Los expertos nos tranquilizan: no estamos cerca de una guerra entre Corea del Norte y Estados Unidos
La guerra de mensajes entre Estados Unidos y Corea del Norte ha escalado, con Donald Trump advirtiendo de que cualquier amenaza será respondida con “fuego y furia”, y Pionyang anunciando que está “analizando cuidadosamente” un plan de ataque a la base militar estadounidense en la isla de Guam, en el Pacífico occidental.
La tensión en la península coreana ha aumentado desde que Corea del Norte probó dos misiles balísticos intercontinentales el mes pasado y dos bombas nucleares el año pasado, que le valieron más sanciones.
Pero a pesar de las amenazas cruzadas entre estos dos líderes impredecibles, la mayoría de los observadores cree que la posibilidad de un conflicto real es remota, y que el líder de Corea del Norte utiliza su programa nuclear como arma de negociación en lugar de como arma ofensiva.
Jean Lee, miembro del Wilson Center, antigua jefa de la oficina de AP para Pyongyang
Nadie en la región quiere otra guerra, ni siquiera Corea del Norte. Pero Kim Jong-un va a llevar la situación al límite para obtener lo que quiere: que Corea del Norte sea reconocida por Estados Unidos como una potencia nuclear, y legitimarse en su país como un líder que puede defender a su pueblo contra los malvados estadounidenses.
De alguna forma, las amenazas de Trump le sirven a Corea del Norte: Kim Jong-un quiere que su pueblo crea que Estados Unidos siguen siendo una amenaza muy real para su país. Ese temor une al pueblo y justifica el uso del régimen de preciosos recursos para la construcción de bombas nucleares y misiles.
Lo que me preocupa es que un fallo de cálculo o un error obligue a las tropas de la región a actuar. Recuerden que tuvimos una confrontación militar entre Corea del Sur y Corea del Norte en una isla coreana en 2010, donde murieron muchos civiles surcoreanos. Y si siguen probando misiles, lanzándolos en aguas territoriales japonesas, Japón puede sentirse obligado a actuar.
Andrei Lankov, profesor en la Universidad de Kookmin, Seúl, y director de NK News
Los medios norcoreanos nos ofrecerán bonitos ejemplos de retórica bélica. Estoy esperando que los propagandistas de Corea del Norte hagan pronto alguna descripción colorista del presidente Trump, y quizás entonces Trump mande un portaaviones o dos hacia la península coreana.
Una vez que Corea del Norte haya desarrollado y probado una fuerza nuclear capaz de atacar territorio continental de Estados Unidos, estarán listos para hablar de congelamiento nuclear. Y Estados Unidos debería aceptar esta opción.
La posibilidad de un conflicto bélico es mínima. Pero a Corea del Norte no le interesa la diplomacia: quieren primero tener la capacidad de borrar a Chicago del mapa, y sólo entonces aceptarán soluciones diplomáticas. Esta capacidad la lograrán en un par de años.
El presidente de Estados Unidos está utilizando tanto la retórica como las tácticas que durante años sólo ha utilizado Corea del Norte. Del lado norcoreano, las cosas no han cambiado: siguen cada tanto repitiendo la amenaza de convertir a Seúl en un “mar de fuego”.
Jiyoung Song, especialista en estudios coreanos, Universidad de Melbourne
Seguirán intercambiando palabras fuertes por un tiempo hasta que Washington se siente a hablar, de forma pública o secreta, con Pyongyang. Kim Jong-un seguirá probando sus armas.
El problema con Corea del Norte no tiene una solución militar. Corea del Norte quiere ser reconocida por Estados Unidos como un Estado nuclear legítimo y establecer relaciones diplomáticas con ese país. Estar constantemente recordándole al mundo, y especialmente a Estados Unidos, su capacidad nuclear y de misiles es parte de la estrategia de supervivencia del régimen. Para Pyongyang, todas las opciones están sobre la mesa, y Corea del Norte le ha propuesto a Estados Unidos negociaciones de paz en varias oportunidades, para poner fin al armisticio de 1953 y reemplazarlo con un tratado de paz.
Otra cosa que está intentando hacer Corea del Norte es romper la alianza entre Corea del Sur y Estados Unidos y debilitar los intentos del presidente surcoreano Moon Jae-in de mejorar las relaciones intercoreanas. Moon Jae-in le ha propuesto numerosas veces a Corea del Norte sentarse a hablar, y Pyongyang ha ignorado deliberadamente los buenos gestos de Seúl. Kim Jong-un quiere hablar directamente con Trump, haciendo a Moon a un lado, pero Estados Unidos se niega a hablar con Corea del Norte a menos que desarme o al menos detenga sus programas nucleares.
Pensar que Kim va a congelar su arsenal nuclear es una ilusión. Ni el presidente ruso Putin ni el presidente chino Xi quieren otra guerra en la península coreana, y Kim Jong-un no tiene ningún amigo en la escena internacional. Ha desarrollado un arma muy peligrosa que representa una amenaza para todos, especialmente para Corea del Sur. Si Trump no quiere que Kim continúe con su ambición nuclear, lo que tiene que hacer es sentarse a hablar con él.
Robert Kelly, profesor adjunto de la Universidad Nacional de Busan
Hay dos formas de analizar las palabras de Trump. La forma optimista –si eres defensor de Trump– es que está intentando ser impredecible. Esto tendría el propósito de presionar a China, para darles a entender que la paciencia estratégica se está acabando.
El análisis menos optimista, y probablemente el más acertado, es que Trump está simplemente alardeando. Hay retórica en ambos lados. Son como dos matones gritándose el uno al otro en el patio de la escuela.
Corea del Norte no va a atacar una base ni territorio estadounidenses si no se le provoca, y si lo hace recibiría las terribles represalias de EEUU. Los norcoreanos no son tontos. Sus armas nucleares tienen un fin defensivo, no ofensivo.
Los norcoreanos ven preocupados lo que sucedió a Gaddafi y a Saddam Hussein, les preocupa que los estadounidenses aprovechen ciertos cambios; saben que las armas nucleares los protegen de que esto suceda. De esto se trata. La amenaza contra Guam es otra amenaza vacía.
Pero Corea del Norte no se va a echar atrás. Seguirán probando misiles e intentando miniaturizar las ojivas nucleares. También tienen que asegurarse que los misiles no se rompan al reingresar a la atmósfera. Mientras tanto, le responderán a los exabruptos de Trump con sus propios exabruptos.
No estamos acostumbrados a ver impredecibilidad y ansiedad en el lado estadounidense de este conflicto. Por eso la gente se pone nerviosa, porque no estamos acostumbrados a que el presidente de Estados Unidos hable así.
John Delury, experto en Corea del Norte, Universidad de Yonsei, Seúl
A pesar de las fanfarronadas, no hay argumentos racionales para una guerra y las sanciones han sido ineficaces. Así que si queremos algún tipo de progreso, lo único que nos queda es la diplomacia. El mensaje de Estados Unidos a Pyongyang debería ser: “Queremos que prosperéis, y quizás cuando hayáis prosperado podréis abandonar las armas nucleares, porque os sentiréis más confiados y estaréis integrados a la región, ya que queréis ser como el resto del este asiático”.
Pero algunas personas no quieren prosperidad. Por ejemplo, si sólo te importa la no-proliferación, entonces se podría argumentar que lo que quieres es machacar a Corea del Norte, aislarla y tenerla con la cabeza gacha para que todos los otros países que estén considerando desarrollar armas nucleares digan “pues yo no quiero acabar como Corea del Norte”. Esto tendría cierto sentido.
A los norcoreanos les encantan las hostilidades verbales. Podrían seguir con esto hasta el cansancio. Podrían estar intercambiando amenazas con la Casa Blanca todos los días. Para ellos, esto es genial. Les sirve recibir tanta atención y les da la razón cuando dicen que los estadounidenses los hostigan.
No sería imposible que el conflicto tuviera un desenlace militar. Es difícil mantener el equilibrio. Creo que hay varias cuestiones preocupantes. Creo que Corea del Sur no está lo suficientemente preocupada y no está prestando verdadera atención a este asunto. Creo que el gobierno de Corea del Sur está demasiado callado respecto a la situación.
Profesor Andrew O’Neil, experto en pruebas de misiles balísticos, Universidad de Griffith
Mucho depende de las acciones de Corea del Norte respecto de las pruebas de misiles. Si Corea del Norte prueba un artefacto nuclear (probaron dos en 2016) después de dos lanzamientos de misiles balísticos intercontinentales al mar el pasado julio, esto sería muy provocador y presionaría a Estados Unidos y sus aliados, así como a China, a tomar más medidas para presionar a Pyongyang.
El problema es que: a) las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU contra Corea del Norte no han funcionado; y b) nadie quiere atacar las instalaciones nucleares norcoreanas por miedo a desatar un conflicto mayor en el noreste asiático.
Sin embargo, las palabras de Trump sobre el “fuego y la furia” podrían cambiar el panorama en el sentido de que se puede sentir obligado a tomar acciones militares para sostener la credibilidad internacional de Estados Unidos. Si no hace nada ante una provocación importante de Corea del Norte, su credibilidad se verá afectada, y eso podría significar un paso hacia la acción militar.
Históricamente, el ciclo ha sido que ambos lados parecen tener más aversión al riesgo a medida que el conflicto se hace más real. Esta vez, la posibilidad es que tanto Kim Jong-un como Donald Trump estén demasiado confiados como para manejar una crisis y bajar el tono antes de que la situación se salga de control.
Es importante tener en cuenta la situación interna de Kim Jong-un. Los cambios en la plana mayor del régimen son frecuentes y brutales, y la posición de Kim no es necesariamente segura. Puede estar nervioso por un potencial golpe interno apoyado por China. Enfrentarse al enemigo histórico de Corea del Norte –o sea, Estados Unidos– le sirve a Kim para fortalecerse internamente y para asegurar su control sobre el régimen, el Ejército y el partido.
Traducido por Lucía Balducci