La portada de mañana
Acceder
Aldama zarandea al PSOE a las puertas de su congreso más descafeinado
Corazonadas en la consulta: “Ves entrar a un paciente y sabes si está bien o mal”
OPINIÓN | Días de ruido y furia, por Enric González

Se disparan las muertes de civiles en la campaña contra ISIS bajo la administración Trump

Julian Borger

Las muertes de civiles han aumentando bruscamente en la campaña militar liderada por EEUU contra ISIS en Siria e Irak. Aproximadamente el 60% de las muertes oficialmente reconocidas en los tres años de guerra corresponde a los tres primeros meses de la administración Trump.

El Mando Central de EEUU (Centcom) admitió la cifra de 484 muertes civiles hasta finales de abril como resultado de los bombardeos de la operación Inherent Resolve, que empezó en agosto de 2014. Esta cifra contrasta con el total acumulado de 200 muertes anunciado a comienzos de febrero.

Los cálculos están limitados a aquellos incidentes que el ejército de Estados Unidos ha sido capaz de investigar y confirmar. Probablemente la cifra de muertos sea mucho más elevada, dado que continúa la batalla para recuperar el control de la densamente poblada parte occidental de Mosul (Irak), de manos de ISIS. Además, también ha comenzado la batalla por el bastión de ISIS en Siria, Raqqa.

Airwars, un grupo de vigilancia del poder radicado en Reino Unido, calcula que la cifra de muertos civiles por los bombardeos de la coalición está en torno a 3.800.

Un portavoz del Mando Central de EEUU afirma que el dramático aumento está causado en su mayoría por un único ataque a un edificio en Mosul que tenía el objetivo de matar a dos francotiradores de ISIS. El edificio se derrumbó y mató a 105 civiles. El portavoz también sostiene que 80 muertes de civiles en incidentes pasados y que no han sido publicadas se han añadido a la suma acumulada en abril.

Sin embargo, grupos de derechos humanos y otros observadores apuntan a una serie de diferentes factores que sugieren que las muertes de civiles en la campaña militar contra ISIS probablemente permanezcan elevadas e incluso aumenten.

Uno de esos factores es el legado de las últimas semanas de la administración Obama, cuando se cambiaron los procesos de identificación de objetivos, eliminando el requisito de que cada incursión fuese aprobada por una “célula de ataque” central en Bagdad.

Eso ha supuesto que las fuerzas iraquíes combatiendo en el terreno puedan solicitar un ataque aéreo de un socio de la coalición con aviones en la zona. No tiene por qué ser aprobado por la Coalición en su conjunto.

La Coalición también incluye a Reino Unido, Países Bajos, Francia, Canadá, Australia, Dinamarca, España y Jordania, entre otros. Arabia Saudí, Turquía y Emiratos Árabes Unidos también participan en ataques en Siria.

200 kilos de explosivos para dos francotiradores

Los cambios de procedimiento en diciembre, explica Belkis Wille, investigador de Human Rights Watch en Bagdad, “permitieron reducir el tiempo de respuesta, pero eso también provoca más errores”. La ONG pide que se vuelvan a imponer los viejos procesos o que se elaboren nuevas directrices igual de rigurosas.

Otro factor es la creciente intensidad de la batalla por Mosul, donde fuerzas iraquíes apoyadas por el poder aéreo de la Coalición se están enfrentando a los miembros de ISIS atrincherados al oeste de la ciudad, hogar de 200.000 civiles a quienes ISIS está utilizando cada vez más como escudos humanos. Pero incluso a pesar de que los combatientes de ISIS se están mezclando con los residentes de Mosul, la Coalición está utilizando mayores bombas y medios menos precisos en su lanzamiento.

De un análisis de 380 cráteres de bombas en Mosul oeste de los combates en marzo y abril, HRW estima que la Coalición está actualmente lanzando bombas de entre 230 y 450 kilos, explosivos mucho más potentes que los utilizados anteriormente, que eran más precisos. A su vez, las fuerzas sobre el terreno están utilizando más morteros y algunas unidades iraquíes están disparando cohetes improvisados y altamente imprecisos.

Una investigación del Mando Central estadounidense sobre el ataque del 17 de marzo que mató a 105 civiles en Mosul concluyó que la Coalición destruyó un edificio donde ISIS escondía armas. Dicho edificio servía de cobijo a muchos residentes locales. Sin embargo, observadores apuntan a que la bomba que cayó en el edificio, una GBU-38 de 230 kilos, era mucho más de lo necesario para matar a dos francotiradores.

El secretario de Defensa, James Mattis, ha negado que se hayan producido cambios en las normas de combate utilizadas en la campaña contra ISIS. Pero Micah Zenko, investigador del think tank Council on Foreign Relations, afirma que existen pruebas de que ahora los coroneles pueden decidir sobre los bombardeos aéreos, en lugar de reservar este poder a los generales de una estrella, tal y como era el caso hasta este año.

“Es más probable que aquellos más cercanos a la batalla soliciten fuerza letal y es menos probable que apliquen un control de daños”, explica Zenko. También afirma que la retórica del liderazgo en Washington podría estar surtiendo efecto.

“Un cambio en las normas de combate no tiene por qué ser un cambio de doctrina”, explica Zenko. “Puede ser simplemente un cambio de tono y del ambiente en el mando [de operaciones]. Mattis ha hablado una y otra vez sobre una campaña de aniquilación, y eso puede tener una influencia sobre el terreno”.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti