Opinión

Una clase magistral frente a la arrogancia

Expresidenta de la asociación Pen American Center y miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras y la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias. —

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El discurso pronunciado el 23 de julio por la congresista del Partido Demócrata en el Congreso de Estados Unidos Alexandria Ocasio-Cortez ante los miembros de la Cámara de Representantes fue un grato recordatorio del potencial que pueden tener los discursos políticos: elocuente, lúcido, veraz, inteligente, conmovedor y persuasivo. También puso en evidencia que el nivel de debate político está bajo mínimos. Por parte de demócratas y republicanos nos llegan frases con gancho, ataques, promesas que se desvanecen antes de que la tinta se seque, razones por las que los ricos deben prosperar mientras los pobres siguen siendo pobres. Hemos aprendido a aceptar que cada vez que Trump se sienta en la mesa nos sirvan una gran empanada verbal; con divagaciones, digresiones, inarticulaciones, salazones con evasivas, distorsiones y mentiras.

En cambio, el discurso de Ocasio-Cortez fue una obra maestra, y habló con un lenguaje sencillo, sincero y sin adornos en el que (consciente o instintivamente) empleó las herramientas del orador, el retórico y el predicador. Consigue captar la atención de la audiencia con la repetición de conceptos, el ritmo, el énfasis, la cadencia, la pronunciación (la congresista tiene un marcado acento del Bronx) y una transición fluida de cada uno de los conceptos o hechos concretos hacia sus implicaciones más amplias.

Según su relato, la demócrata subía los escalones del edificio del Capitolio, distraída pensando en “sus asuntos” cuando fue “abordada” por el congresista Ted Yoho, un republicano de Florida, que le “apuntó a la cara con el dedo...”. “Me llamó repugnante, me llamó loca, que no estaba en mi sano juicio, me llamó peligrosa”. Tras este incidente, la congresista entró en el edificio para votar, para asegurarse, añade, de que sus electores del distrito 14 de Nueva York puedan conservar sus casas, alimentar a sus familias y vivir con dignidad.

Cuando volvió a la escalinata del edificio, Yoho la llamó “una maldita zorra” delante de los medios de comunicación.

Merece la pena ver el vídeo para ver cómo Ocasio-Cortez, sin especial indignación o emoción, pronuncia tres palabras que explotan como bombas inteligentes en la decorosa institución. El insulto es horrendo, pero ella no parece estar horrorizada porque ha tenido trabajos duros [trabajó como camarera], y lo ha escuchado antes. Ella “echaba a los hombres de los bares”. Así que no es una frágil flor, léase mujer, que no puede soportar la dureza del Capitolio. El abuso de Yoho no fue ni “profundamente hiriente” ni “penetrante” para ella, aunque señala que el comportamiento del político no fue un hecho aislado sino parte de una “cultura de la impunidad” que acepta “la violencia y el lenguaje violento contra las mujeres”. Al insultarla delante de periodistas, estaba dando a otros hombres “permiso” para hacer lo mismo.

Es lamentable que se haya producido esta situación, pero por mi parte, me alegro de que la expresión “maldita zorra” haya sido inscrita - por primera vez, supongo - en el registro del Congreso. Por muy odiosas que sean esas palabras, expresan la maldad, la rabia y el desprecio que se diluyen cuando al insulto se le resta importancia y se presenta bajó el eufemismo de “insulto vulgar” o (como el portavoz de Yoho lo describió dulcemente) “un epíteto de corral”.

En cambio, en su discurso Ocasio-Cortez presenta este insulto desde un prisma completamente distinto. En un inicio pensó en ignorar este incidente, y “coger sus cosas e irse a casa”. “Es sólo otro día, ¿verdad?”. Pero decidió compartir esta experiencia después de escuchar las excusas que Yoho dio al Congreso. El político afirmó que todo fue un “malentendido”, y que después de haber estado casado durante 45 años y como padre de dos hijas era “muy consciente” de su lenguaje.

En unas pocas frases rítmicas, Ocasio-Cortez pulveriza la “coartada de la hijas”; la insinuación de hombres como Brett Kavanaugh y Mitch McConnell, de que el hecho de tener hijas automáticamente los hace más sensibles y respetuosos con las mujeres.

“Y esto no lo podía permitir... no podía permitir que las víctimas de abuso verbal tengan que escuchar esta excusa y ver a nuestro Congreso aceptarla como legítima. Me produce un conflicto el hecho de que se utilicen a las mujeres, nuestras esposas e hijas como escudos, como excusas para el mal comportamiento. Yo también soy la hija de alguien. Soy su hija, y no me educaron para aceptar el abuso de los hombres”.

“Tener una hija no hace a un hombre decente. Tener una esposa no hace a un hombre decente. Tratar a la gente con dignidad y respeto hace a un hombre decente.”

Esa resonante palabra, decente, puede recordar a algunos oyentes cómo el consejero principal del ejército de Estados Unidos, Joseph N Welch, dio el pistoletazo de salida a la caída del destructivo y despótico senador Joseph McCarthy con la famosa pregunta, “¿No tienes sentido de la decencia?”

Ocasio-Cortez termina su discurso con más repeticiones (abordar a las mujeres de forma agresiva... sin remordimiento) y variaciones mientras agradece a Yoho y nos lleva de vuelta a los pasos del Capitolio. “Quiero agradecerle por mostrar al mundo que puedes ser un hombre poderoso y abordar a las mujeres de forma agresiva. Puedes tener hijas y abordar a las mujeres sin remordimientos. Puedes tomar fotos y proyectar al mundo una imagen de ser un hombre de familia y abordar a las mujeres sin remordimientos y con una sensación de impunidad. Esto sucede todos los días en este país. Ocurrió aquí en los escalones del Capitolio de nuestro país. Ocurre cuando personas con los cargos públicos más importantes del país reconocen que han pronunciado estas palabras, reconocen haber lastimado a mujeres con un lenguaje que nos ataca a todos por igual”.

En retórica, el nombre para la repetición de una frase inicial es anáfora, y si buscas la palabra en Google, varios sitios te dirigen al discurso “Tengo un sueño” de Martin Luther King. No estoy sugiriendo que Alexandria Ocasio-Cortez tenga la capacidad de oratoria de Luther King, pero le sigue los pasos. Es diferente a lo que estamos acostumbrados a escuchar. Nos hace prestar atención. Con su tono, su elección de palabras, su postura, su honestidad, deja claro (por si acaso necesita aclaración) que las mujeres son tan elocuentes, inteligentes y valientes como cualquier hombre. A las mujeres a menudo se las presenta como seres irracionales, pero la lógica del discurso de Ocasio-Cortez demuestra (por si hace falta probarlo) que las mujeres son tan cerebrales como cualquier hombre, sin duda más que Yoho.

Si en el futuro hay clases de oratoria, los estudiantes podrían estudiar el discurso de Ocasio-Cortez, que se ha convertido en viral en Twitter, en YouTube y en las redes sociales en general. Al menos diez de las visualizaciones de Youtube son mías ya que, en parte, la congresista hablaba por mí y por cada mujer que ha sido llamada 'maldita zorra'. Pero también seguí viéndolo porque, como alguien que, citando la triste y torpe frase de Yoho, es “conocedora del lenguaje”, quería ver el discurso de la congresista y tratar de averiguar cómo lo hizo.

Traducido por Emma Reverter.