Erdogan se acerca a Bashar al-Asad tras más de una década de firme oposición en Siria

Martin Chulov

25 de agosto de 2022 21:57 h

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Los sirios de la oposición y de las áreas kurdas en el norte del país han reaccionado con alarma a la normalización de relaciones que Turquía parece estar buscando con Damasco. Dicen que provocará el retorno forzoso de millones de refugiados y un cambio demográfico gigantesco.

“Entre los países no puede cortarse el diálogo político o la diplomacia”, dijo el fin de semana el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, sumándose al cada vez más nutrido grupo de autoridades que han cambiado notablemente de retórica sobre el líder sirio, Bashar al-Asad.

El ministro de Asuntos Exteriores turco, Mevlüt ÇavuÅŸoÄŸlu, siguió en la línea del presidente este martes cuando dijo que Ankara no impondría “condiciones para el diálogo” con Siria y que el criterio sería el logro de los objetivos. “Hay que limpiar de terroristas el país... La gente tiene que poder volver”, declaró en la cadena turca Haber Global.

Tras más de 10 años figurando entre los principales impulsores en la región del derrocamiento del régimen sirio, las últimas declaraciones son la señal más evidente del nuevo enfoque adoptado por Turquía con el objetivo de estabilizar a Asad.

Las palabras de Erdogan coinciden con el noveno aniversario de la mayor atrocidad cometida en la guerra de Siria. El 21 de agosto de 2013 un ataque con gas sarín mató a centenares de personas –más de 1.400 civiles, según el Departamento de Estado de EEUU– de un barrio opositor en la periferia de Damasco.

En los años transcurridos desde entonces, Irán y Rusia han llevado a Asad hasta una victoria pírrica en los campos de batalla. Irán, Rusia y Turquía tienen una participación destacada en Siria, que se ha convertido en un país fracturado donde el Gobierno central no controla a gran parte de la población.

Sin embargo, en el noroeste las armas de guerra seguían sonando este lunes, con ataques aéreos rusos contra 13 emplazamientos diferentes en la provincia de Idlib, donde se han refugiado casi todos los miembros de la oposición a Asad y muchas personas forzadas a abandonar sus hogares (siguiendo los llamados acuerdos de reconciliación) y donde también están presentes grupos radicales.

Los ataques aéreos de Idlib han sido los más intensos desde que la invasión rusa a Ucrania desvió al nuevo conflicto los aviones que se usaban para bombardear Siria. Se desconoce el número de víctimas.

La influencia de Putin

Erdogan llevaba varios años oponiéndose firmemente a los bombardeos rusos en Idlib, donde Turquía ha establecido una importante influencia. Pese a ello, ante estos nuevos ataques no ha habido ninguna reacción de Ankara, que en los últimos meses se ha ido acercando a la idea de solución que Vladímir Putin tiene para Siria.

Varios analistas sugieren que el líder turco desechó el mes pasado el plan de lanzar una nueva incursión en el noreste kurdo de Siria tras mantener una conversación con Putin durante una cumbre en la ciudad rusa de Sochi. Sin la bendición del presidente ruso, Erdogan parece recurrir a la diplomacia con Siria mientras lanza ataques con drones contra personas que, según los responsables de su servicio de espionaje, son rebeldes kurdos. Uno de estos ataques se produjo la semana pasada en un partido de voleibol cerca de la ciudad de Hasakah. Mató a cuatro chicas y dejó heridas a otras siete.

Con el respaldo del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, por sus siglas en kurdo), los grupos kurdos del noreste se están preparando para una nueva incursión turca en la zona. Temen que el objetivo de Ankara sea crear una nueva esfera de influencia a lo largo de la frontera siria para trasladar allí a los refugiados árabes (no kurdos), que han buscado refugio en Turquía durante los últimos diez años.

Devolución de refugiados

Erdogan se presenta a las elecciones en 2023 con el sentimiento antirrefugiados en niveles muy altos, una economía en declive y un malestar social latente. Turquía ya ha anunciado planes para devolver a Siria hasta a un millón de refugiados y ha financiado la construcción de viviendas en áreas situadas entre asentamientos kurdos del noroeste y del noreste para generar divisiones entre ellos.

Es poco probable que haya un contacto directo con Asad pronto, pero se espera un regreso a la cooperación entre autoridades, incluyendo las de los servicios de espionaje. Según un alto cargo con sede en Beirut, “se hará por etapas”. “El mensaje de los turcos es claro: quieren lidiar con el tema del PKK y Asad tiene ahora, por primera vez, cierta influencia sobre ellos, pero todo se negocia a través de Putin, así que [Asad] no debería tratar de ir demasiado lejos”, dice.

Más de la mitad de la población que tenía Siria antes de la guerra sigue desplazada (entre los que se han mudado a otra parte del país y los que han tenido que salir fuera). De estos últimos, la mayoría sigue sin estar dispuesta a regresar por el peligro que representan las autoridades del Gobierno: temen ser detenidos de manera arbitraria y que se aprovechen económicamente de ellos.

“Turquía nunca ha apoyado la revolución siria”, dijo este lunes Ilham Ahmad, miembro del Consejo Ejecutivo kurdo del noreste de Siria. “La ha utilizado para servir a su agenda expansionista basada en el colonialismo y los cambios demográficos. Turquía ha usado a los refugiados sirios”, ha apuntado.

Tanto las Naciones Unidas como las ONG insisten en que Siria sigue siendo un país poco seguro al que regresar para muchos de los que durante la guerra huyeron de la persecución. Líbano también ha cambiado su retórica sobre los refugiados, con las comunidades de algunas zonas volviéndose hostiles a los sirios y los refugiados escondiéndose para no ser detenidos.

“Prefiero probar mi suerte en este lugar destrozado que ir a las cárceles de Bashar”, asegura Mustafa Hilani, un sirio que lleva viviendo en Beirut seis años. “Allí no hay vida”, resume.

Traducción de Francisco de Zárate