Cuba o Puerto Rico, ¿quién ganó la guerra fría?

Alan Yuhas

Dos islas del Caribe se encuentran hoy en un momento decisivo de su relación con Estados Unidos. Una está plagada de corrupción y de deudas, plagada de casas derrumbadas aquí y allá, abandonadas por familias que decidieron marcharse a la cercana potencia imperial. La otra es Cuba.

¿Quién ganó la guerra fría?

Después de años de fracasos en el intento de ordenar las finanzas de la isla (y su relación con EEUU), el 1 de mayo el gobernador de Puerto Rico, Alejandro García Padilla, anunció que el territorio no incorporado de EEUU entraba en suspensión de pago por una deuda de casi 370 millones de dólares. 

El lunes, un día después del anuncio de García Padilla, un crucero lleno de turistas zarpaba de Miami rumbo a la Habana, llevando dólares, capitalismo y el sueño americano al futuro de Cuba. 

Las dos islas, cuya relación de paralelismo alguna vez se presentó como caso de estudio para las posturas políticas de la guerra fría, han cambiado de roles.

Durante medio siglo, Estados Unidos dominó a Cuba y a Puerto Rico, luego de arrebatárselas a España. Pero tras la década de los cincuenta las islas siguieron su propio destino. Los cubanos derrocaron a un dictador avalado por EEUU, encontraron nuevos patrocinadores en la Unión Soviética y adoptaron el comunismo. En Puerto Rico se aplastó toda manifestación de fervor nacionalista y la colonia quedó como un Estado libre asociado, aferrado al capitalismo controlado por EEUU.

Según el investigador del Centro de Estudios Puertorriqueños del Hunter College, Harry Franqui-Rivera, “cuando la guerra fría estaba en pleno auge, las islas se usaban para demostrar al mundo cuál de los dos sistemas funcionaba mejor en la vida real. Si Cuba se veía exitosa, hacía quedar mal a Estados Unidos y, si Puerto Rico fracasaba, la imagen iba a ser aún peor”.

Veinticinco años después de la caída de la Unión Soviética, en los libros de texto de Estados Unidos se dice que triunfó el capitalismo y perdió el comunismo. El mes pasado, en una histórica misión a Cuba, Barack Obama dijo algo parecido: “He venido aquí para terminar con el último vestigio de la guerra fría en el continente americano”.

Pero los expertos y los activistas coinciden en que la guerra fría, al menos en lo que respecta al Caribe, tuvo un final algo confuso. También, en que el futuro es bastante incierto tanto para las dos islas. “Obama habló de entablar lazos de colaboración con la vecina isla de Cuba mientras establece lazos de represión y control en Puerto Rico” tuiteó la alcaldesa de San Juan el día en que Obama pronunció su discurso inaugural en la Habana. 

Según Franqui-Rivera, cuyas opiniones no representan a las de la universidad para la que trabaja, la caída de la Unión Soviética terminó con décadas de ayudas oficiales para la economía de Puerto Rico: “Una vez que finalizó la guerra fría, ese incentivo desapareció”. 

El Congreso de Estados Unidos dejó que expirara la reducción de impuestos a las corporaciones, y la economía de Puerto Rico se paró en seco, dependiente de la ayuda oficial, con grandes límites en asuntos comerciales y cada vez más imposibilitada para hacer valer sus propias leyes. 

El año pasado, el gobernador puertorriqueño calificó de “impagable” la deuda pública de 70.000 millones de dólares. Ahora el Congreso y la Corte Suprema, deben decidir si San Juan puede beneficiarse de las facultades previstas por la ley de bancarrota (hasta ahora, no ha podido). Además, la isla se enfrenta a crisis educativas y sanitarias: la semana pasada, murió por primera vez un ciudadano estadounidense infectado en Puerto Rico con el virus del Zika.

En Estados Unidos, varios sectores piden a gritos no conceder la asistencia de emergencia a la isla. Solo unas pocas voces están a favor de ayudar. El ganador del premio Pulitzer, Lin-Manuel Miranda, está entre los que pidieron socorrer a Puerto Rico. Un grupo que se hace llamar Centro para las Libertades Individuales se alineó con las empresas de Wall Street, que tienen en su poder la deuda de la isla y ya gastaron unos 200.000 dólares en anuncios para que el Congreso no conceda a Puerto Rico las facultades de la bancarrota.

Según la historiadora de la Universidad de Florida Lillian Guerra, “la economía de Puerto Rico está tan presionada por la historia, y por el control de Estados Unidos y de los inversores extranjeros, que la solución no puede provenir solamente de la isla. Al Gobierno de EEUU, hasta el punto en que tenga algún interés en Puerto Rico, le interesa mantener a la isla tan estable como sea posible, porque el 10% del territorio son bases militares”.    

De acuerdo con Guerra, el sistema disfuncional por el que se comparte la autoridad en la isla ha creado una gran cantidad de corrupción. San Juan parece gobernarse solo, pero en realidad depende absolutamente de Washington. En los últimos 20 años, decenas de funcionarios de los dos principales partidos y numerosos policías han sido acusados de corrupción, un grupo en el que ha habido muchas personas cercanas a los gobernadores. En varias oportunidades, el Departamento de Justicia de EEUU ha intentado llevar los casos a juicio sin grandes resultados.

Según Guerra, “Estados Unidos no tiene bases sólidas en términos de legitimidad sobre Puerto Rico”. “Y a los políticos les interesan los votantes para las primarias, pero no tienen nada para ofrecer a cambio. Lo único que podría ser útil sería la revisión exhaustiva de la conformación del Estado actual y eso no va a suceder”.

Mantener el poder

En Cuba, los hermanos Castro le han abierto la puerta de par en par a los estadounidenses (y las billeteras a sus dólares) pero algunos expertos advierten que el optimismo diplomático está tapando los verdaderos problemas económicos. Según el Banco Mundial, a pesar de todos sus problemas, el PIB de Puerto Rico sigue siendo mayor que el de Cuba (la laberíntica burocracia cubana se vuelve aún más compleja con el uso de dos monedas). Por otro lado, la isla comunista depende en gran parte del apoyo de Venezuela, que también se encuentra en suspensión de pago, y de la indulgencia de acreedores extranjeros.

Como dijo el propio Raúl Castro, las medidas de austeridad impuestas en Cuba han ayudado a poner en orden las cuentas de La Habana. Pero persisten las dudas sobre su compromiso real con un cambio en el partido. Según el ex economista del FMI Ernesto Hernández-Catá, “por un lado están los reformistas y por otro los estalinistas, que consideran estas medidas una traición”.

Igual que los políticos y financieros que se establecieron en San Juan, en Cuba el partido está decidido a mantener su poder. Durante años, los rumores y los informes se han encargado de difundir historias acerca de la fortuna de Fidel Castro y de las recompensas para los comunistas devotos y la “oligarquía militar”. En Cuba todavía se aplica mano dura con los disidentes y el Estado recauda impuestos muy altos de empresarios y negocios privados. 

Según Carmelo Mesa-Lago, economista y autor de más de una docena de libros acerca de Cuba, el turismo tal vez sea la mejor opción de Cuba para recuperarse, aunque advierte de que la isla no tiene el espacio ni la infraestructura para acoger al “tsunami de turistas estadounidenses”. “El lema de Raúl es 'a paso lento pero firme', pero creo que no se pueden dar el lujo de ir más lento. La única explicación es que no hay unidad en el partido. Con la mano derecha hace una cosa, y con la izquierda hace otra”.

El Estado cubano ha intentado ocuparse en serio del turismo, en especial, con los nuevos y lujosos centros turísticos y los contratos con los cruceros. De acuerdo con Guerra, “si las corporaciones de EEUU, como Royal Caribbean, continúan ayudando a Raúl a crear una especie de enclave turístico, es muy poco probable que la mayoría de los cubanos de las afueras de la Habana se vaya a beneficiar”. Según la historiadora, los hoteles exclusivos también ayudan a Castro a tener bajo control qué partes de Cuba pueden ver los turistas.

Guerra pone como ejemplo a Jamaica, Bahamas y Puerto Rico, donde la pobreza y el delito asolan las inmediaciones de los centros turísticos cercados y protegidos. El desarrollo imprudente en esas islas ha causado daños en los arrecifes de coral y en los bosques: los lugares que más atraen turistas.

Hace poco, por ejemplo, Puerto Rico intentó atraer a financieros mediante grandes reducciones impositivas. Para compensar, subió los impuestos a la clase trabajadora. Los millonarios se acercaron a la isla en grandes cantidades para comprar bienes inmuebles y los puertorriqueños (todos ciudadanos de EEUU) huyeron masivamente hacia el continente. Según Guerra, que ha visitado recientemente San Juan, “la población se siente abandonada”. “Se han rendido. Dicen que 'es una porquería”.

Cuba también tiene problemas demográficos: sus habitantes están entre los más viejos de Latinoamérica, tienen poca descendencia, y los profesionales dejan la isla en busca de mejores oportunidades en el extranjero. 

Para el poeta y activista puertorriqueño Rich Villar las islas parecen estar volviendo al punto de partida. “Históricamente, tanto Cuba como Puerto Rico han sido el patio de juegos para los intereses de EEUU a gran escala”, dice en referencia a la llegada de cadenas hoteleras y cruceros a una isla, y de fondos de inversión a la otra. “La gente está desesperada por tener su propia tierra y tiene que ver cómo los de afuera reclaman las tierras donde nacieron. Será un acaparamiento de tierras. La historia se repite”.

Traducción de Francisco de Zárate