Reino Unido marca el ritmo al que bailan el resto de países en aprobación y uso de las vacunas para la COVID-19. Pero, mientras algunos observan con atención lo que sucede, otros no parecen estar dispuestos a sumarse a lo que aparenta ser una decisión pragmática de salud pública en lugar de limitarse a una adhesión estricta a lo que dice la evidencia.
Reino Unido ha sido el primer país del mundo en aprobar y utilizar la vacuna de Oxford/AstraZeneca, al igual que sucedió con la de Pfizer/BioNTech. En una decisión que resulta atrevida, está aplicando en todos los casos una primera dosis de cualquiera de esas vacunas y retrasando la segunda a 12 semanas después –pese a las advertencias de los fabricantes–, en lugar de aplicarlas en el intervalo de tres o cuatro semanas que se derivó de las pruebas clínicas.
El personal del Sistema de Salud Público del Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés) tiene permiso, en determinadas circunstancias, para mezclar y combinar las vacunas. Cuando en el país se están utilizando vacunas diferentes y los suministros no están garantizados, en particular el de Pfizer, que está recibiendo un número de pedidos muy alto desde todo el mundo, el NHS de Inglaterra ha indicado que, si no hay otra opción, los pacientes pueden recibir una segunda dosis diferente de la primera. En Inglaterra, según el Libro Verde de la Sanidad Pública, el manual que aplica el personal sanitario cuando se trata del uso de vacunas, quienes recibieron la primera dosis de la vacuna de Pfizer podrían recibir la versión de AstraZeneca si se agotan las existencias (o si no queda constancia de cuál fue la primera en aplicarse). Escocia aplica la misma regla, pero Gales se opone a ella.
En Estados Unidos, un país donde ya ha habido críticas en el pasado con el enfoque del Reino Unido sobre las vacunas, la cuestión se recibe con cierto escepticismo.
Hasta el momento no se han hecho pruebas de la propuesta de “mezcla y combinación de impulsores” –es decir, combinar vacunas distintas, aunque se planea que suceda. En un artículo publicado en el New York Times, John Moore, de la Universidad de Cornell, explicó que las autoridades británicas “parecen haber abandonado por completo el criterio científico y se están limitando a ver cómo salen del lío”.
Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos han sido tajantes. Indican que las vacunas COVID-19 autorizadas “no son intercambiables” y que “la seguridad y eficacia de una serie de productos mixtos no han sido evaluadas. Ambas dosis de la serie deben ser completadas con el mismo producto”.
El artículo del New York Times desató una disputa transatlántica. En Inglaterra, el BMJ (una de las publicaciones médicas más respetadas del país) exigió una retractación clara del titular que sugería que la mezcla de vacunas y su compatibilidad ha sido aprobada. Según la editora de la publicación, la Doctora Fiona Godlee, [la afirmación] “es muy engañosa”.
Decisiones pragmáticas ante una crisis épica
No es una decisión oficial, dijo la Dra. Mary Ramsay, jefa de inmunizaciones del Sistema de Salud Pública de Inglaterra. “No recomendamos mezclar las vacunas contra la COVID-19. Si su primera dosis es la vacuna de Pfizer, no debe recibir la vacuna de AstraZeneca para su segunda dosis y viceversa”.
Pero, en “algunas ocasiones, en muy pocas” en las que no se dispone de la misma vacuna o se desconoce qué dosis recibió el paciente, es “mejor dar una segunda dosis de otra vacuna que no hacerlo”.
Eso y la espera de 12 semanas son respuestas del mundo real a una crisis épica; un intento de proporcionar una cierta inmunidad a la nueva variante del coronavirus tan rápido como sea posible a tantas personas como sea posible.
Estados Unidos ya ha dudado antes sobre el enfoque del Reino Unido. Ni Estados Unidos ni Europa tienen prisa por autorizar el uso de la vacuna Oxford/AstraZeneca. Ambos parecen estar esperando más datos de las pruebas a gran escala que se está llevando a cabo en Estados Unidos. Se mostraron también escépticos ante la prisa del Reino Unido por autorizar la vacuna de Pfizer, aunque tanto la Unión Europea como Estados Unidos lo han acabado haciendo. Estados Unidos –y la Comisión Europea este miércoles –también ha aprobado la vacuna de Moderna, diseñada y fabricada en el país americano, con grandes sumas de dinero de la Operación Warp Speed, que trató de acelerar la llegada de la protección. Es una vacuna similar a la de Pfizer y ayudará a aumentar el número de vacunas que pueden aplicarse.
Europa concedió una autorización de emergencia a la vacuna de Pfizer, mientras que el procedimiento excepcional utilizado por la Autoridad Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios del Reino Unido significa que cada lote debe ser evaluado y certificado a medida que se entrega. Lo mismo ocurre con la vacuna de AstraZeneca, por lo que, de los 4 millones de vacunas prometidas, el NHS solo tiene 530.000 dosis para usar en la primera semana.
La disponibilidad de frascos y jeringuillas en todo el mundo también puede retrasar los procesos. A medida que se aprueben diferentes vacunas y se acelere su producción, la demanda aumentará. Es posible que otros países también se vean obligados a tomar decisiones como las adoptadas por el Reino Unido.
Traducido por Alberto Arce