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The Guardian en español

Las fotos de la CIA son dignas de una dictadura perversa

Dos soldados trasladan a un detenido en un campo de prisioneros de Guantánamo. Foto: Wikimedia

Trevor Timm

Justo cuando el desagradable tema de las torturas vuelve a colarse en la carrera por la presidencia de los Estados Unidos, the Guardian ha revelado nuevos e impactantes detalles sobre la brutalidad del gobierno estadounidense durante la era Bush.

Como ha informado el periodista de the Guardian Spencer Ackerman, la CIA fotografió a un grupo de prisioneros desnudos, atados y, algunos de ellos, con moratones, justo antes de enviarlos a centros de tortura controlados por los peores dictadores del mundo en ese momento, incluidos Assad, Mubarak y Gaddafi. Según la descripción de un exfuncionario de EEUU, las fotos son “espantosas”.

El informe es un crudo recordatorio de que el gobierno estadounidense mantiene en secreto, aún hoy, algunas de las peores acciones de la administración Bush. La noticia cobra mayor relevancia tras los atentados de Bruselas, que han devuelto la tortura al centro del debate político de Estados Unidos.

Inmediatamente después de los ataques, Donald Trump, el candidato a presidente mejor posicionado del Partido Republicano, pidió emplear la técnica conocida como la “bañera” en los interrogatorios, un crimen de guerra por el que se enjuició a soldados japoneses tras la Segunda Guerra Mundial. Trump ya dijo en varias ocasiones que si fuera presidente utilizaría técnicas “mucho peores” que esa para interrogar a los prisioneros.

Casi peor que eso es la actitud de los medios de comunicación de Estados Unidos, que lo presentan como un tema a debatir. En una entrevista con Trump, la presentadora del programa Today Show, Savannah Guthrie, alimentó esta idea utilizando el cobarde eufemismo con que los republicanos se refieren a las torturas ilegales: “Algunas personas piensan que esa cruel técnica de interrogación funciona, y otras personas dicen que no”.

¿En serio? ¿Acaso la presentadora (o cualquier otra persona) puede señalar a un solo experto en interrogación capaz de fundamentar que las torturas “funcionan”, aparte de los mediocres defensores de la administración Bush que nunca en su vida interrogaron a nadie?

Pero dejemos de lado por un instante la pregunta inmoral de “si sirve la tortura”. Es lo mismo que preguntar “si sirve la esclavitud”. Según los estatutos, los tratados y la constitución, la técnica de la “bañera”, como tantas otras formas de tortura utilizadas en los Estados Unidos durante la administración Bush son claramente ilegales.

Como la administración Obama se ha negado descaradamente a enjuiciar a los arquitectos del programa de tortura y a los abogados del Departamento de Justicia que le dieron su marco legal, hoy los crímenes de guerra son vistos nada más que como una disputa metodológica entre republicanos y demócratas.

Sigue bajo cuatro llaves, en una caja fuerte del Departamento de Justicia, el informe del Senado sobre las torturas de la CIA que podría echar luz sobre las fotografías publicadas por The Guardian. Lo mantienen fuera del alcance de los investigadores con el cínico objetivo de impedir que se haga público mediante la Ley de Libertad de Información.

Por otro lado, la administración Obama ha estado peleando con uñas y dientes con la Unión de Libertades Civiles de EEUU (ACLU) para impedir que se publique otra serie de fotos del ejército estadounidense cometiendo torturas en prisiones de otros países poco después del 11-S. En repetidas ocasiones, un juez le ha ordenado al gobierno que muestre las fotos pero el tema se ha retrasado durante meses.

Exponer la verdad queda en manos de los denunciantes y de los periodistas de investigación. Es una verdad que todos los estadounidenses necesitan saber. Desnudar a los sospechosos, sacarles fotografías humillantes y enviarlos a distintas partes del mundo para ponerlos en manos de torturadores son acciones dignas de una dictadura perversa. Debería ser una pesadilla y en realidad es parte de las políticas de EEUU en el siglo XXI. Esta es la última advertencia. Si decidimos ignorarla, será bajo nuestro propio riesgo.

Traducción de Francisco de Zárate

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