El desprecio de Occidente por la vida de los palestinos no caerá en el olvido
¿Cuánto vale una vida palestina? Para todos los que aún no han enterrado sus ilusiones bajo los escombros de Gaza, junto a familias enteras como los Zorob, los Kashtan o los Attalah, los dirigentes occidentales como el presidente Joe Biden tienen la respuesta.
Ni los políticos ni los medios de comunicación se están molestando en disimular su desprecio por las vidas palestinas y eso es algo que tendrá consecuencias. Pero no estamos ante un fenómeno nuevo: ya ocurrió antes y sus repercusiones son las que ahora sentimos violentamente. Las semillas de la amarga cosecha que hoy recogemos fueron plantadas hace 76 años, cuando las naciones poderosas del mundo se encogieron de hombros de una manera tan descarada ante la expulsión de sus hogares de aproximadamente 750.000 palestinos y la muerte violenta de otros 15.000.
Las élites políticas y mediáticas han sido consistente con aquella primera indiferencia. ¿Cuánta gente sabe que sólo en Cisjordania las fuerzas israelíes mataron en 2023 a 234 palestinos, entre los que había más de tres decenas de niños, antes de que Hamás cometiera las indefendibles atrocidades del 7 de octubre? La vida es barata, dicen. Aparentemente no tiene ningún valor si eres palestino.
Es posible que, si la vida de los palestinos hubiera valido algo, no habrían sufrido décadas de ocupación, de asedio, de colonización ilegal, de apartheid, de represiones violentas y de asesinatos masivos. Oprimir a otras personas resulta difícil cuando se acepta su humanidad. Pero incluso entre los resignados a la indiferencia de Occidente por la vida palestina podía haber quien esperase que la última carnicería asesina fuera la gota que colma el vaso.
Los 10.000 niños que han muerto de manera violenta en Gaza, o los 10 niños que cada día sufren la amputación de una o las dos piernas, a menudo sin anestesia –según Save the Children–, son hechos que deberían despertar emociones fuertes. Las 5.500 mujeres embarazadas que cada mes dan a luz, en muchos casos por cesárea sin anestesia, o los recién nacidos que mueren de hipotermia y diarrea son hechos que deberían provocar un rechazo imparable.
La estimación de que una cuarta parte de la población de Gaza puede morir en el plazo de un año debido a la destrucción por parte de Israel del sistema de salud es un dato que debería despertar un clamor generalizado para que se haga algo, lo que sea, para terminar con esta obscenidad.
Las interminables noticias de cooperantes, periodistas y médicos asesinados por un misil israelí junto a sus parientes, en algunos casos junto a toda su familia, deberían activar en la sociedad occidental una demanda abrumadora: esto es un desvarío, esto es una locura abominable y debe terminar. Pero nada de esto está sucediendo y las consecuencias serán graves.
La cobertura mediática
La devaluación de la vida palestina no es una conjetura, es un hecho estadístico. Según un reciente estudio de la cobertura que están haciendo los mayores periódicos estadounidenses, los israelíes son mencionados ocho veces con cada muerte de un ciudadano israelí, 16 veces más que cuando mueren palestinos. Un análisis de la cobertura de la BBC hecha por los especialistas en datos Dana Najjar y Jan Lietava apunta a conclusiones igualmente devastadoras sobre esta disparidad y señala que términos humanizadores, como “madre” o “marido”, se usan con mucha menos frecuencia para describir a los palestinos. También palabras cargadas de emoción, como “masacre” o “matanza”, se aplican casi con exclusividad a las víctimas israelíes de las atrocidades cometidas por Hamás.
El impacto de todo esto será profundo. Para empezar, tenemos que olvidarnos de cualquier reivindicación que Occidente quiera hacer en el futuro sobre los derechos humanos y el derecho internacional. En una gran parte del mundo ya desprecian esta arrogancia, que ven como otra artimaña para promover los intereses estratégicos de países que se enriquecieron a expensas del resto del planeta.
Siglos de colonización, a menudo genocida, han generado un escepticismo que perdura. También el apoyo activo de Occidente a tiranías complacientes en varias regiones del mundo, o los baños de sangre más recientes, como la guerra de Irak. Hará falta una credulidad enfermiza para creerse esas afirmaciones sobre los derechos humanos y el derecho internacional después de que Occidente armara y apoyara a Israel mientras imponía en Gaza la muerte generalizada con bombas, balas, hambre, sed y la destrucción de las instalaciones médicas.
Las élites políticas y mediáticas de Occidente no deberían temer solo el efecto provocado en otros países. También se asoman a su derrumbe moral en casa. En países como Estados Unidos y Gran Bretaña, las nuevas generaciones han crecido tomándose el racismo mucho más en serio que las anteriores. Según las encuestas, simpatizan mucho más con los palestinos respecto a los ciudadanos de más edad y son ávidos usuarios de las redes sociales, donde ven atrocidades en Gaza que parecen no tener fin y a soldados israelíes cometiendo alegremente crímenes de guerra como forraje para entretener al público.
“El primer genocidio de la historia en el que sus víctimas retransmiten en tiempo real su propia destrucción con la desesperada, y hasta ahora vana, esperanza de que el mundo pueda hacer algo”, dijo ante la Corte Internacional de Justicia la abogada irlandesa Blinne Ní Ghrálaigh, durante su exposición del caso presentado por Sudáfrica contra Israel.
Expuestas a numerosos vídeos de madres que gritan aferradas a los cuerpos sin vida de sus recién nacidos, todo esto ha sido un episodio formativo para las nuevas generaciones. ¿Qué piensan estos jóvenes de la cobertura mediática? ¿Y de las declaraciones de políticos que no parecen dar ningún valor a las vidas de los palestinos? ¿Qué conclusiones se están sacando sobre las crecientes minorías que viven en países occidentales donde los medios y las élites políticas se esfuerzan tan poco en disimular su desprecio por la vida de los palestinos mientras se extinguen a una escala de proporciones bíblicas?
Así que sí. Ya hemos visto que la negativa a tratar a los palestinos como seres humanos hizo inevitable la pesadilla que vivimos hoy y podemos ver cómo han sido trituradas de manera permanente las justificaciones morales que Occidente emplea para sostener la dominación global. Pero poco se ha hablado sobre la manera en que las élites políticas y mediáticas de Occidente han hecho pedazos una autoridad moral que se descompone junto a los miles de cadáveres palestinos bajo los escombros y sin identificar.
No hay duda de que estamos ante un punto de inflexión. Sus consecuencias solo se comprenderán cuando sea demasiado tarde.
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