas de que Obama ha dado más de lo que ha obtenido en su acuerdo con el presidente cubano, Raúl Castro, del 17 de diciembre de 2014.
Hasta ahora, la mayor parte de la actividad proviene del lado de EEUU (con el anuncio reciente de esta semana sobre los controles más flexibles sobre divisas y viajes) pero el acuerdo no es del todo unilateral.
Cuba ha liberado a varias decenas de presos políticos (aunque las detenciones y los ataques continúan), ha expandido el acceso a Internet (aunque todavía sigue siendo muy limitado) y ha empezado las conversaciones sobre seguridad, tráfico de personas y control de drogas. Sobre los temas más importantes (elecciones libres, libertad de expresión y el derecho a manifestación) todavía no se ha hablado nada, aunque crece la especulación de que en el congreso del Partido Comunista del próximo mes se podrían debatir los pasos a seguir para lograr una reforma económica y, posiblemente, un referéndum sobre una reforma constitucional.
Hasta ahora, sólo son conjeturas. Sin embargo, mediante su discurso, Obama intentará llevar el debate en esa dirección. “El futuro de Cuba queda en manos de los cubanos” es la frase principal del mensaje, pero algunos altos cargos resaltan que el objetivo no es promover un cambio de régimen, sino quitar las restricciones que obstaculizan la capacidad de desarrollo de la isla y la posibilidad de decidir su propio futuro.
Guevara es cauteloso a la hora de valorar el propósito del presidente de EEUU: “No conozco a Obama en persona. Parece inteligente y sensible a los problemas más graves que padece la humanidad, pero llegó al poder mediante una elección y no mediante una revolución. Recibió el apoyo de las corporaciones de EEUU. El color de la piel es una cosa, el color de la ideología es otra”.
No obstante, Guevara cree que Obama ha servido de ayuda para marcar el comienzo del cambio que tanto se necesitaba y que, hasta cierto punto, perdurará incluso después de que acabe su mandato. “El hecho es que la relación entre EEUU y Cuba estaba en un punto muerto. Sin importar quién gane las próximas elecciones, la situación no puede ser peor de lo que era antes”.
Pero el presente cubano también tiene su buena cuota de problemas, en los que EEUU podría ayudar. La economía es débil y a menudo escasean productos básicos en los comercios. Los aliados regionales de izquierda que alguna vez ayudaron a cubrir las necesidades ahora tienen sus propios problemas.
Durante el Gobierno de Hugo Chávez, Venezuela era la fuente de combustible y ayuda para Cuba. Pero eso se terminó con el impacto de los precios bajos del crudo, la recesión y la agitación política en Venezuela. En Brasil, el Gobierno del Partido de los Trabajadores, que ayudó a financiar el proyecto de desarrollo más grande de Cuba en el puerto de Mariel, ahora tiene toda su atención puesta en las manifestaciones masivas, el declive económico y un escándalo de corrupción que debilita su imagen. Los líderes de izquierda, tanto de Argentina como de Bolivia, han sufrido reveses electorales.
Guevara cree que los reveses de la izquierda latinoamericana se deben a factores cíclicos: los gobiernos perdieron apoyo cuando empezaron a no darse cuenta de las expectativas del electorado y la situación fue exacerbada por los medios de comunicación hostiles, los oligarcas y las empresas transnacionales.
“Es un revés temporal. El movimiento de izquierda no está muerto ni desaparecido. La marea se ha replegado un poco, pero eso es lo que pasa antes de que el tsunami vuelva con más fuerza”, dice Guevara.
Casi 50 años después de la muerte de su padre, el Che se mantiene como emblema para los movimientos de izquierda, aunque ahora también sea un símbolo comercial. Parte del objetivo de Guevara en el centro de estudios es asegurarse de que la imagen de su padre no sea separada de sus ideas y su historia. “El Che sigue jugando un rol importante, pero hay que reconocer que el símbolo del Che es diferente en cada país. La imagen del Che en una bandera de un partido de fútbol en Europa no es lo mismo que su imagen en la camiseta de un minero que protesta por sus derechos en Latinoamérica. Por desgracia, hay algunos que tratan de separar la imagen de la historia. Uno de nuestros objetivos es encargarnos de ese tema”.
Entre los documentos que se encuentran archivados, hay un breve mensaje de despedida que el Che escribió a sus hijos sabiendo que pronto podría morir: “Y sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”.
A Guevara le cuesta compartir recuerdos personales. “Tengo algunas imágenes en mi memoria, pero no estoy seguro de cuán fidedignas puedan ser porque llenamos los espacios en blanco con nuestra propia percepción”. En cambio, prefiere enfocarse en el legado concreto distribuyendo las ideas de su padre por Internet con material educativo.
Todo ese material es políticamente nocivo para un presidente de EEUU en plena campaña. Obama será cauteloso a la hora de respaldar a sus anfitriones. Fuentes norteamericanas dicen que no se reunirá con Fidel Castro. En su lugar, Obama se concentrará en los talleres con empresarios, las charlas con organismos de la sociedad civil, un partido de béisbol, un discurso para los jóvenes de Cuba y las conversaciones bilaterales.
No hay ninguna posibilidad de que visite el Centro de Estudios Che Guevara para escuchar una lección sobre revoluciones. Para Guevara, es una lástima: “Si Obama viniera, podría aprender algo”.