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Opinión - El Hamlet independentista. Por Neus Tomàs

ESTADOS UNIDOS

Entre “comer mascotas” y Taylor Swift... ¿y si los gatos se han convertido en decisivos en estas elecciones estadounidenses?

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Más te vale no fallar si apuntas a un gato. Todo empezó en 2021, con un comentario de JD Vance, mucho antes de que se convirtiera en el candidato republicano a la vicepresidencia de EEUU con Donald Trump. Para ser justos con el tipo, Vance vive en un universo de limitadas consecuencias, en el que puedes odiar a Trump un minuto y amarlo al siguiente, sin que tu credibilidad se resienta, así que debió de quedarse boquiabierto en julio cuando le llamaron por este comentario que ha pasado a la historia.

“Es un hecho básico”, le había dicho a Tucker Carlson en 2021: “Miras a Kamala Harris, a Pete Buttigieg [el secretario de Transporte], a AOC [la congresista Alexandria Ocasio-Cortez]: y ves que el futuro de los demócratas está controlado por gente sin hijos. ¿Qué sentido tiene que hayamos entregado nuestro país a personas que realmente no tienen un interés directo en ellos?”.

Esta visión de la paternidad y el largo plazo pueden ser caras aceptables del tabú de la falta de hijos en política: puedes llamarlo tonto, pero no puedes llamarlo misógino, ya que no tiene género.

Sin embargo, luego lo estropeó diciendo la parte tranquila en voz alta, que, si sustituimos “tranquila” por “rematadamente loco”, estaríamos describiendo el nuevo manual de los republicanos. Y dijo: “Son un puñado de señoras con gatos y sin hijos que se sienten desgraciadas con sus propias vidas y con las decisiones que han tomado, y por eso quieren que el resto del país también se sienta desgraciado”.

Cuando esos comentarios resurgieron este verano, el equipo de campaña de Harris dijo que Vance “no estaba a favor de la familia sino en contra de las mujeres”. Una de las intervenciones más sinceras vino de Jennifer Aniston, que ha luchado contra la infertilidad, y dijo en Instagram: “Señor Vance, rezo para que su hija tenga la suerte de tener hijos propios algún día”. Simultáneamente, había conseguido ofender a todos los padrastros [Kamala Harris por sí misma no tiene hijos, si no se cuentan sus dos hijastros con Doug Emhoff], a todos los padres homosexuales y a todos los padres adoptivos [Buttigieg ha adoptado dos hijos con su marido, Chasten]“.

Pero olvídense de los niños: ¿alguien piensa en los gatos? Taylor Swift no es más que el miembro más destacado de un amplio grupo de personas que no sólo no se avergüenza de no tener hijos, sino que se enorgullece activamente de sus gatos. Ella firmó su apoyo a la candidatura presidencial de Harris este martes con la firma de una “señora de los gatos sin hijos”, a lo que Elon Musk respondió en X –y no hay otra palabra para esto que espeluznantemente–: “Vale, Taylor... Tú ganas... Te daré un hijo y cuidaré de tus gatos con mi vida”.

¿Erosionará esto a los republicanos electoralmente y, si es así, dónde? En primer lugar, olvídate de los perros, ya que son “púrpura”: los dueños de perros son igualmente propensos a ser demócrata o republicano. Y si Vance intentaba dirigirse a una base imaginaria –“Nosotros, gente de perros, despreciamos a los estériles cuidadores de gatos”–, eso no funcionará.

Los demócratas son algo más propensos a tener un gato (40%) que los republicanos (35%), pero eso sigue siendo un número significativo de votantes republicanos que, si aman a su mascota más que a su política, podrían verse desengañados. Las cifras están muy igualadas en cuanto a la devoción por los gatos: El 31,8% de los demócratas y el 33,3% de los republicanos con gato afirmaron que era el miembro más importante de su familia, de lo que he decidido deducir que Whiskers es definitivamente más importante que el presidente.

Determinar los estados indecisos es un arte oscuro, pero es fácil decir qué estados tienen más dueños de gatos: Vermont, Maine, Virginia Occidental, Indiana, New Hampshire, Iowa, Arkansas, Idaho, Kansas y Wisconsin.

Según el New York Times, solo uno de ellos es un estado indeciso (Wisconsin), pero utilizando el método de Nate Silver (que prefiero no utilizar, ya que predice una avalancha de Trump en votos electorales), New Hampshire entra también en la contienda. Si pensamos que todos los que tienen un gato, incluso los que también tienen hijos, se inclinan por Kamala Harris, eso es supondría, al menos, algo de renta para los demócratas.

Viendo el debate de Trump con Harris este martes, es casi verosímil que sus afirmaciones sobre Springfield, Ohio, fueran un intento de última hora de reorientar su campaña como amigo de los gatos. Lo peculiar de Trump es que no se le puede imaginar en comunión con ningún animal, ni siquiera con una iguana. Un gato sería demasiado distante y desafiaría su narcisismo; un perro le desconcertaría con afecto –que, en el fondo, él sabría que no ha hecho nada para merecer– y él mismo estaría desconcertado, porque sus órdenes no tendrían sentido.

Pero, bueno, volvamos a Springfield, donde los migrantes de Haití se están “comiendo a los perros, a la gente que llegó, se están comiendo a los gatos”, según Trump: “Se están comiendo las mascotas de la gente que vive allí”.

Este falso rumor tiene sus raíces más cercanas en un vídeo en el que un residente de Springfield afirma que los nuevos migrantes se estaban comiendo los patos de un estanque, pero es un tema recurrente de las derechas. Reutilizado para las mascotas domésticas, suena aún más fantasioso, pero inmediatamente provocó un montón de imágenes generadas por IA con Trump como una figura de Francisco de Asís, protegiendo a los gatos y a los perros, además una audaz campaña publicitaria del Partido Republicano de Arizona que decía: “Come menos gatitos, ¡Vota republicano!”. ¿Puede esto recuperar el voto por los gatos? Ni en un millón de años, diría yo.