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The Guardian en español

Los científicos piden acelerar la preparación mundial para el calor extremo

Niños se bañan en una fuente durante una ola de calor en Moscú.

Jonathan Watts

11 de julio de 2021 22:12 h

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El mundo debe intensificar los preparativos para el calor extremo, que podría llegar antes y con más fuerza de lo pronosticado, según ha advertido un grupo de científicos destacados tras la ola de temperaturas extraordinariamente altas en Canadá y Estados Unidos.

La “cúpula de calor” de la semana pasada sobre Columbia Británica, el estado de Washington y Portland (Oregón) batió los récords de temperaturas por más de 5 grados en algunos sitios –un pico que habría sido considerado imposible hace unas semanas, según los expertos, y que despierta preocupaciones de que el clima haya atravesado un umbral peligroso.

Un primer análisis de la ola de calor, publicado el miércoles, concluye que el cambio climático provocado por los humanos hace que los fenómenos climáticos extremos sean por lo menos 150 veces más probables.

Las temperaturas están subiendo en todo el mundo como consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero y los científicos llevan tiempo prediciendo que los récords de calor se batirán cada vez con mayor frecuencia.

“Es el salto más grande que he visto”

Pero los autores del nuevo estudio dicen que las últimas alzas han excedido hasta los peores escenarios en los modelos climáticos. Esto les obliga a revisar su conocimiento de las olas de calor y a plantearse la posibilidad de que otras partes del mundo sufran sobresaltos de temperatura similares.

“Este es, de lejos, el salto más grande que he visto jamás en los registros”, dice Friederike Otto, directora asociada del Instituto de Cambio Ambiental de la Universidad de Oxford, una de las fundadoras del grupo World Weather Attribution que elaboró el último estudio. “Sin duda, no debemos esperar que las olas de calor se comporten como en en el pasado... de cara a cómo prepararnos para ellas”.

Un punto clave es si las zonas afectadas tuvieron simplemente mala suerte o si el sistema climático ha atravesado un umbral y ha entrado en una nueva etapa en la que una pequeña parte del calentamiento global general podría causar un aumento más rápido en las temperaturas extremas.

No hay, todavía, consenso científico al respecto, pero los investigadores estudiarán ahora con urgencia si otras formas de perturbación del clima, como las sequías o la ralentización del jet stream (o corriente en chorro), podrían estar amplificando las olas de calor.

Otro de los autores del nuevo estudio, Geert Jan van Oldenborgh, del Real Instituto Meteorológico de los Países Bajos, explica que, hasta el año pasado, los modelos climáticos estándar partían de que había un límite superior para las olas de calor que se movía aproximadamente el doble de rápido que las tendencias generales del calentamiento global.

“Creíamos saber qué estaba sucediendo... Luego vino esta ola de calor que excedió con creces el límite superior. Con los conocimientos del año pasado, eso era imposible. Fue sorprendente y estremecedor”, dice. “Ahora tenemos menos certezas sobre las olas de calor que hace dos semanas. Nos preocupa mucho la posibilidad de que esto vaya a suceder en todos lados, pero todavía no lo sabemos”.

Tendencias similares en el mundo

Los titulares se han enfocado en Estados Unidos y Canadá, que registraron marcas de 49,6 °C en latitudes similares a la de Reino Unido. Se han atribuido más de 500 muertes al calor, que también ha desatado incendios forestales, inundaciones por deshielo, cortes de electricidad y carreteras agrietadas.

Los científicos han acentuado que pueden encontrarse tendencias similares al calentamiento en otras partes del mundo, aunque a menudo no se informa sobre ellas, particularmente en África subsahariana, que no cuenta con tantas estaciones de control y recibe una cobertura mediática mucho menor. Partes de Siberia y Paquistán han experimentado olas de calor inusualmente intensas hace poco. También se registraron los días más calurosos de junio en Helsinki, Moscú y Estonia.

El grupo World Weather Attribution ya había señalado los fuertes vínculos entre la crisis climática y otros fenómenos extremos, como la ola de calor de 2020 en Siberia, los incendios forestales en Australia de 2019-20, las olas de calor en Europa durante 2018 y 2019, y la tormenta tropical Imelda, que golpeó a Texas en 2019.

Más que en las tormentas y las inundaciones, Otto dice que las emisiones humanas influyen más clara y destructivamente en las olas de calor, que están llegando a niveles que no están suficientemente representados en los modelos informáticos actuales. “Lo que todo el mundo debería extraer de este estudio es cómo el impacto del cambio climático se manifiesta hoy en gran medida en la fuerte intensidad y frecuencia de las olas de calor”.

Los costes –en términos de muertes, enfermedades, horas de trabajo perdidas y daño a la propiedad– crecen rápidamente, dice Maarten van Aalst, del Centro Climático de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, y de la Universidad de Twente.

“Las olas de calor encabezan las listas mundiales de desastres más mortíferos, tanto en 2019 como en 2020. Aquí tenemos otro ejemplo terrible, que tristemente ya no es una sorpresa, sino parte de una tendencia global muy preocupante”, dice.

La cifra publicada probablemente sea una subestimación, porque el calor rara vez se menciona en las actas de defunción. Van Aalst insta a los gobiernos a fortalecer los sistemas de alerta temprana y las medidas para contrarrestar las olas de calor. Los arquitectos y urbanistas también deberían diseñar edificios y centros urbanos con más espacios verdes y zonas de refrigeración.

Según los científicos, lo más urgente es que se reduzcan rápido las emisiones que causan el calentamiento global. Con el nivel actual de calentamiento –alrededor de 1,2 °C sobre los niveles preindustriales–, el calor mortal reciente en el noroeste americano se considera extraordinario, pero este nuevo estudio constata que podría suceder una vez cada cinco a 10 años si las temperaturas globales subieran 2 °C, lo que podría suceder ya en 2050.

Traducido por Ignacio Rial-Schies.

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