En Río de Janeiro, el Bar Semente era el equivalente al Blue Note de Nueva York o al Ronnie Scott's de Londres. Un legendario club de samba en el centro de la ciudad conocido por sus jam sessions regadas de caipirinha y por haber engendrado a algunos de los mejores nuevos talentos en la escena musical local.
Pero hoy el Semente está abandonado y cubierto de grafitis, un símbolo del declive de Río tras los Juegos Olímpicos de 2016. Sobre su fachada, un epitafio pintado con spray: “Las Olimpiadas, ¿para quién?”.
“Fue la decisión más difícil. Muy difícil y muy solitaria”, dice sobre el cierre Aline Brufato, dueña del Semente durante la mayor parte de los 20 años en que permaneció abierto. “Pero no podía seguir”.
La productora carioca responsabiliza de la desaparición del club a una combinación de razones económicas, políticas y sociales. Entre los que pasaron por el club estuvieron Sting, Dave Matthews y Norah Jones, así como gigantes de la música brasileña del calibre de Chico Buarque, Ney Matogrosso, João Bosco y Yamandu Costa.
Parte del problema fue la negligencia del Gobierno. Lapa, el arruinado distrito bohemio donde se encontraba el Semente, había sido condenado por las autoridades a niveles crecientes de violencia y de escasez de viviendas.
“Lapa podría ser como Montmartre, o Le Marais [en París], o el Village, en Nueva York, o Alfama en Portugal. Pero Lapa no es interesante, Lapa es un problema”, dijo Brufato durante una entrevista con The Guardian en la oficina de su casa, situada en la cima de la colina y con vistas al emblemático viaducto del siglo XIX.
¿Quién puede consumir cultura?
La recesión brasileña ha afectado especialmente al Estado de Río y también contribuyó a sellar el destino del Semente. Según Zé Paulo Becker, un conocido guitarrista brasileño que desde 2004 organizaba una jam session instrumental en el Semente los lunes por la noche, “algunas personas solo quieren echar la culpa a la violencia, pero no fue solo la violencia, fue la crisis económica”. “La gente no tenía dinero para salir. Aquí, en el Estado de Río hay muchos funcionarios, y no les estaban pagando, ¿y así cómo va a salir nadie a consumir cultura?”.
“Es triste. El otro día pasaba por Lapa... y no podía creerlo. El lugar estaba vacío. Eso nunca habría podido ocurrir hace cinco años”, dijo Becker. En una entrevista reciente con el periódico O Globo de Río, el dueño de Nova Capela, otro bar de la zona, confesó que le estaba costando mantenerse a flote. “Lapa está más muerto que vivo”, se quejó.
El cierre del Semente forma parte de una crisis más amplia que afecta a toda la comunidad musical carioca, por no hablar de la propia ciudad, sacudida por el asesinato aún sin resolver de la concejala Marielle Franco y por la polémica intervención militar que, supuestamente, tiene el objetivo de combatir la fuerte violencia armada.
La magnitud de los problemas de seguridad en Río fue evidente a principios de junio, cuando estalló un feroz y muy poco común tiroteo al lado del Pan de Azúcar y seis cadáveres aparecieron en una playa cercana, acribillados a balazos. La semana pasada, un escolar de 14 años murió cuando un helicóptero de la policía abrió fuego contra una favela densamente poblada.
El minúsculo escenario del Semente fue el primer paso para toda una generación de jóvenes músicos virtuosos, que después grabaron discos y, en el caso de la cantante Teresa Cristina, hasta llenaron salas de conciertos por todo el país. Pero muchos de esos intérpretes ahora están haciendo las maletas y buscando oportunidades en el extranjero.
“Ha habido una auténtica desbandada de gente”, dijo Brufato, de 41 años, mientras recitaba los nombres de casi una docena de músicos y cantantes que en los últimos meses se escaparon hacia ciudades como Lisboa, Nueva York y Montreal.
Becker, de 49 años, dijo haber perdido a dos músicos de su banda. “El país atraviesa un momento de crisis. Cuando se congelan 20 años de inversión en educación y cultura, se paga un precio. No quiero ofrecer una explicación pesimista de las cosas, pero lo que estamos viendo es la realidad”.
Para los músicos que se quedaron, el cierre del Semente dejó un vacío. “El Semente era un lugar donde se podía componer, donde se podía arriesgar, donde se podía improvisar”, recordó Becker. “Era como un segundo hogar... y con el paso del tiempo la ficha nos empieza a caer y empezamos a darnos cuenta de lo mucho que echamos de menos este espacio”.
“Muchos artistas se quedaron huérfanos”, dijo Alessandro Brandão, uno de los dos músicos del dúo de samba drag queen Sara y Nina. Su primera actuación fue allí: “El Semente había construido una audiencia para cierto tipo de música y de repente desapareció. Fue realmente desalentador”.
Según Gabriel Sanches, su compañero en el dúo, el cierre del Semente es una llamada de atención frente a los grandes desafíos que afronta la sociedad brasileña y la necesidad de luchar contra el giro hacia del país la derecha. “Me hizo pensar: '¡Caramba! ¡Las cosas están mal de verdad!’ Esta crisis, las dificultades, y en un sentido más amplio, la censura, la represión, el creciente conservadurismo”.
Brufato repite que los músicos de Río se recuperarán. Algunos de los artistas desplazados han encontrado su nuevo hogar en el escenario de una sucursal local del Blue Note que el año pasado abrió sus puertas en el elegante barrio de Lagoa. El próximo mes comenzará a programar noches temáticas con música del Semente.
“La generación Semente está ahí fuera, vivita y coleando”, dice Brufato.
“Brasil es un país muy musical. Tengo la sensación de que [el Semente] podría regresar en cualquier momento. Lo creo”, añade riéndose Becker. “Tenemos que creer.”
En una tarde reciente, ya sin las luces que en otra época iluminaban el vibrante escenario del Semente, había una pintada en una pared cochambrosa del otro lado de la calle. Cerca de un asentamiento de gente sin hogar, era una cita del difunto poeta brasileño Ferreira Gullar. Sonaba a mensaje de resistencia: “El arte existe porque la vida no es suficiente”.
Traducido por Francisco de Zárate