Dinamarca, que cuenta con una de las mayores tasas de divorcio de Europa occidental, está tratando de que las separaciones sean un poco menos fáciles. Y para aquellos casos que terminan en divorcio, el plan es que sea lo menos doloroso posible para todos los implicados.
Hasta hace poco, los daneses solo tenían que rellenar un sencillo formulario en la web para divorciarse. Pero desde abril, cuando entró en vigor un nuevo paquete legislativo, las parejas que deciden separarse deben esperar tres meses y ser asesoradas antes de disolver su matrimonio.
Según una encuesta del periódico danés Politiken, 68 de los 98 ayuntamientos de Dinamarca ofrecen terapia a las parejas con problemas. El argumento es que si logran mantener unidas a las familias, los municipios ahorran en vivienda y servicios.
La iniciativa, que en otros países podía haber sido considerada como una intromisión desagradable del Estado en la vida privada de sus ciudadanos, ha sido recibida con satisfacción por votantes y políticos de Dinamarca. Solo el partido minoritario Alianza Liberal la criticó diciendo que el Gobierno se estaba extralimitando.
Dinamarca lleva mucho tiempo defendiendo los derechos relacionados con la vida familiar, como el permiso parental de un año o la guardería pública universal. Sin embargo, el país registró 15.000 divorcios en 2018, casi la mitad de los matrimonios que se celebraron el mismo año.
“Los datos son claros: el programa funciona”
Según Gert Martin Hald, psicólogo y profesor asociado de Salud Pública en la Universidad de Copenhague, el objetivo es “reducir los costos humanos y financieros del divorcio”. Hald fue uno de los expertos que contribuyó al diseño del curso de orientación que ahora deben hacer antes de sellar su divorcio todas las parejas con hijos menores de 18 años.
“Es bueno tanto para la pareja como para el municipio, más vale prevenir que curar”, dice Jette Haislund, directora de Salud en la localidad de Ringkøbing-Skjern. Al oeste de Dinamarca, el ayuntamiento de Ringkøbing-Skjern fue uno de los primeros en probar la terapia de pareja.
El objetivo de los tres meses que impone el Gobierno como período de espera y del curso de “cooperación tras el divorcio” –que se imparte mediante una página web o una aplicación–, es facilitar el proceso de divorcio para las parejas y los hijos, ayudándoles a evitar problemas mejorando la comunicación.
Los padres pueden personalizarse un curso a medida combinando módulos de media hora de un total de 17 en los que se ofrecen soluciones concretas para áreas de posible conflicto durante un divorcio. Entre ellos, por ejemplo, qué hacer con las fiestas de cumpleaños o cómo hablar a una expareja durante un momento de enfado.
“Se trata de entenderse a uno mismo y también las reacciones de los hijos, y de sobrellevar la situación, de ser capaces de compartir la paternidad tras el divorcio”, sostiene Hald. “Ayuda a lidiar con el estrés, la ansiedad y la depresión, y a reducir el número de días que faltan en el trabajo”.
Antes de ponerlo en marcha, se hizo una prueba con 2.500 personas que siguieron el curso de forma voluntaria. Tanto los especialistas como muchas de las personas que lo completaron hablan bien de él. “Los datos son claros: el programa funciona”, afirma el psicólogo. “En 13 de los 15 casos, el efecto sobre la salud mental y física fue entre moderadamente positivo y muy positivo, y llevó a que hubiera menos faltas en el trabajo; después de 12 meses, las parejas se estaban comunicando como si no se hubieran divorciado”.
No sirve para todas las parejas
Hjalmar, un ejecutivo de marketing de 40 años que prefiere no dar su nombre completo, dice que hizo el curso hace casi cuatro años durante la fase de prueba y que le resultó muy útil. “Por supuesto, no va a arreglar un matrimonio roto, pero te ayuda a resolver algunas cuestiones muy importantes en momentos en los que no puedes pensar con claridad”.
De acuerdo con expertos en relaciones sentimentales, el curso es un paso en la dirección correcta, pero no sirve para todas las parejas. Para Trine Schaldemose, subdirectora de la asociación de ayuda familiar Mødrehjælpen, “es una buena herramienta y los resultados hablan por sí mismos, pero no ayudará a las parejas con niveles muy elevados de conflicto, en relaciones violentas o con muy pocos recursos”. “Estas necesitan más que un curso por Internet, les hará falta asesoramiento individualizado y personal, no van a encontrar una solución rápida en esto”, prosigue.
En general, dice Schaldemose, las nuevas reglas de divorcio de Dinamarca suponen una “gran mejora”. “Antes, el sistema se centraba más en los derechos de los padres que en los de los hijos y los divorcios involucraban a muchas instituciones diferentes, ninguna de las cuales trabajaba en conjunto; eso ha cambiado”, apunta.
En su opinión, lo que sí es problemático es la prohibición de tener acuerdos de custodia en firme durante los primeros tres meses con el objetivo de evitar decisiones en caliente durante la separación. “Para los niños significa estar atrapados en medio del conflicto durante más tiempo”, dice. “Significa que los padres se ven obligados a permanecer juntos y que no pueden empezar a solicitar una nueva vivienda, por ejemplo, porque no saben lo que van a necesitar. Esto implica que no pueden responder a la primera pregunta que hacen los niños sobre dónde van a vivir”.
Algunos expertos expresan sus dudas sobre el auge del asesoramiento de los ayuntamientos. Hace cinco años, solo el 20% ofrecía terapia de pareja. “Los programas que ofrecen no siempre se basan en evidencias”, dice Hald. “Tienen buenas intenciones pero tengo mis dudas sobre la eficacia de algunas de ellas”.
Según Schaldemose, cualquier asesoramiento es un avance positivo aunque reconoce que la calidad de los programas varía y que algunas parejas pueden tener reticencias cuando son las autoridades locales, y no un asesor independiente, las que ofrecen la terapia.
Los municipios insisten en la eficacia de sus programas. En Ringkøbing-Skjern, uno de los que comenzaron las terapias de pareja gratuitas en 2011, el ayuntamiento dice que la tasa de divorcio se redujo un 17% y que 92 parejas del municipio les pidieron asesoramiento el año pasado, número récord hasta la fecha.
Todas las parejas con hijos menores de 18 tienen derecho a cinco sesiones gratuitas. “Si mantenemos unidas a las familias y evitamos los divorcios, ahorramos dinero a largo plazo”, dijo Haislund a Politiken.
A Steen Kruse, del Centro para el Desarrollo de la Familia de Dinamarca, le parece “sensato” que las autoridades locales “asuman una parte de la responsabilidad en las relaciones y en la vida familiar”. Tanto para las familias involucradas como para el Estado, el costo económico del divorcio puede ser enorme teniendo en cuenta la necesidad de nuevos hogares y escuelas y servicios de salud y bienestar. “A muchos les gustaría ayudar en la búsqueda de una solución para evitar el divorcio si es posible”, dice Kruse.
Los políticos también han sido ampliamente partidarios de las medidas. Jane Heitmann, del partido liberal de oposición Venstre, aseguró a la agencia de noticias Ritzau que “los municipios son dignos de elogio por haber tomado la iniciativa de ayudar a más familias a crecer juntas y permanecer unidas”.
Hald, por su parte, opina que los Estados hacen bien en actuar. “Las tasas de divorcio son de entre el 25% y el 50% en los países occidentales”, dice. “Cuesta mucho dinero y causa un gran dolor personal; una terapia individual sería demasiado cara; si de verdad queremos tomárnoslo en serio, tenemos que trabajar juntos para desarrollar algo que se pueda replicar”.
Traducción de Francisco de Zárate