George Clooney abre la puerta del salón del hotel Berlín y me estrecha la mano como un embajador. “Entre”, invita el actor, que es un ejemplo del Hollywood moderno: estrella de cine correcta y a la antigua; productor y en ocasiones director de películas interesantes e inteligentes; y activista político liberal de ceño fruncido con éxito considerable. ¿Quién si no pasaría la mañana de después del estreno de su nuea película, ¡Ave, César! (de los hermanos Coen), charlando con Angela Merkel sobre la crisis internacional de refugiados? ¿Debería presentarse a presidente?
Clooney se ríe por lo bajo con benevolencia. “Soy simpatizante de Hillary. Estoy organizando un evento para recaudar fondos para ella”. Eso es un gran apoyo: el acto que dedicó Clooney a Obama en 2012 consiguió más de 12 millones de dólares (unos 11 millones de euros) en una sola noche.
Sin embargo, el actor también tiene palabras conciliadoras para el principal rival demócrata de la candidata. “Me encanta Bernie Sanders, y me alegro mucho de que él esté en el debate. Está llevando la conversación a cosas de las que nunca se habla en la política estadounidense: la desigualdad entre ricos y pobres, que está empeorando día a día”. Dice admirar la firmeza de Sanders en ese tema, pero sugiere que es ese mismo rasgo el que le lleva a la perdición a nivel nacional.
Opina que la cada vez más probable ascensión de Donald Trump a la candidatura republicana es una locura. Evidentemente, siendo Clooney, ha tenido conversaciones y ha sido insultado personalmente por el magnate. “Conocí a Donald un día. Estaba sentado en una mesa y hablamos un rato. Luego se hizo el Larry King y me dijo que era muy bajito. Y yo pensé: '¡He estado sentado todo el tiempo, Donald!'”.
Sin embargo, la cordialidad de Clooney no llega a las aspiraciones políticas de Trump. “No es más que un oportunista. Ahora es un fascista, un fascista xenófobo”. Pero tiene alguna esperanza. Repite un dicho que se suele atribuir a Winston Churchill: “Se puede contar con los estadounidenses para hacer lo correcto cuando ya hayan agotado todas las posibilidades restantes”.
“Pongamos las cosas en perspectiva. Como sabe, lo cierto es que en época electoral todo se vuelve una locura y las voces más altas son más y más extremas. Por eso se oye una idea tremendamente estúpida, como que vamos a expulsar a los musulmanes del país. Sin embargo, nunca vamos a hacer eso”. El actor se encoge de hombros. “En la Estatua de la Libertad pone: 'Dadme vuestros seres pobres y cansados, dadme esas masas ansiosas de ser libres…'. No, no es lo que va a pasar”.
El imbécil de los Coen
Como dice Clooney, es época electoral, por lo que podemos perdonarle una pequeña preocupación. En cualquier caso, en realidad no necesita ser presidente. Se dice a sí mismo: “Disfruto de mi vida, y creo que la mayoría de la gente que me conoce cree que soy bastante positivo y que tengo una visión divertida de cómo es la vida”. Después de haber conquistado con tal plenitud la industria del cine, interpretar un papel mediano en una nueva película de los Coen parece un entretenimiento frívolo, o una leve molestia: unas vacaciones en las que trabajas.
Además, es una estrella de cine interpretando a una estrella de cine, una versión de sí mismo estúpida y de los años 50, en una cinta que, en parte, trata de la surrealista naturaleza de producción en cadena que tenía Hollywood en su edad dorada. Su personaje, Baird Whitlock, ha sido descrito por los propios Coen como parte de una “trilogía estúpida”, o realmente una tetralogía, teniendo en cuenta que es la cuarta vez que Clooney encarna a algún tipo de imbécil para ellos.
Clooney explica cómo Joel Coen le pidió que interpretase a su primer estúpido, Ulysses Everett McGill en la película O Brother!, como “el tío más listo de la sala, todo el tiempo”. Siguió con el abogado de divorcios Miles Massey en Crueldad intolerable y con el mariscal estadounidense de gatillo fácil Harry Pfarrer en Quemar después de leer. “Así que he interpretado a todos mis idiotas con ellos así”. Pero añade, con cierta tristeza: “En realidad yo no los veo como idiotas, aunque parece que el resto de la gente sí”.
En cualquier caso, Clooney asegura que debe mucho a los Coen, y especialmente a O Brother. Se lanza de lleno a un resumen sorprendentemente conciso de su propia carrera, de la exitosa serie de televisión Urgencias (“la gente se olvida de lo importante que fue, teníamos una media de 40-45 millones de espectadores a la semana, solo en Estados Unidos”) a su difícil entrada en el cine (“fue muy difícil convertirse desde la tele en aquel momento, muy poca gente lo había hecho”) y su rápido traspié con Batman & Robin después de que pareciese que Abierto hasta el amanecer lo había puesto en el buen camino (“¿Quién rechazaría interpretar a Batman? Y no lo hice muy bien. Es justo decirlo”).
Su “reaparición” a finales de los 90 en Un romance muy peligroso y Tres reyes resultó no ser la procesión triunfal que puede parecer desde la distancia. “Hay que recordar, es interesante cómo el tiempo cambia la perspectiva. Eran películas muy buenas, pero fíjate, no les fue bien. Estaba acercándome al final de mi contrato de cinco años en Urgencias e iba a dejar la serie para pasarme al cine, y mirase donde mirase, decían '¿Lo conseguirá? ¿Será una estrella de cine? ¿Le dejarán siquiera hacer películas?'”, rememora.
“Luego, en el mismo año que O Brother, salió La tormenta perfecta. Es una película enorme sobre una ola enorme. Tiene poco que ver conmigo. Pero fue un hit. Y como me tragué toda la mierda con Batman & Robin, que tampoco tenía mucho que ver conmigo, pensé: 'Sí, me llevaré todo el mérito por esto'”, prosigue. “Así que el doble golpe de O Brother y La tormenta perfecta lo cambió todo para mí, y me puso en la posición de poder sobrevivir en el mundo del cine”.
Y sí, sobrevivió. Más allá de su carrera como actor, Clooney ha dirigido unas cuantas películas significativas –cierto es que de calidad variable– y producido varias más. Se puede decir que Buenas noches, y buena suerte, su homenaje al presentador de televisión Ed Murrow, que se oponía a la caza de brujas, es su cinta más personal. Dice que la hizo “porque me estaban llamando traidor en mi país porque estaba en contra de la guerra de Irak”.
Con su encanto de político, alimentado por un derroche inagotable de cortesía, Clooney sigue con el tema de la diversidad, un asunto que sigue convulsionando Hollywood. Se da un pequeño toque de atención a sí mismo: “Hay una película que hice, Los idus de marzo, en la que el protagonista era Ryan Gosling. Y sí, es una en la que no pensé, y posiblemente debería haber pensado, buscar a un joven actor afroamericano para hacerla”.
No obstante, como le gusta repetir, la realidad de la financiación del cine es un obstáculo para el cambio. “Los estudios te dan un papel con una lista de cinco nombres. Si no metes uno de esos nombres en tu película, no consigues financiarla. No importa lo que haga, esos son los nombres. Me gustaría que esa lista cambiara un poco, especialmente porque el sistema de estrellas está llenando cada vez menos butacas”.
“Voy a ser sincero en esto”, continúa. “No presté ninguna atención a eso. Pensé que ya habíamos marcado esa casilla, pero parece que patinamos, considerablemente. Es algo a lo que tenemos que prestar atención”.
A pesar de que tiene la costumbre algo desconcertante de referirse a Hollywood como “nosotros”, Clooney es un entrevistado extraordinariamente relajado: “Me crié en la prensa y alrededor de ella, así que no los odio, ni les tengo pánico”. Pero, con verdadero instinto de político, no puede evitar llevársela a su programa. “Si ves Buenas noches, y buena suerte, te darás cuenta de que tengo verdadero respeto hacia la profesión, pero también me enfado mucho cuando se usa de forma estúpida”.
“Ahora estamos abordando tanto la política interior que nadie habla de los problemas reales del mundo. Nadie habla del asunto de los refugiados sirios en Estados Unidos, nadie”, lamenta el cineasta. “Quizá se oyen pequeños fragmentos sobre eso, cinco segundos en las noticias. Es un gran problema global, y hay que hablar de ello. Si la prensa lo cubriese más, estaríamos más implicados, y haríamos más”.
Llega la señal, la entrevista ha terminado. Siempre atento, Clooney salta sobre sus pies y me acompaña a la puerta. Si llevase un bebé, creo que le habría dado un beso. Con esto, es el momento de irse.
Traducido por: Jaime Sevilla