Nos dijeron que el aborto no iba a ser un tema central en las elecciones de mitad de mandato. En las últimas semanas, tanto los expertos como los estrategas políticos sugirieron que la indignación por la sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos había sido temporal y arbitraria y que el día de las elecciones las mujeres se olvidarían. Insistían en que el aumento de nuevos registros de votantes entre las mujeres era fruto de la casualidad o un dato irrelevante.
Antes de las elecciones, algunos analistas políticos, en su mayoría hombres, insistían en que los demócratas no sólo estaban acabados, sino que se habían autodestruido, en concreto, por hablar demasiado del aborto. Afirmaban que el Partido Demócrata se había hundido con una cuestión social que, en última instancia, no era muy importante. Según ellos, los demócratas iban a perder, y lo iban a hacer porque habían pasado demasiado tiempo atendiendo a las demandas huidizas y poco serias de las feministas.
Lo cierto es que el derecho al aborto ha demostrado ser una fuerza enormemente movilizadora para los votantes en las elecciones del martes. Un enfado todavía latente por la decisión del Tribunal Supremo ha llevado a las mujeres y a los jóvenes a las urnas, ha dado un impulso a los candidatos demócratas a favor del aborto, ha dado victorias decisivas a los defensores del derecho al aborto en todos los referéndums estatales sobre el tema y ha ayudado a mejorar drásticamente los resultados de los demócratas en lo que se suponía que iba a ser un “baño de sangre” que favorecía a los republicanos.
Ahora nos dirigimos al 2023 con los demócratas aferrados a la posibilidad de mantener el Senado y si pierden la Cámara, sólo lo harán por unos pocos escaños. No hubo un baño de sangre, sino que apenas fue un corte de papel. El derecho al aborto y las mujeres votantes que querían defenderlo explican este resultado.
Nada de esto era lo que debía ocurrir. Los republicanos no pensaban que la sentencia del Tribunal Supremo les costaría las elecciones de mitad de mandato de este año. Hasta la semana pasada, los estrategas del partido y los expertos de la derecha proyectaban una confianza sin límites, asegurando a escritores como Benjamin Wallace-Wells, del New Yorker, que el momento de ira y energía posterior a la decisión del más alto tribunal que había movilizado a los votantes demócratas era cosa del pasado y que no había mermado las perspectivas republicanas.
“Al final, los republicanos no han encontrado la manera de superar la realidad política de que muchos de los votantes que querían atraer discrepan en lo que respecta al aborto, simplemente esperaban que esa reacción pasara”, escribió Wallace-Wells el viernes pasado, en referencia a la actitud de pasividad hacia la cuestión del aborto que le habían transmitido las personas de confianza de los republicanos. “Simplemente encajaron el golpe político en su momento y siguieron adelante como si nada”.
De hecho, incluso los resultados de las encuestas, que a lo largo del verano y principios del otoño indicaban que el aborto seguía siendo una cuestión movilizadora para los votantes, se minimizaron y se consideraron un mero “espejismo demócrata”. Un estratega republicano planteó la hipótesis de que los demócratas, devorados por la emoción, respondían a sus teléfonos con más frecuencia porque querían poder dar su opinión en las encuestas. “Responder a una encuesta política se convirtió en sí mismo en una especie de expresión de la identidad política”, afirmó.
Otros, como David Keene, del Washington Examiner, afirmaron que la gran cantidad de mujeres votantes que decían que el aborto afectaría a su voto eran, en realidad, mujeres contrarias al aborto que votarían con entusiasmo para apoyar la prohibición del mismo. En retrospectiva, por supuesto, esto parece una risible ilusión de los republicanos, el tipo de cosas que uno sólo puede creer si vive en una gran burbuja partidista republicana y no suele hablar con las mujeres. O tal vez era el tipo de fanfarronada que pretende intimidar a los adversarios políticos para que piensen que los republicanos están más seguros de lo que realmente están en víspera de las elecciones.
Pero si los republicanos iban de farol cuando dijeron que no creían que el derecho al aborto fuera a influir en las elecciones de mitad de mandato, muchos destacados demócratas parecen haberles creído. En las semanas previas a la votación, una serie de miembros muy destacados del partido y fuentes extraoficiales de información privilegiada culparon preventivamente de la pérdida anticipada de los demócratas a su supuesto exceso de atención al aborto.
El senador de Vermont Bernie Sanders escribió una columna publicada en elDiario.es con el titular “Los demócratas no pueden centrarse solo en el aborto para mantener su mayoría en el Congreso”. El artículo de Sanders denunciaba que el supuesto exceso de atención al aborto por parte del partido era tanto políticamente imprudente como moralmente traicionero. “Aunque la cuestión del aborto debe seguir en primera línea, sería una mala práctica política que los demócratas ignoraran el estado de la economía”.
Este sentimiento no se limitó a Sanders y a sus afines de la izquierda. Al otro lado del espectro político del partido, la estratega demócrata centrista y ejecutiva de relaciones públicas Hilary Rosen apareció en televisión para arremeter contra el partido por prestar demasiada atención a las llamadas “cuestiones sociales”. “Creo que vamos a tener una mala noche electoral”, dijo Rosen en la CNN. “Cuando los votantes te dicen una y otra vez que les importa sobre todo la economía, escúchalos”.
Para predecir el llamado “tsunami republicano”, a finales de octubre Josh Kraushaar, de Axios, apeló a los datos: “Biden pronunció un discurso el martes en el que se comprometió a aprobar leyes federales a favor del aborto si los demócratas obtienen más senadores y mantienen la Cámara de Representantes”. “Pero en algunos círculos demócratas preocupa que los mensajes centrados en el aborto impidan a los candidatos hablar de economía. Un nuevo sondeo de Monmouth reveló que el 63% de los encuestados desea que Biden preste más atención a 'los temas que son importantes para su familia', incluido el 36% de los demócratas”.
Parece casi insultante tener que explicar por qué este marco –la noción de que las elecciones de mitad de mandato podrían ser o bien sobre la economía o bien sobre el aborto– es tan erróneo. Porque, por supuesto, el acceso al aborto es fundamental para las perspectivas económicas de las trabajadoras. Pero para reconocer esto, hay que reconocer algo que todavía parece incomprensible y fuera del alcance de muchos de nuestros más estimados formadores de opinión política: que cuando pensamos y hablamos de temas económicos y políticos, estamos hablando de mujeres.
Son las mujeres cuyas perspectivas dan forma a la economía, las mujeres que son trabajadoras y consumidoras; son las mujeres que sueñan con avanzar económicamente, con jubilarse o terminar sus estudios o comprar una casa; son las mujeres cuyas perspectivas económicas, junto con su salud, su dignidad y su libertad, han sido recortadas por la sentencia del Tribunal Supremo.
El estigma que rodea al aborto contribuye a marginar la cuestión en el imaginario político estadounidense. El silencio que lo rodea oculta lo común que es el aborto y lo fundamental que es el acceso al mismo en la vida de las mujeres. Una de cada cuatro mujeres estadounidenses abortará antes de los 45 años; muchas, muchas más saben lo que es temer el trastorno de un embarazo no planificado, orinar en un palo en la soledad de un baño mientras tus sueños penden de un hilo.
Afirmar que esta experiencia de esperanza, aspiración, anticipación y miedo no es tan seria como los sueños y las aspiraciones de los hombres –decir que, de alguna manera, no es un “asunto importante para su familia”– es, en el mejor de los casos, malinterpretar el problema y, en el peor, sugerir que la vida de las mujeres no es en absoluto una preocupación política. A juzgar por los resultados de mitad de mandato, las mujeres estadounidenses no están de acuerdo.
Traducido por Emma Reverter