El tráfico en Teherán se ralentiza y los miembros de la campaña de Rouhaní se abalanzan sobre la carretera con pósteres del presidente sonriendo para meterlos por las ventanillas de los coches atrapados en el atasco. Piden sus votos y gritan eslóganes mientras los conductores se alejan.
Están determinados a aprovechar cada minuto en los últimos momentos de una campaña en la que Rouhaní empezó como favorito pero en la que ha acabado atrapado en una dura y ajustada pelea contra su rival conservador.
A corto plazo, está claro lo que está en juego en las elecciones presidenciales de este viernes: el futuro del emblemático acuerdo nuclear y la cautelosa aproximación de Irán a Occidente; la dirección de la economía; el control de los campos petrolíferos; y la libertad de objetar.
A largo plazo, las elecciones podrían decidir una batalla política todavía más importante: el nombramiento del siguiente líder supremo del país. El sucesor a los ayatolás Jomeini y Jamenei será la persona más poderosa de Irán y tan solo la tercera en liderar la república islámica desde su fundación.
El principal oponente de Rouhaní en las elecciones de este viernes es el clérigo conservador Ebrahim Raisi. El clérigo, de 56 años, que ejerció la mayor parte de su carrera como abogado y miembro del poder judicial, era casi un desconocido cuando entró en la carrera presidencial. Y hasta sus propios seguidores le consideran una persona poco carismática.
Sin embargo, Raisi ha conseguido el apoyo de los más intransigentes, que están preocupados por un supuesto ataque a los valores religiosos. El candidato conservador también ha desencadenado una ira populista por la débil economía del país.
Sus eslóganes recuerdan al sentimiento contra el establishment que facilitó la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Con un crecimiento económico escaso, más de uno de cada cuatro jóvenes desempleados y recortes a los subsidios, mucha gente se siente abandonada o traicionada.
El problema de la desigualdad
“No queremos un gobierno del 4%”, gritaban los seguidores de Raisi en su último mitin en Teherán, donde miles de personas llenaron un salón de oraciones y un centro de conferencias ondeando banderas de Irán y cruces rojas, su símbolo de campaña.
El enfado de sus seguidores con la desigualdad en Irán es la principal fuerza de su popularidad. “Rouhaní no puede fomentar la igualdad entre ricos y pobres”, señaló Hajar Pakyari, profesor de Biología en la Universidad Islámica de Azad, durante el mitin en Teherán.
El acuerdo nuclear, logro principal de Rouhaní, sigue siendo popular en todo el espectro político iraní, pero no ha logrado traer los beneficios económicos inmediatos que muchos esperaban y que el equipo de Rouhaní pensaba que le llevarían a un segundo mandato.
Ello ha dejado un espacio libre que ha permitido a Raisi atacar el acercamiento de Rouhaní a Occidente, apelando a los conservadores que se sienten incómodos con los esfuerzos de Irán por cortejar a sus viejos enemigos.
La economía, el destino del acuerdo nuclear y las cuestiones sobre las reformas son asuntos lo suficientemente importantes como para hacer de estas elecciones una pelea intensa. Pero el hecho de que el siguiente presidente pueda tener la llave para convertirse en líder supremo de Irán durante la próxima generación aumenta la presión.
“No estamos votando por los siguientes cuatro años, estamos votando por los siguientes 40 años”, señala un joven seguidor de Rouhaní.
El riesgo de perder las elecciones presidenciales
Aunque muy pocos en Irán están dispuestos a discutir abiertamente la sucesión del actual líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei tiene 78 años y se cree que ha recibido tratamiento por cáncer de próstata. Raisi es uno del puñado de nombres de posibles sucesores.
Cuando entró en la campaña presidencial, muchos pensaban que Raisi solo quería mejorar su perfil público para ese momento decisivo, suponiendo que se retiraría en los últimos días para apoyar a su compañero conservador, una táctica común en Irán. Por el contrario, otros conservadores intransigentes retiraron su candidatura para apoyarle a él. Esto pone en riesgo a Raisi y a su equipo, dado que una derrota en estas elecciones dañaría gravemente sus esperanzas de convertirse en líder supremo.
Aunque la democracia en Irán está limitada por el líder supremo y una red de poderosos organismos, como el Consejo Revolucionario —que puede vetar a candidatos en las elecciones—, la legitimidad popular es extremadamente importante para el liderazgo del país.
“No puedes ser líder supremo del país si has perdido unas elecciones presidenciales”, explica Foad Izadi, profesor del departamento de Estudios Internacionales en la Universidad de Teherán. Por lo tanto, que Raisi siga en la carrera electoral sugiere que tanto él como su equipo creen que puede ganar.
Con tanto en juego en la campaña, no es sorprendente que se haya vuelto especialmente dura. De hecho, el ayatolá Jamenei tuvo que hacer este miércoles una extraña intervención para condenar el tono de los ataques personales.
Rouhaní ha respondido con atrevidas críticas a Raisi y sus seguidores y ha apelado a los moderados y a los reformistas en un intento de aumentar la participación. Las encuestas sitúan a Rouhaní en cabeza, pero por debajo del 50% necesario para evitar una segunda vuelta.
Sus discursos se han vuelto más combativos, pasando de denunciar a Raisi por su papel en las ejecuciones de miles de prisioneros políticos en los 80 a atacar a poderosos órganos como la Guardia Revolucionaria.
El miércoles, Rouhaní advirtió a sus adversarios de línea dura de que no están capacitados para continuar con sus esfuerzos diplomáticos: “Decís que queréis negociar con el mundo, pero no sabéis hablar el idioma global. Ni siquiera sabéis hablar la lengua de vuestro propio pueblo”.
Sus ataques abiertos a los más intransigentes y a partes del Estado iraní le han permitido ganarse el apoyo de miembros clave del Movimiento Verde de 2009, el levantamiento reformista tras la disputada victoria electoral de Mahmoud Ahmadinejad que fue aplastado por las fuerzas de seguridad.
Varios líderes de ese movimiento, incluidos el ex primer ministro Mir-Hussein Mosavi y el portavoz parlamentario Mehdi Karroubi, que actualmente están bajo arresto domiciliario, han apoyado a Rouhaní.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti