ANÁLISIS

La diplomacia de Biden, Sunak y compañía parece abocada al fracaso en Gaza

21 de octubre de 2023 22:09 h

0

Dos semanas de incesante diplomacia occidental parecen haber llegado al borde del fracaso ya que, tal y como están las cosas, Occidente sólo puede mostrar 20 camiones de ayuda que cruzan a Gaza como el fruto visible de su trabajo. Al mismo tiempo, los vecinos de Israel se echan a la calle y los actos de terrorismo pueden volver a las capitales europeas.

Con más de 4.000 palestinos y 1.400 israelíes ya muertos, la única certeza es que el agotado sistema sanitario de Gaza se colapsará si Israel lanza una larga invasión terrestre para acabar con Hamás.

La ronda de visitas diplomáticas occidentales a Jerusalén tenía un doble objetivo: actos públicos de solidaridad en los que la visita era el mensaje, pero también hubo cuestionamientos privados al gabinete de guerra israelí y a lo que viene después de una invasión.

En particular, Joe Biden, a pesar de toda la empatía que mostró hacia las víctimas y las familias de los rehenes, ha sido bastante tajante al pedir cautela a Israel, aunque fue sutil al expresar ese consejo a causa de las lecciones que Estados Unidos ha aprendido de la lucha contra el terrorismo.

Biden dijo a Israel que no se dejara consumir por la rabia como hizo EEUU tras el 11 de septiembre: “Aunque buscamos justicia y obtuvimos justicia, también cometimos errores”. En una parada con periodistas a su regreso de Israel, reveló que el ejército estadounidense había discutido con el israelí si existía alguna alternativa a un asalto terrestre. Dijo que había sido franco con Israel al decirle que su reputación estaba en juego. Transmitió a los periodistas que había dicho a los israelíes: “Si tenéis la oportunidad de aliviar el dolor, debéis hacerlo. Y punto. Y si no lo hacéis, perderéis credibilidad en todo el mundo. Y creo que todo el mundo lo entiende”. Era una versión del relato del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, a los israelíes de que lo que se hace importa, pero también cómo se hace.

Biden basó el éxito de su visita, la primera de un presidente estadounidense a Israel en tiempos de guerra, en la apertura del paso fronterizo de Rafah: “Si hubiéramos ido y esto hubiera fracasado, entonces, ya sabes, Estados Unidos habría fracasado, la presidencia de Biden habría fracasado, etcétera, lo que sería una crítica legítima”.

Los organismos humanitarios han acogido con satisfacción el avance, pero también afirman que 20 camiones para 2 millones de personas apenas suponen un parche. La esperanza es que esto sea sólo el principio, como demuestra la presencia personal del secretario general de la ONU, António Guterres, en el paso fronterizo el viernes.

El objetivo estadounidense de establecer corredores seguros en la zona de guerra de Gaza nunca fue fácil, y puede que al final resulte ser un espejismo. Tzipi Hotovely, embajadora israelí en el Reino Unido, recordó el bombardeo de Dresde en la Segunda Guerra Mundial al insistir en que las bajas civiles son inevitables en las guerras.

Se ha avanzado muy poco en la liberación de los cerca de 200 rehenes. Una madre y su hija de Chicago, secuestradas el 7 de octubre y retenidas como rehenes en Gaza, fueron liberadas después de que Qatar mediara en las negociaciones con el grupo militante. En la actualidad, Hamás no parece dispuesto a permitir que el Comité Internacional de la Cruz Roja visite a los rehenes, según las conversaciones que mantiene con sus interlocutores qataríes, por temor a que se filtre su paradero a los israelíes.

Había un rastro de impaciencia en la lectura de Downing Street de la reunión entre Rishi Sunak y el primer ministro de Qatar, en la que Sunak dijo que Reino Unido estaba dispuesto a “utilizar todas las herramientas a su disposición” para rescatar a los rehenes británicos.

Quedan muchas cosas por decir. Sunak, al trasladarle a Benjamin Netanyahu que quería que Israel ganara, no describió cómo sería la victoria ni cuándo se convierte en pírrica.

Una idea que pregonan los diplomáticos, desesperados, es que los Estados árabes ordenen a los dirigentes de Hamás que abandonen colectivamente Gaza para exiliarse.

Algunos think tanks, como el Washington Institute for Near East Policy (WINEP), ya están elaborando teorizando con una administración provisional en Gaza. El WINEP ha dicho: “La seguridad pública y la aplicación de la ley podrían ser dirigidas por un consorcio de los cinco Estados árabes que han alcanzado acuerdos de paz con Israel: Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos. Sólo esos Estados árabes tendrían la confianza de Israel, que es esencial para que este esfuerzo tenga éxito. Debe prestarse especial atención a que no se vea como una 'fuerza de ocupación' que tanto las naciones contribuyentes como los palestinos locales rechazarían. En su lugar, debería presentarse y estructurarse como una 'fuerza de seguridad pública'”.

Parece inverosímil que una alianza árabe o Mahmud Abbas quieran asumir la tarea de ser el administrador de Israel. A Abbas le ha resultado casi imposible gobernar Cisjordania y es tremendamente impopular. Volver a Gaza a lomos de un tanque israelí sería un suicidio político. Sin embargo, lo único que ha dicho el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, es que no desea controlar la vida en Gaza.

Más preocupantes para Estados Unidos son los signos de que algunos de sus aliados árabes más cercanos, impulsados por la ira popular, están perdiendo la paciencia con Washington, presionando a los diplomáticos estadounidenses para que sean capaces de mostrar resultados.

Tomemos estos tres ejemplos de diplomáticos que deberían ser sólidos aliados de Estados Unidos. El ministro de Asuntos Exteriores jordano, Ayman Safadi, declaró: “La gente está indignada y todo el mundo está indignado. Once palestinos son asesinados cada hora”. Afirmó que nadie se iba a tragar la explicación de Israel sobre el bombardeo del hospital de Al Ahli. Demasiados desmentidos israelíes anteriores habían resultado falsos.

Lana Zaki Nusseibeh, enviada de Emiratos Árabes Unidos ante la ONU y eje de la diplomacia árabe en Nueva York, declaró esta semana ante el Consejo de Seguridad: Apoyamos un alto el fuego humanitario, no a expensas de la seguridad de Israel, sino para que la gente pueda atender a los heridos, enterrar a sus muertos y empezar a rehacer sus vidas“.

“Hamás es, en efecto, responsable de haber desencadenado este último incendio que ahora envuelve las calles de las capitales árabes de toda la región. Les hemos llamado abiertamente la atención por sus atroces ataques pero, no nos equivoquemos, el fuego ya estaba ahí, alimentado por décadas de violenta deshumanización, desposesión y desesperación. Por eso no podemos, por conveniente que sea, perder de vista el contexto de esta crisis: la ocupación más prolongada del mundo por parte de un pueblo que no quiere ser gobernado y al que todos hemos defraudado una y otra vez”.

El príncipe Turki al-Faisal, ex embajador saudí en Estados Unidos, declaró en Washington: “He oído una frase repetida en los medios de comunicación estadounidenses: ataque no provocado. ¿Qué más provocación se necesita para que sea provocado que lo que Israel ha hecho al pueblo palestino durante tres cuartos de siglo?”.

Para Biden, Sunak, Olaf Scholz, Emmanuel Macron y diversos ministros de Defensa y Asuntos Exteriores –todos los cuales han volado a la región– el riesgo adicional ahora es que se evapore cualquier tenue apoyo que Occidente estuviera reuniendo en el sur global para la guerra en Ucrania.

La imagen de la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, en la sala del Consejo de Seguridad de la ONU el miércoles por la mañana, levantando lentamente su solitaria mano para vetar una resolución en la que se interpelaba a Hamás y se instaba a un alto el fuego humanitario, la ha puesto en cuestión.

El tortuoso intento de Biden de vincular la guerra de Ucrania con Israel no puede sino agravar el error.