No hay nada peor que la sensación de falsa seguridad. Nos resulta muy difícil aceptar que aquellos que estaban al mando –en el Gobierno, en el Estado y a nivel local– burlaron el sistema. Lamentablemente, esto sucede a menudo.
The Guardian descubrió que 33 ciudades ubicadas al este del río Mississippi (la parte del país con una infraestructura más obsoleta) han estado utilizando una metodología para analizar el agua que, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, restaba importancia a la cantidad de plomo existente. En dos Estados, los departamentos de recursos hídricos aconsejaron que estos análisis se hicieran tan pronto como fuera posible en la fase de prueba, con el objetivo de repetirlos si los niveles de mercurio de la primera muestra eran demasiado altos.
El sistema carece de la transparencia necesaria. Los informes sobre la calidad del agua realizados a nivel local a menudo fueron modificados porque alguien prefirió esconder la realidad. Los responsables del suministro de agua temían perder sus trabajos si mostraban la realidad. En algunos casos, se dejaron llevar por la codicia y la incompetencia. En otros, los errores se produjeron porque trabajaban para organismos con demasiada carga de trabajo y poco personal.
Con la crisis del agua en el pueblo de Flint, en Michigan, vimos que nos estaban engañando. De repente, todos pensamos: ¿Podría ser que nos estén escondiendo la realidad? Tengo malas noticias: esto no es nuevo. De hecho, hace mucho tiempo que lo hacen.
El problema del agua contaminada va mucho más allá de Flint. Pensemos en Nueva Jersey, donde se descubrió que las fuentes de agua de las escuelas tenían peligrosos niveles de mercurio. O los más de 33.000 lugares del “superfondo” de la Agencia de Protección Ambiental; unas áreas tan contaminadas que las operaciones para cambiar la infraestructura y mejorar el agua durarán años. El problema tiene una magnitud tal que parece inasumible.
Parte del problema es la metodología caduca y la mentalidad de los reguladores. La Agencia de Protección Ambiental necesita 10, 15 e incluso 20 años para estudiar la peligrosidad de determinados químicos y fijar el llamado “límite máximo de contención”, es decir, la cantidad máxima que es segura para un humano.
Cuando descubrí que el cromo hexavalente estaba causando cáncer en Hinkley, California, los residentes fueron indemnizados con 300 millones de euros. Por increíble que parezca, ese químico sigue presente en el agua que bebemos.
La sociedad está harta de esta forma de proceder. Esta campaña presidencial es una buena muestra de ello. Muchos estadounidenses quieren cambiar el gobierno y no quieren más secretismo ni errores. El estado actual de las cosas les causa una gran frustración, se están movilizando a través de las redes sociales y quieren propiciar un cambio.
La situación solo mejora cuando los ciudadanos, todos nosotros, se dirigen a las autoridades y les dicen: “tendréis que rendir cuentas”. Deberíamos ir más a menudo a las reuniones del ayuntamiento y propiciar el activismo y las reivindicaciones en nuestras comunidades.
No deberíamos poner en peligro la salud de las generaciones futuras solo porque los organismos no tienen suficiente dinero y están buscando atajos para no abordar el problema de raíz y ahorrarse dinero. Tenemos que aceptar el hecho de que Superman no vendrá a salvarnos; tendremos que protegernos nosotros mismos.
Es una gran ironía que el agua, fuente de vida, ahora es causa de muertes. No debería ser así. Solo podremos parar esta sarta de mentidas si nos movilizamos y somos proactivos. En Hinkley vi cómo los vecinos lucharon contra los poderosos responsables de una planta de suministro de agua y ganaron. Lo podemos volver a hacer. Está en juego tu salud, la salud de tu familia y tu derecho fundamental a tener agua potable. No podemos permitir que la historia se repita. Tenemos que propiciar un cambio y ahora es el momento de hacerlo.
Tradución de Emma Reverter