El lenguaje político importa. Los tories lo entienden: por eso repiten los mismos mensajes una y otra vez. Estamos ordenando el desastre de los laboristas; estamos cuadrando las cuentas; plan económico a largo plazo, todo repetido hasta la saciedad. Sus oponentes se burlan de esta disciplina del mensaje, juegan a la ruleta conservadora o acaban confundidos y exasperados; mientras tanto, los votantes son capaces de repetir textualmente las líneas de ataque conservadoras allí donde puedan. Funciona.
Los tories destacan por definirse tanto a sí mismos como a sus oponentes. Tienen un marco para la oposición al que se ajustan con disciplina militar: “No se puede confiar en los laboristas con las finanzas de la nación”. En el momento en que el Partido Laborista sale con una política, independientemente de su popularidad, ya está la munición lista para dispararle antes de que ni siquiera alce el vuelo.
Por eso es que la formulación del Brexit es tan crítica. Quienes se oponen a la estrategia de los conservadores sobre la retirada de la Unión Europea lo llaman “Brexit duro”. Esto es un error. En el mejor de los casos, impreciso. Puede suponer simplemente reafirmar a muchos de aquellos que votaron para abandonar la UE, de que de que el Brexit significa realmente Brexit más que “el acuerdo de los tories recortará tus condiciones de vida”. Suena duro y resuelto, no como el insípido “Brexit suave”. Los portavoces del llamado Brexit duro están jugando con su propia articulación inteligente: un “Brexit limpio”. No desastroso, no escandaloso, no difícil: simple, eficiente y sin dolor.
¿Y qué pasa con aquellos que queremos un Brexit que no sea una ruina económica y social? De acuerdo con documentos filtrados del gobierno, si Gran Bretaña abandonase el mercado único, el golpe económico sería potencialmente devastador: 73.000 millones de euros perdidos cada año en el erario público y una caída del Producto Interior Bruto de hasta el 9,5% comparado con el estado actual.
El valor de la libra ya está cayendo. Las negociaciones tensas —en las cuales Reino Unido está en una posición de debilidad— irán acompañadas indudablemente de agitación en el mercado. Ahora, la reputación de los conservadores es la siguiente: generalmente a la gente no le gustan y los ve principalmente defendiendo los intereses de los ricos. Pero aunque muchos votantes creen que los tories son despreciables, los ven como competentes: se debe confiar en ellos en las grandes decisiones económicas.
Esa es la razón por la cual la posición de los adversarios de los conservadores debería fijarse en: “Brexit caótico” (aviso, si están leyendo: esto me lo propuso un compañero activista). La alternativa sería, digamos, “un Brexit que funciona para Reino Unido” y un “Brexit ordenado”. Cada vez que cae la libra, una empresa dice que se va a ir, una institución internacional predice inestabilidad económica: ahí queda el “Brexit caótico” en evidencia. Repetido hasta la saciedad por figuras del Partido Laborista y líderes afines, esto enmarcaría el debate y forzaría a los conservadores a la defensiva. Acabaría con la reputación de los conservadores sobre su competencia y credibilidad económica. Llamaría al profundo deseo de la gente a la seguridad y a la estabilidad.
Los laboristas están confeccionando una línea más nítida sobre el Brexit: este martes, el portavoz de la oposición en Economía advirtió de que “perder el acceso al mercado único sería devastador para el empleo, el modo de vida y nuestros servicios públicos”, que Reino Unido no votó por la “miseria económica y la pérdida de trabajos” y que el gobierno estaba “abandonando los intereses nacionales claros de Reino Unido poniendo por delante las propias preocupaciones políticas del partido”. Son buenas líneas —y clarifican que la prioridad laborista es el acceso al mercado único— pero solo penetrarán si son repetidas en un lenguaje similar hasta que la gente no pueda soportar escucharlo más. Este es el plan de los laboristas para un Brexit ordenado que funcione para Reino Unido. Los conservadores solo ofrecen un Brexit caótico. Así es, con certeza, cómo tiene que ser planteado el debate.
Traducción de Javier Biosca Azcoiti