Soy científica y no callaré sobre la pandemia por muchos trols que me ataquen
En Nochebuena recibí un correo electrónico en el que se me informaba de que había sido incluida en la lista de “acusados” de una página web llamada Nuremberg NZ. Quienes están detrás de Nuremberg NZ quieren que personas como yo tengan “su día de ajuste de cuentas” de forma similar a como se juzgó a los criminales de guerra nazis tras la Segunda Guerra Mundial.
Según el sitio web, mis delitos son “engañar al público” y “apoyar a un gobierno para que realice experimentos médicos con sus ciudadanos”. Nuremberg NZ ofrece a los usuarios la oportunidad de dejar un comentario sobre cada acusado y votar si debe ser incluido en la lista. El usuario bennyman88 comenta con una palabra: “Asesina”. Y vota: “de acuerdo”.
La Isla de la Gran Barrera está a unos 90 kilómetros de la costa de la principal ciudad de Nueva Zelanda, Auckland. Gran Barrera es una isla sin conexión a la red, donde viven unas 1.000 personas y que cuenta con bahías tranquilas y playas para hacer surf. También es un santuario de cielo oscuro, aguas termales naturales y bosques autóctonos.
En 2015, Gendie Somerville-Ryan puso en marcha la serie de eventos llamados “Sin barreras: Isla Pequeña, grandes ideas”, siguiendo el ejemplo del programa de la BBC Big Ideas.
El primer evento giró en torno a las pandemias y reunió a un virólogo, un escritor de ficción para jóvenes, un sociólogo y un representante de la Defensa Civil para debatir cómo deberían comportarse los residentes de la isla si una pandemia arrasaba el mundo y mataba a todos a su paso. Somerville-Ryan me pidió que moderara el evento.
Del laboratorio a la divulgación científica
Soy microbióloga, a lo largo de mi carrera he estudiado cómo unas bacterias repugnantes pueden brillar en la oscuridad. Las he utilizado para tratar de encontrar nuevas medicinas y entender cómo las bacterias evolucionan para volverse más infecciosas. También he ganado premios como comunicadora científica y hace más de diez años que colaboro en medios de comunicación, así como con ilustradores, animadores y artistas, para hacer que la ciencia sea accesible al público.
Mis principales motivaciones cuando empecé fueron ayudar a romper los estereotipos sobre el aspecto de los científicos y formarme para poder comunicar mi investigación financiada con fondos públicos más allá de la mera publicación de artículos en revistas científicas.
La lección más importante que aprendí en el evento de la Gran Barrera la tuve escuchando al sociólogo David Johnston que estudia cómo las comunidades sobreviven a las catástrofes. A pesar de lo que nos hacen creer nuestros libros y películas apocalípticas favoritas, las investigaciones demuestran que las comunidades que salen mejor paradas de las catástrofes son las que propician que los ciudadanos colaboren los unos con los otros, compartan sus recursos y se aseguren de que nadie se quede atrás.
Eso es lo que recordé cuando empezó la pandemia, que para superarla es necesario que las personas hagan lo correcto, unidas. Así que, como experta en enfermedades infecciosas y comunicadora científica, en enero de 2020 empecé a hacer lo que mejor sabía para ayudar a la gente a entender la ciencia siempre cambiante de la pandemia y explicar por qué sus acciones son importantes.
Las reacciones frente a la exposición
Pronto recibí y atendí muchas peticiones de los medios de comunicación, escribiendo mis propios artículos divulgativos para el medio The Spinoff y formando equipo con el premiado dibujante Toby Morris para hacer comprensible la ciencia de la pandemia. No pasó mucho tiempo antes de que Toby y su equipo adaptaran nuestros gráficos para la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los insultos, el acoso y las amenazas comenzaron casi inmediatamente después de que empezara a conceder entrevistas en los medios de comunicación. Lleva ocurriendo casi a diario desde hace casi dos años. Llegan a través de mis correos electrónicos y teléfonos personales y de trabajo, así como en las redes sociales. La dirección de mi casa se ha publicado en numerosas ocasiones en sitios web y redes sociales de extrema derecha, junto con llamadas para que aquel que quiera se persone en mi casa.
Fui acosada por teóricos de la conspiración mientras desayunaba en un hotel. Estos sujetos transmitieron el encuentro en directo y dijeron que sentarse junto a mí había sido como sentarse junto a un pedófilo. Incluso he sido víctima de una campaña de desprestigio por parte de blogueros y políticos de derechas.
Los insultos en las redes sociales son relativamente fáciles de tratar, aunque el envío de amenazas de muerte no parece infringir las condiciones de uso de las empresas de redes sociales, las plataformas ofrecen al menos un botón de bloqueo. Las aplicaciones de terceros, como Block Party, han sido un salvavidas, ya que bloquean preventivamente las cuentas que emiten este tipo de insultos y amenazas.
Lo que me intriga y perturba son los usuarios que envían correos electrónicos, mensajes de texto o mensajes de voz. Utilizan sus nombres reales y a menudo sus direcciones de correo electrónico del trabajo. A veces los busco en internet, son ejecutivos, ingenieros, candidatos políticos, directores financieros y gestores en una oficina, agentes inmobiliarios y electricistas. Algunos están jubilados, otros tienen aficiones como asistir a eventos de Toastmasters (una organización que promueve actos sobre comunicación y liderazgo) o son miembros de un club de corredores. Es decir, es gente corriente.
Gente que me envía mensajes llenos de odio, plagados de insultos, porque cree que soy una seguidora de Satán, porque solo persigo la fama o porque quiero ganar dinero. Mis acosadores no pueden imaginar que alguien no intente sacar provecho de una situación como ésta. No parece ocurrírseles que mi motivación podría ser simplemente tratar de salvar vidas durante una pandemia. Francamente, eso dice más de ellos que de mí. Les compadezco y no dejaré que me silencien.
La doctora Siouxsie Wiles MNZM es microbióloga y ha sido premiada por varios de sus trabajos. Es profesora asociada en la Universidad de Auckland. En 2021, Kiwibank la nombró neozelandesa del año.
Traducción Emma Reverter
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